donostia - ¿Por qué se ha alejado Sortu de la sociedad?

-En Abian apuntamos a cuatro causas. La primera, que en la nueva apuesta política de hace seis años no nos dimos cuenta a tiempo de que la alternativa al bloqueo de los estados era continuar con la unilateralidad. La segunda, que no supimos adecuar nuestras propuestas a la situación de crisis: las consecuencias empezaban a afectar a mucha gente mientras seguíamos excesivamente centrados en lo que llamamos la resolución del conflicto. La tercera, que Sortu y EH Bildu lograron en 2011 unos resultados espectaculares cuando lo político-institucional comenzaba a sufrir su mayor descrédito reciente. Por último, no acertamos en adaptar los esquemas mentales de la izquierda abertzale a esa nueva estrategia.

¿Por qué no se consolidó el soberanismo de izquierdas cuando ocupaba el mayor poder de su historia y España padecía una grave crisis?

-Estuvimos excesivamente centrados en la resolución de las consecuencias del conflicto. Seguimos de forma excesivamente mecanicista un planteamiento de tres grandes etapas: resolución de las consecuencias, diálogo político inclusivo para acordar y hacer respetar un marco político democrático, y abordar la acumulación de fuerzas para un proceso como el catalán. El esquema no era tan lineal, pero su lectura terminó resultándolo. Nos centramos en exceso en el primer apartado, olvidando que la manera de forzar al Estado a abordar las consecuencias del conflicto hubiera sido continuar avanzando en esa acumulación.

¿Cuáles son las principales características de esta refundación?

-Sortu se define como partido-movimiento porque aspira a aglutinar y a articular a las personas y organizaciones del movimiento de la izquierda abertzale. Para ello tiene que incorporar elementos para responder a la realidad de movimiento y también los propios de un partido. En cuanto al concepto de militante, toda aportación, por puntual que sea, será valiosa y necesaria. Del modelo de organizativo, muy unido a la definición de partido-movimiento, destacaría que para responder a los retos planteados en la línea política la izquierda abertzale y Sortu deben abordar toda una revolución de cultura organizativa y política. Sobre la línea política no hay tanta novedad desde Abian...

Pero sí fijan el 2026 como año de la república confederal vasca.

-Ponemos esa fecha simbólica que, según las coyunturas, es factible. Desde el principio de realidad, cualquier estrategia exitosa tiene que partir de las tres realidades jurídico-administrativas fruto de imposiciones y divisiones. La ponencia plantea que la estrategia confederal y asimétrica son tres trenes con una estación final con tres andenes. Cada realidad es un tren que puede recorrer su camino al ritmo propio, marcado por la voluntad mayoritaria de esos tres espacios. Cada uno tendría que poder llegar a constituirse en Estado si fuera la voluntad mayoritaria. Esos tres espacios confluirían bajo un estatus de independencia en una confederación.

¿Por qué siglas habituales en ponencias anteriores como MLNV o ETA no aparecen? ¿La ponencia está diseñada para una fase que pretende ser diferente?

-No es deliberado, será reflejo de que nos encontramos en otro ciclo al que dio pie el cambio de estrategia de la izquierda abertzale y se impone una lógica mucho más vinculada a la construcción de un proyecto con el cambio de cultura política y organizativa. Esa ausencia de los términos a los que te refieres quizá sea reflejo de los quehaceres de este nuevo ciclo.

¿La detención de Irastorza es más el mensaje de un Gobierno recién designado que la detención en sí?

-Como carta de presentación no resulta muy halagüeña. Es inaudito que exista una organización armada, no ya que manifiesta su disposición para un desarme acordado y ordenado, sino que ha anunciado que está llevando a cabo de forma propia ese proceso, y que frente a eso se encuentre un Estado haciendo todo lo posible por obstaculizarlo. No creemos que vaya a haber cambios en los próximos tiempos.

¿Qué significa que Sortu debe “cerrar el camino a cualquier tentación de ser pastor y, al mismo tiempo, dejar de ser ovejas”?

