Cómo nos gusta personalizarlo todo, reducir la escena a la mínima expresión, somos tan aliados de la ley del mínimo esfuerzo! Lo último en sesudo debate político es colocar a Iñigo en una esquina del ring frente al otro púgil del combate, Pablo. Se hace notar que obviamos apellidos por decisión tomada a conciencia, en revancha de la anterior púgil derrotada, Hillary.
No pregunten exactamente qué diferencia a una de otra lista de primarias, no van a encontrar quien se lo explique. La sombra del sorpasso es alargada, aunque no tengamos a la vista cita fija en el calendario electoral (¿o sí?). El público asistente a la velada opta en las apuestas por algo más que un simple calzón rojo o verde (un respeto al azul gaviota). En realidad, menos mal que están los traductores simultáneos: lo de las primarias en Podemos representa que quien asome el bigote después del proceso puede erigirse como la vena posibilista de Podemos, con quien un día el PSOE podría volver a replantearse algún tipo de colaboración -aunque sea con un palo-, o el continuismo de lo radical en grado sumo del aspirante a vicepresidente. Los que asisten a su propia fuga incesante de votos no se pierden ripio de los sucedidos ajenos. Que si las tesis errejonistas se ven con buenos ojos (es un decir) con respecto a la otra facción en liza, las propuestas pablistas o pablinas... Los que se hallan inmersos en un profundo proceso de renovación interna, al que no acaba de vérsele salida, especulan con si les viene mejor que se imponga la vía menos extremista.
El bajonazo moral después de lo de Donald podría hacer pensar que en política lo que se lleva ahora es el candidato que dice exactamente lo que piensa, sin filtros ni pelos xenófobos, machistas, clasistas en la lengua. Trump no se ha hecho un antoniohernando en su vida, en ese sentido ha sido un tipo de fiar. Hasta que no se ha visto president in pectore no ha mentado eso tan manido de gobernar en nombre de toda la población, olvidar las divisiones y estar unidos. Justo el proceso contrario, a este lado del charco el sentido electoral es a la inversa. Vemos populismo y radicalidad en posicionarse en contra de las sicav, proponer la dación en pago -cuánto tiempo sin escucharlo- y entonar rogativas por dar marcha atrás a la reforma laboral que les ha quitado un cero a los mileuristas, esa gente. Veremos si el business de Espinar tiene entre los suyos el mismo efecto que el diferido en la dirección y votantes populares: cero patatero.