sólo al PP le parece mal que dos formaciones, EH Bildu y PSE, se reúnan y anuncien que seguirán manteniendo una relación estable y normalizada; con sus coincidencias y sus diferencias. Es decir, lo normal. En realidad, lo que está ocurriendo en Euskadi en los últimos años y más aún tras la celebración de las elecciones al Parlamento vasco en septiembre es lo que ocurre en un sistema democrático de partidos: reuniones de todos con casi todos.

Sólo el PP queda fuera de esa normalidad y pretende convencer al resto de que su postura es lo congruente mientras que los demás cometen gravísimos errores sólo por hablar entre ellos. Imagino que va a ser una cuestión de tiempo y que cuando Arantza Quiroga pretendió enmendar esta carencia y le costó el puesto, sencillamente se estaba adelantando a lo que ha de venir.

Mientras, la política vasca se va a articular en esta legislatura en torno a cuatro partidos que sí dialogan entre ellos y que manifiestan voluntad de acuerdo pese a sus lógicas discrepancias. No minimizar esos desacuerdos, algunos de raíz muy profunda, puede ayudar paradójicamente a abordarlos con voluntad constructiva.

Ese cruce de reuniones, que algunos califican de impostura porque sus resultados son a simple vista inexistentes, son los que encarrilan una relación que bien podría alumbrar grandes acuerdos en el futuro. Pongamos el caso del autogobierno. Sabemos que PNV, EH-Bildu, Elkarrekin Podemos y PSE, sobre todo este último con respecto a los tres anteriores, parten de principios que resultan muy difíciles de casar. Pero si lo que se busca es un nuevo estatus duradero y de base amplia, el esfuerzo de aquilatar los principios (no la renuncia a ellos) a la realidad social merecerá la pena y tendrá el reconocimiento debido hacia la política, necesitada como anda de un espaldarazo que la prestigie.

El diálogo es prestigio, por eso nos debemos felicitar de esta normalización en la que los acuerdos son criticados por quienes quedan fuera de él, pero no cortan la relación fluida. Fíjense cómo ha cambiado el tono y cómo las declaraciones o las notas de prensa tras las reuniones donde no ha habido acuerdo añaden siempre la expresión “quedamos abiertos a futuros acuerdos” y otras del mismo tenor.

A los firmantes de acuerdos lo que les toca es explicarlos, hacer pedagogía, señalar dónde están los límites de las discrepancias pactadas y hasta dónde alcanzan los compromisos adquiridos. Ese es el momento de la transparencia y también el momento de hacer una valoración detallada de lo suscrito. Hacerlo por adelantado es sólo tratar de sacar la cabeza para ganar un efímero espacio comunicativo.