-Se refiere al cambio de cultura política y organizativa. En términos sociológicos que acuñó Manuel Castells, es pasar de una identidad resistente a una identidad-proyecto. Tenemos que ser capaces de construir una identidad-proyecto como ya construimos una identidad resistente. El segundo ingrediente es que la izquierda abertzale -Sortu en particular- deben abandonar cualquier tentación dirigista y apostar por un esquema de dinamización basado en el liderazgo democrático no autoproclamado y la colaboración con otros agentes.

¿Por qué explicitan que “Sortu no es una organización política de vanguardia y menos aún una organización dirigista”? ¿Por la experiencia de la Diputación guipuzcoana?

-No responde directamente a esa experiencia, pero también cabría establecer una conexión. Se refiere más bien a la forma de actuar que la izquierda abertzale ha tenido muchas veces, una práctica que, sin ser deliberada estos últimos años y por inercias del ciclo anterior o épocas pasadas, se ha terminado por imponer. Un modo de actuar en la que en ocasiones se dejaban traslucir tics de ese tipo, dirigistas. En el caso de la Diputación, lo hemos manifestado en ocasiones: no puede haber atajos.

¿En qué sentido?

-Desde la izquierda no podemos entender las instituciones como punta de lanza de la transformación, sino más bien como retaguardia. No cabe tratar de adelantar proyectos o fases desde lo institucional si no tienen el suficiente respaldo social. La única vía para conseguir avances en la política de residuos o la que sea no puede ser llevarlas a la práctica porque, por mucho de que hayas ganado las elecciones por la mínima, pueden no contar antes con el apoyo de la sociedad. No es nueva esta autocrítica. Creo que nos equivocamos, que nos confundimos, y tratamos de poner el carro delante de los bueyes.

Sortu deja muy claro que la función de unidad popular corresponde a EH Bildu y EH Bai, pero Askatasunaren Bidean llama a crear otra unidad. ¿Esta división resta fuerzas a la izquierda soberanista?

-Creemos son sectores muy minoritarios, un tanto descontentos con la evolución del proceso político en estos cinco o seis años, y que no tienen la fuerza suficiente ni que la tendrán para condicionar un proceso de estas características.

¿Cómo se logra un apoyo mayoritario sin contentar “únicamente a los sectores más radicales e ideologizados” pero sin renunciar a estos sectores “en aras de un pragmatismo mal entendido”?

-Pues con mucho cuidado. Hay que atender al principio de realidad sin planteamientos del todo extemporáneos que apelen a teorías políticas que en su contexto han podido resultar efectivas pero que ahora pueden carecer de toda practicidad. Sortu tiene una especial responsabilidad con este asunto: trata de hacer ver a sus socios de coalición o a algunos de ellos que no se puede desatender completamente a los sectores más combativos de la sociedad porque el proceso de transformación carecería de la fuerza necesaria; y asimismo, y esto interpela más a la izquierda abertzale, tampoco se puede pensar en un proceso mayoritario si se plantea atendiendo solo a las demandas del momento de esos sectores más combativos.

Vista la tradición de la izquierda abertzale, ¿es aplicar la ponencia el mayor desafío?

-Sí, probablemente, y quizá más en relación al modelo organizativo, aunque no solo. Será un cierto proceso de ir viendo qué desarrollos organizativos previstos hoy resultan efectivos y cuáles no. Ha de ser un proceso muy dinámico, de adaptación, que hagamos los ajustes que nos permitan avanzar al modelo. Será necesaria mucha pedagogía. Tenemos que ser capaces de hacer ver a unos y a otros que, como decía Aristóteles, la virtud reside en el equilibrio. La garantía de éxito del proceso soberanista y de transformación social residirá en ser capaces de guardar ese equilibrio, con las contradicciones que se generarán.

