a juzgar por la reiteración de hechos relacionados con el desarme definitivo de ETA en los últimos días, parece deducirse que 2017 puede ser el momento pretendido para dar de baja los arsenales de los que aún dispone esa organización.
Por una parte, el Foro Social Permanente presentó el documento Por un desarme consensuado, ordenado e internacionalmente verificado, que reafirmaría la hoja de ruta que propuso el pasado 3 de enero implicando a la sociedad civil, a las instituciones de Nafarroa, Iparralde y la Comunidad Autónoma Vasca, y a los colectivos de presos para impulsar ese desarme. Pocos días después, el pasado fin de semana, el diario Gara publicaba una extensa entrevista a David Pla, actualmente en prisión y, al parecer, nombrado interlocutor por parte de ETA para el “final ordenado”. Anuncia Pla un proceso de reflexión entre la militancia a partir de la próxima primavera “para la resolución del conflicto”.
Hay que destacar la coincidencia entre el Foro Social Permanente y el portavoz de ETA respecto a los criterios a seguir para esa hoja de ruta del desarme, que podrían resumirse en: ratificar la validez de las conclusiones de la Conferencia de Aiete, la implicación directa de la sociedad civil, el aval de las instituciones vascas y la colaboración de los mediadores internacionales. En cuanto a la implicación de la sociedad civil, el modelo sería la que acabó en detenciones en Luhuso el pasado diciembre. La referencia a las instituciones vascas quedaría limitada a los parlamentos vasco y navarro, en ningún caso a sus gobiernos.
Llama la atención esa omisión deliberada a la participación del Gobierno Vasco, que desde 2014 mantenía en vigor su propuesta para el desarme sin que hubiera recibido respuesta alguna por parte de ETA. David Pla, en su entrevista, aclara este silencio sobre la citada propuesta: “El problema es que nació muerta, porque no era una propuesta para llegar a acuerdos y salir del bloqueo, sino un instrumento inventado por el PNV para sacar ventaja política de la situación de bloqueo impuesta por los estados, con el objetivo de desgastar la posición de ETA y la izquierda abertzale”. No parece demasiado razonable esta apreciación y este rechazo, teniendo en cuenta que el Gobierno Vasco hasta había dado crédito a aquella parodia de entrega de armas en febrero de 2014; más aún, el propio lehendakari acudió a la Audiencia Nacional a defender a los mediadores internacionales que asistieron como testigos a aquella pantomima.
Llama también la atención la reiterada referencia a la Comisión Internacional de Verificación como otro de los agentes claves en la resolución del conflicto, cuando desde 2014 los mediadores no han hecho ninguna declaración pública ni se tiene constancia de su conformidad con esa hoja de ruta si es que la conocen.
No hace falta ser demasiado mal pensado para deducir que ETA y quienes coinciden con sus planteamientos respecto al desarme, mantienen la firme decisión de excluir al Gobierno Vasco del proceso porque no están dispuestos a renunciar al rédito político en exclusiva que pudiera derivarse del final definitivo. Para ello apelan a la implicación de la sociedad civil, personas de buena voluntad que deciden aportar su esfuerzo a base de inutilizar de manera artesanal las armas que se les hacen llegar, echando mano del taladro, o la rotaflex, para colaborar en un intento entusiasta por suplir lo que los estados bloquean. No importa que por esa vía acabasen detenidos, que el método no fuera verificable, ni eficaz, ni serio. Pero así, en histórica apelación a la épica, vuelve a echarse mano de la buena voluntad de la gente.
Entre que los mediadores internacionales quedan limitados a convidados de piedra, la constante alteración de la hoja de ruta y la evidencia del rechazo por parte de ETA a cualquier solución que no sea la suya, es lógico que el Gobierno Vasco haya optado por la inhibición. El lehendakari, por decirlo así, ha tirado la toalla y se limita a reclamar de ETA un desarme unilateral y rápido. Es un problema de ETA, y la pelota está en su tejado. De nada le vale reclamar que son los estados los que deben dar el paso, porque no lo van a dar y el tiempo juega en su contra.
Van pasando los años desde que renunció a la lucha armada, pero ETA sigue mareando la perdiz sin saber cómo resolver su final, mientras la sociedad vasca apenas se entera de sus comunicados y sus entrevistas, les mira como la vaca al tren, aburrida ya de tanto circunloquio, tanta hoja de ruta y tanta demora. A ver si es verdad lo que anuncian, y este 2017 se acaba la historia de una vez.