El acuerdo a distintas bandas entre los Gobiernos Vasco y español, PNV y PP que desbloquea el conflicto para la ampliación de la plantilla de la Ertzain-tza y garantiza su renovación supone un hecho de gran trascendencia política a diversos niveles, además de ser un alivio para los miles de aspirantes -en especial para los 254 que ya están en prácticas- a integrar la Policía vasca. Y puede tenerla aún más.

La primera constatación es que se trata, una vez más, de un acuerdo fruto de la debilidad del Gobierno de Mariano Rajoy, que los jeltzales, expertos en estas lides, han sabido exprimir. Es la cruz de la moneda, porque los términos en los que se zanja este conflicto son tan de sentido común político que hubieran merecido ser firmados sin recurrir al tan clásico como efectivo “a la fuerza ahorcan”. Pero, a lo que se ve, así funciona el PP.

El asunto ha tenido que salvar dos reticencias. La primera, digamos la originaria, es la tradicional desconfianza de todos los gobiernos que son y han sido hacia el Ejecutivo vasco y la Ertzaintza en particular. La segunda, disfrazada de absurdos e inexistentes motivos económicos, es la que supone el mayor éxito de este acuerdo, porque significa ni más ni menos que el reconocimiento expreso de la singularidad de la Policía vasca y de la relación bilateral entre gobiernos. La bilateralidad en sentido práctico.

No es que se haya inventado nada. Para eso está la Junta de Seguridad, lógicamente de carácter bilateral, y sus acuerdos, que, como el de la renovación de la Ertzaintza ante la gran avalancha de jubilaciones prevista a corto plazo, deberían ser atendidos y ejecutados. Si ni siquera se respeta un pacto alcanzado en una mesa técnica en un asunto de la importancia de la seguridad pública, muy poco se puede avanzar.

Zanjado el contencioso, quedan un par de preguntas en el aire. Una, si de verdad existían motivos de “inconstitucionalidad” detrás de los recursos del Gobierno español. No lo parece, a la vista de los términos en que se ha solucionado. Eso, o que es verdad que con voluntad política pueden solventarse los “insalvables problemas legales”, el respeto a la Constitución y blablabla. Tomen nota algunos, incluido Rajoy. La segunda cuestión es si este acuerdo, junto al alcanzado entre el Gobierno Vasco y el PP sobre las Cuentas de la CAV y visualizado ayer en el Parlamento, viene a ser, como se malician muchos, la antesala del apoyo del PNV a los Presupuestos del Estado, en una suerte de intercambio de cromos. No cabe du-da de que ayuda, pero hay cuestiones que quedan por resolver. En especial, el Cupo. Es decir, la clave de bóveda. Y eso solo tiene una solución que, como en el asunto de la Ertzaintza, pueda ser satisfactoria: la plasmación, con diálogo y acuerdo, del respeto a la singularidad vasca y la bilateralidad. Habrá que ver, nada está hecho.