Bilbao - Sindicalista reconocido y ex presidente de la Cámara Agrícola de Iparralde, Mixel Berhokoirigoin (Gamarte, Nafarroa Beherea, 1952), ha vivido dos semanas de mucho protagonismo público tras su detención en Luhuso, junto con otras cuatro personas vinculadas con la destrucción de armas de ETA. Tras un año de reflexiones sobre la manera de desbloquear la situación de la entrega de armas ante la negativa de los Estados español y francés de atender a las llamadas de ETA para acordar la entrega de su arsenal, este grupo de personas conocidas en Iparralde decidió implicarse y contactó con la organización armada el 19 de octubre para acometer la destrucción de parte de las armas. Recibieron las armas el 16 de diciembre: 11 baúles de armas selladas por ETA y las llevaron en furgoneta al caserío de Luhuso. Una vez allí se pusieron a inutilizarlas de manera artesanal, y después pretendían mostrar al mundo con una grabación en imágenes de lo realizado. No pudieron hacerlo, pues a medio camino llegó la policía francesa y detuvo a los tres, al cámara de televisión y a la propietaria de la casa.
¿Erais conscientes de que podíais ser detenidos?
-Totalmente conscientes y lo asumimos. Además no pretendíamos hacer una actividad clandestina. Nuestra intención no era ocupar un lugar que no nos corresponde, sino situar de nuevo el tema del desarme de ETA en la agenda de la sociedad. Esa ha sido nuestra motivación y creo que, visto la respuesta amplia, espontánea y plural de la sociedad, hemos logrado un avance respecto de la situación en la que se encontraba esta cuestión. Se estaba imponiendo una sensación de desesperanza y había que hacer algo.
¿Cómo valora las reacciones que se han producido en los Estados francés y español y en Euskadi?
-No lo conozco demasiado bien, especialmente la de España, aunque me lo puedo imaginar. La respuesta en Iparralde ha sido muy satisfactoria ya que se han entendido con naturalidad nuestras motivaciones y objetivos. Todo eso ha estado acompañado de una movilización aquí sin precedentes. Veníamos de una dinámica en la que ya se habían producido convergencias entre responsables políticos de formaciones muy distintas en algunas cuestiones importantes para Iparralde. Con todo, lo de estos últimos días ha superado todas las expectativas y ha supuesto un impulso en la reivindicación de que es el momento de dar un paso en la cuestión del desarme y del proceso de paz.
Sin embargo, y pese a que el juez de la Corte de París no les ha imputado por asociación de malhechores (el equivalente a pertenencia a organización terrorista), el Gobierno francés no varía su postura.
-Aún siendo así, no es menos cierto que nuestra actuación ha superado el ámbito de Iparralde y ha provocado que algunos dirigentes políticos se posicionen públicamente, al igual que lo han hecho algunos movimientos sociales y otros sectores. El proceso de paz no es una cuestión solo de Euskal Herria, es un asunto universal como se ha visto en los mensajes de solidaridad de colectivos y personas muy significadas en Francia.
¿La operación de Luhuso ha propiciado que EH Bildu y PNV publiquen, junto con otros agentes, una declaración conjunta a favor del desarme.
-Esa foto de Ortuzar y Otegi abunda en la idea de que se abre un panorama nuevo, un nuevo camino. Hoy se está en mejores condiciones para abordar el desarme y el proceso de lo que estábamos antes.
¿No sería más sencillo que ETA dijera a la policía dónde están las armas? ¿Por qué tiene que implicarse la sociedad civil, como lo han hecho ustedes en Luhuso?
-Creo que todos tienen algo que aportar, cada cual desde su ámbito de responsabilidad, también la sociedad civil. Se tiene que implicar porque la cuestión del desarme también le corresponde y tiene que manifestar su disposición a participar en él. No sé cuál es el método para abordar el desarme, pero tengo claro que no terminará bien si se busca la humillación de una de las partes. Después de lo que ha pasado en las últimas semanas, sé que ahora hay diferentes actores que pueden hacer posible el desarme, cada uno desde su ámbito y responsabilidad, pero con una misma brújula.
¿La detención ha desbaratado su vía de desarme?
-En absoluto. Nuestro objetivo no era volver a hacer lo que hicimos con una segunda remesa de armas. Solo pretendíamos desarrollar una acción que tuviera eco y activara a la sociedad. No es nuestro rol completar el desarme de ETA. Para que el proceso continúe es necesaria la activación y movilización social. No es la única condición, pero sí una de las más importantes. Sin ánimo de ser pretencioso, ese era nuestro objetivo. Somos personas conocidas en Iparralde por nuestra actividad pública en distintos ámbitos, nuestra trayectoria, principios y valores en favor de la democracia y contra la utilización de la violencia son de sobra conocidos.
¿Pretendían moverse en la clandestinidad?
