DONOSTIA - El obispo de Donostia, José Ignacio Munilla, trató de desactivar ayer la polémica surgida por la presencia de dos sacerdotes, Mateo Zuppi y Harold Good, el pasado sábado en el acto del desarme de ETA. Respecto al primero, arzobispo de Bolonia, Munilla aseguró que acudió a Baiona “por su cuenta y riesgo” y no por mandato del Vaticano, desmintiendo algunas informaciones que apuntaban a una presencia oficial de la Iglesia en el acto en el que se hizo entrega de la localización de los zulos de la banda.

En el programa Sexto Continente de Radio María, comenzó expresando su “sorpresa” por la presencia en “la escenificación” celebrada a primera hora en el Ayuntamiento de Baiona de un pastor metodista (el norirlandés Harold Good), “y para sorpresa de los obispos del País Vasco, también el arzobispo de Bolonia”, en alusión a Mateo Zuppi. Good participó en la verificación del desarme del IRA; Zuppi, por su parte, ejerció de mediador con ETA en 1995, cuando la comunidad de San Egidio a la que pertenece intentó, a petición de Elkarri, impulsar una negociación con la banda que finalmente no llegó a buen puerto.

A preguntas de los oyentes del espacio radiofónico, Munilla relató que el obispo de Baiona, Marc Aillet, ha trasladado a todos los prelados que “desde la Secretaría de Estado de la Santa Sede le han comunicado que pueden decir públicamente que el arzobispo de Bolonia acudió a ese acto a título meramente particular, sin ningún tipo de bendición ni explícita ni implícita”, indicó. El obispo donostiarra explicó que Aillet tampoco había sido informado de la presencia del arzobispo en el acto de entrega de las armas, y que, por tanto, “la Iglesia no ha estado para nada implicada en eso”.

Tanto Good como Zuppi actuaron como testigos en el Ayuntamiento de la capital labortana de la entrega por parte del sindicalista Txetx Etcheverry al coordinador de la Comisión Internacional de Verificación, Ram Manikkaligam, de la documentación correspondiente a la localización de los depósitos de armas de ETA. Desde el “sentido del humor”, José Ignacio Munilla ironizó sobre el hecho de que quizá la presencia del arzobispo de Bolonia en el desarme es “un símbolo de que el laicismo ha terminado y a partir de ahora todo va a ser distinto”.

Consideró “significativo ese intento de utilización del rostro de la Iglesia” en un tiempo en el que se reivindica el laicismo y se preguntó si en la puesta en escena del pasado sábado “estaban verdaderamente necesitados y no sabían si podían servirse de alguien para darle un realce a un acto en el que querían escenificar no se sabe qué”. “Como no sabían a quién recurrir buscaron un obispo por su cuenta”, concluyó.