P ocas veces un partido político había cambiado en algo de tanto calado en tan poco tiempo. Me refiero, por supuesto, al PSOE, que en menos dos meses ha pasado de jurar que iba a votar en contra de Mariano Rajoy tantas veces como hiciera falta a hacerle, hoy, si nadie ni nada lo remedia, presidente del Gobierno.
No obstante, hasta el momento de la votación seguirá existiendo el pequeño misterio sobre si la abstención será de todo el grupo socialista (como decidió el Comité Federal) o solo de parte de él, ya que por lo visto en la bancada socialista hay quien vota en conciencia y quien no, siendo los primeros los que mantendrán su voto negativo y los segundos los que perpetrarán la traición a su electorado en forma de abstención.
Alegan los del “voto en conciencia” que nadie puede obligarles a votar aquello en lo que no creen y que hasta la Constitución les avala. Y es cierto que la Constitución en su artículo 67.2 afirma que “los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados al mandato imperativo”, y en el 79.3 que el voto “es personal e indelegable”. Sin embargo, también dice en el artículo 6 que “los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política”. Por su parte, la Ley Orgánica de Régimen Electoral General en su artículo 44 afirma que para las elecciones “Pueden presentar candidatos o listas de candidatos: a) Los partidos y federaciones inscritos en el registro correspondiente; b) Las coaliciones constituidas según lo dispuesto en el apartado siguiente; c) Las agrupaciones de electores que reúnan los requisitos establecidos por las disposiciones especiales de la presente Ley”.
Es decir, que sus señorías no han sido elegidas por sus conciencias, sino por formar parte de una lista electoral perteneciente a un partido político, en este caso el PSOE. Es más, estoy convencido de que, si el número de diputados díscolos supera la media docena, salvo a los seis primeros, al resto no les conocerán ni los electores de la circunscripción por la que fueron elegidos y elegidas.
Sin duda, el discurso del voto en conciencia, el del voto de los socialistas de verdad o el del voto que se ajusta con el programa electoral, es mucho más amable y agradable que el de la responsabilidad, el sentido de Estado y el de aunque no nos gusta pero tenemos que hacerlo por España, como repitió el jueves impertérrito el falsísimo Hernando, pero eso, en el modelo democrático partitocrático actual, no es posible.
Así pues, si sus señorías realmente están tan a disgusto con la decisión de su partido, les recomiendo que se dejen de postureos y abandonen su escaño cuanto antes porque Mariano, el de “Aitor, te dejo mi tractor”, ya advirtió en la primera jornada de investidura que tonterías las justas y que, o en las grandes decisiones el PSOE vota lo que tiene que votar, o que no le temblará el pulso para convocar elecciones, y ahí, no hay conciencias que valgan.