madrid - Durante el mandato del expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero se gestaron los movimientos que condujeron al cese definitivo de la violencia y la legalización de la izquierda abertzale. El socialista mantuvo una estrecha interlocución con Iñigo Urkullu, quien por aquel entonces aún no se había convertido en lehendakari y lideraba el PNV. Urkullu ejerció de intermediario entre Zapatero y la izquierda aber-tzale con la finalidad de dar pasos y estirar al máximo los últimos minutos que le quedaban a la legislatura socialista, que finalmente acabó de manera abrupta con el adelanto electoral decretado para noviembre de 2011 y con la mayoría absoluta de Mariano Rajoy. Por aquel entonces se especulaba con que el PP pusiera en marcha una operación policial a gran escala que detuviera a los ochenta miembros de ETA en libertad y que desembocara en un tiroteo o una respuesta armada, y había cierta urgencia de alumbrar avances y cerrar cuanto antes el proceso en el mandato socialista, todo ello ayudado por la implicación que demostró Zapatero. El socialista regresó ayer a los titulares en puertas del desarme de ETA para aconsejar a Rajoy que escuche a Urkullu y acuerde con él una estrategia para el fin de la organización y su disolución.

En una conversación con Cambio16 que publica el medio en su número de abril, Zapatero repasa los quebraderos de cabeza que le dio la paz en sus ocho años de mandato. Cabe recordar que, años antes del cese de la violencia, ya se había implicado en las conversaciones de Loiola entre PNV, PSE e izquierda abertzale. También durante su mandato, se impulsó la vía Nanclares como vía de reinserción para los presos que realizaran una reflexión autocrítica. Deja un “consejo” para Rajoy. “Que escuche a Urkullu”, dice. “En el combate por acabar con ETA, en el que el diálogo fue una herramienta muy importante, quien me acompañó más, quien tuvo más comprensión y ayudó en la sombra sin querer ninguna medalla fue el actual lehendakari. Su comportamiento en esos años fue fundamental”, añade. Por ello, considera imprescindible que exista una “estrategia compartida” con el lehendakari. “Yo me fiaría de la política de Urkullu”, zanja.

El llamamiento de Zapatero se produce en un contexto en que el lehendakari está pidiendo exactamente lo mismo. Urkullu ha mantenido informado en todo momento a Rajoy, quien tuvo datos de primera mano sobre el desarme de hoy antes de que trascendiera públicamente. El lehendakari se reunió con el presidente español en La Moncloa el mes pasado para pedirle colaboración en este proceso porque será incondicional y las armas no se van a destruir, sino que se van a poner a disposición de la justicia francesa. El Gobierno español ha dicho en los últimos días que el desarme le parece “bien”, y no va a intervenir salvo que tenga indicios de que alguien está manipulando las armas para que no sirvan en el esclarecimiento de atentados.

Durante los cinco años que lleva Rajoy al frente del Gobierno español, Urkullu le ha pedido acordar una estrategia para cerrar el ciclo de la violencia, de tal manera que los movimientos que se produzcan no pasen en exclusiva por la vía policial. El lehendakari ha pedido un desarme ordenado, dar pasos en la política aplicada a los presos dentro de la legalidad, poner fin al alejamiento de los reclusos y flexibilizar la situación de los gravemente enfermos, y también actuar en la convivencia y el reconocimiento de todas las víctimas. A la espera de que hoy quede zanjado el desarme, los asuntos más cruciales que quedarán sobre la mesa serán la disolución de ETA, la política penitenciaria y la convivencia. Urkullu aspira a entablar un diálogo sobre estos asuntos y, aunque Rajoy necesita el apoyo del PNV para los Presupuestos estatales, la paz es una cuestión que los jeltzales no estiman conveniente mezclar con esas negociaciones.

“angustia” por la paz Zapatero confiesa que la violencia de ETA fue la cuestión que le llevó “más tiempo, esfuerzo y angustia”. Recomienda que haya discreción en torno al proceso y vaticina que la disolución no va a ser inmediata. “Lo importante es el fin de la violencia, obviamente, pero normalmente la desaparición de las siglas lleva su tiempo. Hay que contemplarlo con tranquilidad porque el poder simbólico que representa ETA para parte de ese mundo que cayó en el fanatismo o en la locura de la violencia necesita digerirse”, interpreta. Asimismo, reclama autocrítica a la izquierda abertzale, aunque intuye que “nunca se va a culpabilizar”.