“El marxismo como uno de los principales métodos de análisis de la realidad social, eso sí, adecuándolo a las condiciones de Euskal Herria porque lo que Sortu persigue es la construcción del socialismo, no la fidelidad al dogma”. ¿Se matizan como el PSOE de 1979?

-En ningún caso. El PSOE renunció al marxismo como método de análisis. En la izquierda abertzale hay sectores, que aunque minoritarios, han venido imponiendo una serie de lecturas históricas dogmáticas y por eso ese matiz: el marxismo seguirá siendo el principal método de análisis aunque no el único, pero no será a costa de una lectura irreflexiva o dogmática, sino adaptada a la realidad del siglo XXI y a esta parte de Europa occidental. La izquierda abertzale nunca ha sido un movimiento dogmático, siempre ha sido capaz de beber de fuentes de izquierda revolucionarias muy diversas y hacer una adaptacióna a la realidad de Euskal Herria.

En el 79, el PSOE asumió el marxismo “como instrumento teórico, crítico y no dogmático para el análisis y transformación de la realidad social, recogiendo las distintas aportaciones que han contribuido a hacer del socialismo la gran alternativa emancipadora”. ¿De verdad que no se parecen?

-(Ríe) No, no? Lo que se demostró fue que era la condición que puso Felipe González para encabezar el PSOE. A lo que condujo no tanto ese párrafo sino la práctica diaria del partido es a lo que hemos conocido.

¿Qué diferencia hay entre los talleres de Sortu y los círculos de Podemos que buscan debatir sobre problemáticas concretas tratando de atraer a expertos e interesados?

-No conozco exactamente los círculos, pero sería algo parecido. No por atraer la participación de expertos, que también, sino por ser dinámicas espacios de encuentro y reflexión de personas, militantes y no, de ámbitos sectoriales. Pretenden dar salida a muchas cuestiones: sobre la realidad sociolingüística del país o sobre la situación de la mujer y, en otras, talleres con objetivos inmediatos como diseñar una dinámica activista propia. Serán espacios muy maleables para abordar reflexiones estratégicas o con objetivos más prosaicos como una campaña comunicativa.

¿Cuál es la “nueva épica” a la que apelan para atraer a los jóvenes?

-Tenemos el gran reto de empezar a construir una identidad-proyecto en el que el elemento central de vinculación sea construir esa república propia, no tanto combatir el estado de cosas actual, aunque será necesario seguir denunciándolo. Debemos ser capaces de hacer algo muy similar a Catalunya, donde son capaces de construir esa épica de gran potencial para atraer a los sectores más jóvenes, combativos y concienciados. En esto, me gustaría hacer un apunte. Durante estos años, y es una de las razones de que haya habido sectores un tanto desencantados con el accionar de la izquierda abertzale, quizá como consecuencia de ese secuencialismo se ha terminado relegando un poco la confrontación bajo la idea de que toda confrontación podía recordar en exceso al ciclo anterior...

¿Y ahora?

-La nueva estrategia no es una apuesta por la ausencia de confrontación, sino todo lo contrario: pretende/busca multiplicarla, si bien pacífica y democrática. Como demuestra Catalunya, sin confrontación difícilmente desarrollaremos un proceso que recupere los derechos nacionales, sociales y económicos de este pueblo. Parte del problema estos años, que ha motivado el desencanto de sectores juveniles históricamente adscritos a la izquierda abertzale, tiene mucho que ver con eso: la ausencia de un planteamiento nítido al poner en pie la nueva apuesta política que active una confrontación como pueblo, no desarrollada por cuatro hablando mal y pronto, sino por 400.000.

Por lo tanto, una fase marcada por la confrontación.

-No es que la deseemos -ninguna sociedad la desea, ni Catalunya-, pero en la medida en que tus demandas de soberanía y de respeto de derechos chocan con la cerrazón de Madrid, esta sociedad tendrá decidir si sigue sometida a una política de ninguneo o hará valer su voluntad mayoritaria, aunque esto suponga confrontar institucional y socialmente.