“No puedes dejarte llevar por la rabia o por un sentimiento de venganza u odio eterno”. Las palabras de Jordi Lidón suenan en una sala que está oscura e invita a la reflexión. El hijo del José María Lidón aparece fundido a negro, de primeras, en una pantalla. Luego, su figura se ilumina y sus declaraciones empiezan a envolver todo el espacio. En estos años, el primogénito del juez asesinado por ETA en 2001 ha guardado silencio. Ayer, por primera vez, se pudo escuchar públicamente su testimonio a través de un vídeo en el marco de la exposición la Plaza de la Memoria, que promueve Gogora, el Instituto vasco de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos y que recala estos días en Getxo, donde el magistrado recibió los tres disparos mortales. Él fue la última víctima de la banda terrorista en esta localidad, que reserva hasta el próximo domingo un rincón para no olvidar en la plaza de La Estación de Las Arenas.
Hoy, Jordi Lidón tiene 39 años y dos hijos: Naia y Mikel. La mayor, de 9 años, ya le pregunta por su abuelo. “¿Cómo le cuento que su aitite no está porque unos salvajes le quitaron la vida? Si me costó a mí asimilarlo con 23 años, explicárselo a una niña de 9 es devastador”, lamenta Jordi, que sí ha decidido hablar para esta iniciativa de Gogora, que recopila vivencias de víctimas de distintos tipos de violencia. Eran las 7.15 horas de la mañana del 7 de noviembre de 2001 cuando “sonó el teléfono fijo de casa”. Era el hermano de Jordi, Iñigo, de 20 años por entonces. “Me dice, literalmente: Han disparado a papá”, recuerda. José María Lidón salía del garaje de su casa en Algorta montado en su coche y acompañado por su mujer, Marisa, cuando las balas paralizaron su corazón. Delante, en su propio vehículo, iba Iñigo. “Ahora lo piensas y dices: Igual me tenía que haber acercado a mi padre. Pero mi madre estaba totalmente desbordada y también mi hermano. Yo estaba pendiente de ellos. Son momentos de caos e incertidumbre; no estás preparado para ellos”, traslada el hijo del que fuera juez de la Audiencia de Bizkaia y también profesor de Derecho Penal en Deusto en una grabación que ayer escucharon, entre otros, el portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka; la consejera de Trabajo y Justicia, María Jesús San José; la directora de Gogora, Aintzane Ezenarro; el presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, Juan Luis Ibarra; el alcalde de Getxo, Imanol Landa; y los concejales del Consistorio, Oier Iturralde, de EH Bildu, y Santi Sainz, de Ciudadanos.
“En los días posteriores, no tienes ni capacidad de sentir algo definido. Sí tienes una rabia que nunca más sentirás. Lo complicado de asimilar es que lo que ha ocurrido no tiene explicación. Un accidente o una enfermedad son cosas que pueden pasar, pero que disparen a tu padre es algo que no puede entender nadie. La sociedad, entonces, veía a unos buenos y a otros malos que había que aniquilar”, considera el hijo mayor del magistrado de Girona asesinado, que, asimismo, asegura que, actualmente, “con perspectiva”, la gente ve de “diferente manera” el modo de actuar de ETA y que ello “permite reflexionar y madurar”.
Tras la muerte de José María Lidón, su familia dejó su hogar y se marchó a Bilbao. “En Algorta había mucha gente vinculada a la izquierda radical; había un ambiente raro en el pueblo”, evoca Jordi, que cuatro años después del fallecimiento de su padre, se casó. “Conseguí seguir con mi vida”, desvela. Algo que resultó -y resulta- mucho más complicado para su madre y para lo que contribuiría “saber quién es el autor material de los hechos; eso nos ayudaría a cerrar heridas; nos daría paz que el tema se resolviera a nivel judicial”, desea Jordi Lidón. - M. Hernández