Una vez sellado el pacto en Euskadi toca desbrozar algún otro atajo más hacia el entendimiento y buenrollismo general que se va respirando, librado como nos hemos del decreto ley que te crió. Desentumecida la mandíbula gracias a que flojea la mordaza, un pourparler, ocurre que hasta a las obras faraónicas de cientos de millones se les puede dar una vuelta, así que no digamos, claro, a la sensibilidad no foral. De ella hizo gala el sábado la vicepresidenta, inmortalizada junto al árbol de Gernika en modo máxima voluntad de decir alguna vez que sí a algo. Una palabra suya, de la ministra de las Administraciones Territoriales, bastaría para sanarnos del “litigioz litigio” que ha imperado en cada consejo de ministros viernes a viernes.

Podríamos acostumbrarnos a este statu quo de un ejecutivo en busca de apoyos, somos de natural de talante fácil y acomodaticio. Es lamentable que en casa de Mariano se prodigue el jarabe de palo cuando en realidad todos y cada uno de sus ministros llevan dentro un talante tan proclive a cambiar de posición (para mejor). Crucemos los dedos, que no influya en su ánimo ver pasar por delante los cadáveres normativos que está procurando esta legislatura, tan tardona ella en empezar a darle salida a todos sus poderes. Confiemos en que la práctica del carpetazo no cree adicción, que siente mucho mejor a sus señorías ejercitar la mente con cálculos matemáticos, el agotamiento mental suele facilitar el sueño a la población, en la que incluimos a la bancada azul, qué alegría de aritmética.

No podemos evitar, sin embargo, que se nos erice la piel con el uso y abuso de expresiones como tumbar, demoler, perder votaciones refiriéndose al grupo parlamentario del PP. La debilidad política de quien ha tapado la boca hasta a los leones de las Cortes no debiera hacer perder de vista su capacidad de convocar generales -elecciones- a la primera de cambio. Ojo, sin ánimo de enturbiar la Operación Diálogo/Talante puesta en marcha, que de la discrepancia y la conflictividad bien poco hemos obtenido.

En este tiempo de donde puse una ofensiva judicial en toda regla pongo ahora un pelillos a la mar es donde, tal vez, debiera aprovecharse para apuntalar la arquitectura singular. Se diría que no hay empacho en usar políticamente ciertas cuestiones, y ahí es donde más nos duele, este vaivén desde cuestionarlo permanentemente todo y de llevar las relaciones al límite a mira ahora qué poca obsesión me luce con las capacidades de los vascos y las vascas.