El Aberri Eguna siempre soporta las reacciones airadas de quienes llevan fatal lo de salirse del guion de la muy unida, grande y libre. Año tras año, se repite el raca raca de declaraciones y falsas argumentaciones contra nuestro día nacional: antes del domingo, afeándolo por su pretendido poco seguimiento por parte de la ciudadanía y la división de las fuerzas políticas nacionales vascas, y, después, quitándole importancia al minorizar las movilizaciones habidas, así como ridiculizando los discursos políticos de reafirmación y reivindicación nacionales. Nada nuevo bajo el sol.

En 2017 se ha llevado el premio la flamante nueva secretaria del PP, la señora Fernández, que afirmaba sin que se le moviera la pestaña -cito literal- que mientras PNV se envuelve en el sudario de la patria y la soberanía y excluye a vascos, el PP defiende hacer posibles proyectos vitales de la ciudadanía. De risa.

De sudarios saben bastante en España pues su amada patria costó, por poner solamente un ejemplo, millones de personas muertas en el sur de América (por cierto, su día nacional coincide con el 12 de octubre). Por el contrario, todo el mundo tiene claro que el pueblo vasco si algo no ha sido es imperialista; precisamente el mal que lleva a la gran mayoría de políticos y políticas españolas a defender que su nación es la única. ¡Qué desagradecimiento el nuestro por no reconocerlo!

Parece mentira que celebrar que somos una nación (por lo tanto, con derechos), que estamos aquí (vivitos y coleando mal que les pese) y que exijamos ser un Estado como el resto (se oponen duramente mientras tienen el suyo) pueda generar tanta boutade y demostración de falta de fundamento político democrático. Pienso que, si fuera tan malo ser un Estado independiente, renunciarían a ello la ciudadanía de Alemania, Francia, España, Inglaterra? y, en el mismo sentido, naciones como la nuestra, Escocia, Catalunya, Irlanda? no haríamos el tonto de exigirlo con enormes esfuerzos personales y colectivos, además de grandes dosis de sufrimiento.

Atendiendo a las distintas concentraciones y celebraciones, es innegable que este año nuevamente ha quedado claro en las palabras de Andoni Ortuzar y Maddalen Iriarte que exigimos ser un sujeto político en pie de igualdad con los estados y que la coyuntura actual debería encaminarnos a la consecución de un país libre. El presidente del PNV apuntaba algo que, en mi opinión, es totalmente necesario en nuestro futuro inmediato, cuando decía soñar con una colaboración honesta entre abertzales y su unión en pos de la nación vasca.

Superada ETA, los estados francés y español se han quedado sin el recurso a aquella violencia para negarnos nuestros derechos nacionales. Por eso, está en las manos de esos partidos vascos aplicarse con responsabilidad histórica en la colaboración y trabajo conjunto para lograr el fin del viejo conflicto político vasco y que pasaría, en principio, por ese reconocimiento de la nación vasca y unas relaciones de bilateralidad con los Estados.

El domingo de resurrección es el día nacional vasco. Su confrontación con el 25 de octubre, día de aprobación del Estatuto de la CAV, no resiste medio minuto. Tampoco debería venderse como contrario al 3 de diciembre, día de Nafarroa, que podría celebrarse también en las otras tres provincias de Hegoalde como día del euskera que es. Aberri Eguna goza de la tradición basada en los enunciados políticos de Sabino Arana en su Discurso de Larrazabal del 3 de junio de 1893. Y así debería ser declarado oficialmente.