madrid - Con fama de dura y acostumbrada a bregar en mil batallas, Esperanza Aguirre pasó ayer un trago especialmente amargo en lo que puede ser la antesala del final de su carrera política: dando explicaciones por las actividades de Gürtel en el juicio por la trama liderada por Francisco Correa y sintiendo muy de cerca el aliento de la corrupción tras la detención el miércoles del que fuera su mano derecha, Ignacio González. Tanto es así que la dama de hierro madrileña se emocionó, con la voz quebrada, y casi rompió a llorar en su breve declaración a los medios tras salir de la sala de vistas.

Comenzó afirmando que “si Ignacio González es culpable de los delitos de los que presuntamente se le acusa, porque no hay que olvidar que la pieza sigue siendo secreta, para mí que he puesto mi confianza en él durante tantísimos años es un palo verdaderamente muy relevante”. “Y si no lo es, estoy conmocionada por el calvario que está pasando y que le queda por pasar porque la Justicia es muy lenta”, agregó.

El momento de mayor flaqueza llegó cuando explicó que “a lo largo de toda mi vida he buscado la mejor utilización del dinero del contribuyente, el servicio público, y jamás nadie me ha podido acusar de haber hecho alguna cuestión incorrecta; por tanto, para mí lo de Ignacio González sería muy lamentable”. A duras penas pudo terminar la frase, tras lo que salió en volandas y fue introducida en un vehículo ante un mar de cámaras y periodistas.

El ambiente tampoco ayudó a Aguirre, que fue increpada por varios manifestantes, al igual que a su llegada a la sede judicial, al grito de “choriza” y “vete a Soto”. En el lugar también había cuatro personas disfrazadas de ranas del programa El Intermedio, que bailaban al son de la canción Comerranas, de Seguridad Social. Hacían así referencia a su célebre frase: “He nombrado a más de 500 altos cargos y dos me han salido rana”. Mientras, a lo largo del día se sucedieron las peticiones de dimisión por parte de Ciudadanos y Podemos. - C. C. Borra