Los gestos son importantes. A veces, incluso son síntoma de algo más. Ayer, en el Parlamento Vasco, volvió a verse uno de esos gestos simbólicos de fondo en el aplauso unánime de los representantes de todos los partidos -los que unos minutos antes habían votado sí, los que optaron por el no y los que decidieron abstenerse- al inmediatamente antes reelegido lehendakari, Iñigo Urkullu.

Ese aplauso general y el saludo agradecido de Urkullu a cada uno y cada una de los líderes de todas las formaciones simboliza la consolidación de ese nuevo tiempo político al que aún le queda un buen recorrido pero que está dando lugar a un gran cambio climático en las relaciones en Euskadi. Llámenle oasis vasco, hecho diferencial o simplemente talante pero desde el fin de la violencia de ETA la crispación y el enfrentamiento están dando pasos hacia el diálogo transversal, el acuerdo entre diferentes y la convivencia (con perdón). Llegarán momentos de tensión, de confrontación dura, pero es de esperar que se mantenga dentro de los cauces de este nuevo espíritu parlamentario.

Sea por pura necesidad o por vocación -creo que por ambas-, Urkullu, nada más ser reelegido, insistió en tender la mano “para unir fuerzas al servicio de Euskadi” y pidió colaboración a todos los partidos. Ahí es cuando hay que pasar de los gestos a los hechos. Pocas horas después, se hizo pública la composición del nuevo Gobierno, un gabinete plural, paritario -seis hombres y cinco mujeres-, profesional pero con más que suficiente peso político, continuista en lo fundamental -se mantiene el núcleo duro del anterior: Erkoreka (sobre todo), Tapia, Darpón y Beltrán de Heredia- pero con novedades más allá de la incorporación de los consejeros socialistas como la del experimentado y buen conocedor de la materia (Hacienda y Economía) Pedro Azpiazu, el también curtido y habituado al diálogo Bingen Zupiria (zorte on, lankide) y de María Jesús Carmen San José, sin duda la más desconocida del nuevo equipo Urkullu.

Los socialistas han optado, sin sorpresas, por la experiencia de gestión y peso de Iñaki Arriola y dos perfiles profesionales, con trayectoria y buena prensa como Artolazabal y Retortillo.

Un Gobierno que deberá empezar por donde lo hizo ayer Urkullu: por la cohesión -que no haya dos gobiernos en uno-, el diálogo y el talante. El aplauso ya deberá ganárselo.