-Todo lo contrario, estábamos y estamos dispuestos a asumir todo lo hecho. Pensamos que, siendo personas reconocidas y con una trayectoria y principios conocidos, teníamos que hacer algo para desbloquear el proceso. Sabemos que una cosa así necesita su tiempo y que los cinco años que han transcurrido desde la declaración de cese definitivo de la violencia por parte de ETA no es demasiado lapso, pero creímos que había que actuar. Además, no se puede dejar todo el trabajo en manos de las instituciones
¿Por qué querían grabar imágenes de la destrucción de las armas?
-Para nosotros era muy importantes filmar cómo neutralizábamos el armamento que ETA había puesto en nuestros manos, para que el mundo pudiera ver que no era una acción clandestina. Nuestra intención era hacer públicas esas imágenes y explicar a los Estados y a la gente cuáles eran nuestras intenciones. Queríamos hacerlo público, no sé de qué manera se hubiera sustanciado, pero la idea era que toda Euskal Herria y el mundo en general pudiera ver con sus propios ojos lo que habíamos hecho. No era una grabación para nuestra colección personal de películas ni tampoco para colgar unas imágenes en nuestro Twitter.
¿Además de la grabación, qué otras garantías querían dar a su acción de cara a tener credibilidad?
-Estaba previsto que una delegación internacional verificara el proceso. Ese grupo iba a llegar al día siguiente de la redada con el objetivo de asegurar que lo filmado responde a lo sucedido y que no se trataba de una película de ficción o un montaje. En definitiva, esa delegación iba a confirmar la destrucción de las armas.
¿Quiénes formaban esa delegación internacional?
-No conozco sus identidades ni otro tipo de detalles sobre ellos, lo único que sé es que son personas que están muy al tanto y conocen muy de cerca lo que está pasando en Euskal Herria.
¿La presencia de esa comisión estaba concertada de antemano?
-Estaba cerrado desde tiempo atrás.
¿Cuándo y por qué decidieron participar en el desarme?
-Ha sido una reflexión conjunta que viene de atrás, pero que la hemos plasmado y asumido tres personas. No somos tres iluminados, nuestras reflexiones han sido compartidas con otras personas. Llevamos algo más de un año pensando cómo implicar a la sociedad civil, sobre todo a partir de la Conferencia de Paz de París que ofreció algunas lecciones a tener en cuenta en el proceso. Desde entonces nos hemos reunido en varias ocasiones y en un momento decidimos decir a ETA que, ante la situación de bloqueo, estábamos dispuestos a comprometernos en el desarme. Le expresamos nuestra disposición a hacer aportaciones y a partir de entonces las dos partes hemos dado ese paso.
Fueron ustedes los que tocaron a la puerta de ETA y no al revés.
-Efectivamente, nosotros enviamos una carta a ETA para comunicarle que estábamos por la labor de ayudar en el desarme. Hay que dejar bien claro que nosotros no tenemos ninguna vinculación orgánica con ETA, no somos dependientes de ETA. Una vez que esto quedó bien claro, le pedimos que renunciara a la gestión política del desarme, lo que se nos aseguró en una segunda carta en la que también confirmaba su intención de proceder a un desarme lo más pronto posible y a declararse como organización desarmada. Todo ello ofrece unas posibilidades que no se han dado hasta ahora y, si se llevara a efecto, permitiría también abordar las cuestiones de las víctimas y los presos, tal y como ha ocurrido en otros conflictos armados que se han dado en el mundo. Esa ha sido la base de la hoja de ruta de nuestra acción.
¿Cómo procedieron a destruir las armas de ETA?
-Llevamos las armas al caserío de Luhuso en una furgoneta y nos pusimos manos a la obra no tanto a destruirlas como a neutralizarlas, inutilizarlas para que no pudieran volver a ser utilizadas. Para ello contábamos con un taladro y una pulidora. Y eso es todo y así se lo hemos contado al juez tanto en Baiona, primero, como en París, después. No hemos ocultado nada y por eso su acusación contra nosotros se ha limitado a la posesión de armas de ETA y a su traslado. Cuando se tiene un arma en la mano, se pueden hacer dos cosas: usarla para perpetrar un atentado, o neutralizarla y destruirla. Desde esa perspectiva hay que evaluar nuestra acción.
¿Si no les hubieran detenido, hubieran continuado destruyendo armas?
-No, nuestra aportación se limitaba a esa remesa y a esa grabación. Ese era nuestro rol, colocar el tema del desarme de nuevo en la agenda y movilizar a la sociedad. La destrucción del armamento que queda -dicen que lo que había en Luhuso era un 10 o un 15% del arsenal total que guarda ETA en diversos zulos, yo no lo sé- lo deberán encauzar otros a través de canales oficiales.
¿Se sintieron vigilados en algún momento?
-Es fácil hablar a posteriori. Yo no sé si lo estábamos, pero es evidente que una operación policial de ese calibre no se monta porque al mediodía se ha visto algo sospechoso y a las cuatro de la tarde te detienen.