fue uno de los protagonistas de la jornada de ayer en la Casa de Juntas de Gernika. Desde su llegada al recinto ante la curiosidad de los vecinos por ver de cerca al president de la Generalitat de Catalunya con su peinado beat, su aire de despistado y su rostro tímido de niño travieso, Carles Puigdemont cautivó la atracción de los presentes. Impactante fue el silencio que se hizo a su entrada a la sala de plenos minutos antes de comenzar el acto solemne. Todos los representantes políticos e institucionales enmudecieron y escrutaron sus movimientos a la espera del choque con Soraya Sáenz de Santamaría, que era por protocolo la siguiente en entrar. Con el paso de los minutos, y ya fuera del plenario, el president catalán fue despojándose de ese aura y no tardó en ser requerido por todos para un saludo o una conversación.

Le fue cogiendo la medida al ambiente y su inmersión llegó al punto de que una vez concluido el acto se personó en el batzoki de Gernika, a unos 400 metros desde la Casa de Juntas, y ante la sorpresa de la numerosa concurrencia en el bar, se acercó al lehendakari Urkullu que había llegado minutos antes y que era agasajado y felicitado por los suyos.

El impacto de la visita fue total entre los presentes y se acrecentó con la llegada poco después de la presidenta navarra, Uxue Barkos. Rodeados por la gente, los tres intercambiaron impresiones como cualquier otro cliente hasta que rompieron a aplaudir ayudados por la gente. Fue un momento de complicidad y de fuerte carga emotivo entre los tres presidentes autonómicos difícil de producirse en los salones de la política institucional.

Antes, en la Casa de Juntas, durante una comparecencia ante la prensa, Puigdemont ya había lanzado algunos guiños al Gobierno vasco y a su lehendakari. Así expresó su “satisfacción” y “honor” por asistir como presidente de Catalunya a la toma de posesión del lehendakari. “Es un placer y me siendo feliz de acompañar al máximo representante del pueblo vasco”, señaló. Asimismo, destacó que “entre estas dos naciones existe una antigua tradición de respeto, afecto y solidaridad”, y su presencia en el acto obedece “a esta vocación de acompañarnos en los momentos importantes”.

Preguntado sobre la vía soberanista catalana y su comparación con la fórmula de bilateralidad entre Euskadi y el Estado que propugna Urkullu, el president de la Generalitat expresó su respeto por las decisiones del pueblo vasco en relación con el autogobierno, aunque recordó, en referencia a Catalunya, que el Gobierno español, cuando se apela a los grandes pactos de Estado, “siempre acostumbra a desaparecer”. A renglón seguido agregó que “cuando el País Vasco necesite nuestro apoyo, lo va a encontrar”. Aunque no quiso valorar el pacto de gobierno suscrito por el PNV y el PSE en el que se comprometen a reformar el Estatuto de Gernika, Puigdemont expresó su respeto por “cada una de las opciones que adopte el pueblo vasco” y refirió a la experiencia catalana.

“Sí es cierto que nosotros recorrimos un camino en ese sentido, de reforma del Estatuto, de pacto por el derecho a decidir, de un pacto de amplio espectro y propuesta mayoritaria, y conocen muy bien cuál fue el final de este recorrido, no por decisión de Catalunya, como no lo va a ser del País Vasco, sino por decisión de un tercero que cuando se le apela a los grandes pactos de Estado en estos casos siempre acostumbra a desaparecer”, manifestó.

junto a sáenz de santamaría Durante el acto de toma de posesión, el protocolo dictó que Puigdemont se sentara en el plenario de la Casa de Juntas de Gernika junto a la vicepresidenta del Gobierno español, Soraya Saénz de Santamaría, con la que habló mientras esperaban el inicio de la ceremonia.

Al acabar el acto, el president catalán declaró a los periodistas que había intercambiado con la también ministra de Administraciones Públicas “palabras de cortesía y amabilidad”. En este sentido, añadió que “teníamos claro que el protagonismo era la toma de posesión y por tanto no ha ido más allá de esas palabras de cortesía y de vecindad”, agregó.