El Comité Federal del PSOE se decantará mañana -por mayoría y a mano alzada por supuesto- a favor de facilitar otro Gobierno del PP mediante la abstención en la segunda ronda de votaciones de la inminente sesión de investidura de Mariano Rajoy. A tan polémica decisión se llegará sin entusiasmo por la vía del acatamiento disciplinario como así quiere la gestora y quienes la propiciaron tras defenestrar a Pedro Sánchez. Ocurrirá, eso sí, en otra aciaga mañana de desgarro interno para un partido sumido en la depresión política y a la que contribuye un devastador antagonismo entre la voluntad mayoritaria de sus bases y su atenazada dirección. Pero lo peor está por venir.
Mientras enrabietados socialistas acumulan miles de firmas para desangrarse en unas terceras elecciones que volvería a ganar Rajoy con más holgura todavía, el aparato de Ferraz ultima a trompicones y disgustos, pero en silencio y con el látigo en ristre, su definitivo golpe de gracia al voluntarismo efectista de Sánchez. El férreo pulso minero de Javier Fernández, mucho más respetado orgánicamente que el folclorista personalismo de Susana Díaz, jamás se inmutará por la creciente contestación de incontables Casas del Pueblo, entre ellas bastantes andaluzas. Pero el presidente asturiano tampoco es inmune y sufre por el evidente riesgo de descomposición interna que acecha sobre un partido abocado seriamente al precipicio estratégico por primera vez en su legendaria existencia.
Frente a semejante vértigo, Fernández empezará por rescatar el principio de la disciplina, al que se acogerán voluntariamente decenas de miembros del Comité Federal y muchos diputados, entre convencidos unos y garantes de su futuro o rentistas, otros. Así se ratificará la tormentosa vía de la abstención respaldada por una mayoría confortable que le impedirá al presidente de la gestora sonrojarse cuando acuda a retratarse ante el rey. A partir de ahí se encadenarán imparables las siguientes estaciones del espinoso vía crucis. De entrada, el retrato de los rebeldes que a buen seguro los habrá mañana y su consiguiente sanción; en paralelo, el ruido ensordecedor de los críticos del “no es no”, ensimismados con un imposible gobierno alternativo que les anunció el mesías Sánchez; más tarde, el demoledor tirón de orejas de Podemos y de los nacionalistas por favorecer al PP de Correa, Bárcenas, Barberá y los recortes. Y ese temor a que el exsecretario general aliente todavía más la indignación de las bases con selectivas apariciones mediáticas y visitas a las agrupaciones amigas, que las tiene en abundancia.
Claro está que el Estado Mayor de Ferraz no permanecerá cruzado de brazos. Apelará a su responsabilidad institucional, marcará un perfil propio cada vez más lejos de Podemos, se cuidará de no irritar demasiado al PP para evitar que se precipiten nuevas elecciones a mediados de 2017 y, sobre todo, iniciará una incansable labor pedagógica para explicar con datos en la mano que Sánchez jamás tejió un plan de gobierno alternativo y que lo suyo era simplemente un plan para lo suyo.