Tarjetas black para almuerzos de no se sabe cuántos tenedores, viajes, yates, coches de alta gama, trajes... Símbolos del lujo que disfrutó un buen puñado de empresarios y políticos y que ayer se desvanecía en un polígono industrial testigo del banquillo de acusados de dos grandes causas judiciales.

Porque ayer coincidieron en la sede que la Audiencia Nacional inauguró en 2009 en la localidad madrileña de San Fernando de Henares, alejada del mundanal ruido de la ciudad y construida en los terrenos del polígono industrial Las Fronteras, dos macrojuicios: el de las tarjetas black, u opacas, que para eso está el español, y el de Gürtel, o correa, en honor a su principal acusado.

Una escalera de una planta es la frontera que separa a las vistas de estas dos causas, que tienen en común el supuesto lucro ilícito de sus acusados. Algunos de ellos, como el expresidente de la patronal madrileña Arturo Fernández, acusado en las tarjetas black; el presunto cabecilla de la trama Gürtel, Francisco Correa, o el lugarteniente de éste en Valencia, Álvaro Pérez Alonso, El Bigotes, coincidieron en el vestíbulo y se saludaron.

Tan alejada estaba la sede judicial que solo una media docena de espectadores se quitó la pereza y se trasladó hasta el polígono para proferir insultos a los acusados a medida que llegaban al edificio. Eran afectados por las preferentes, pero no solo arremetieron contra Rodrigo Rato o Miguel Blesa -de las black-, sino contra Correa, el extesorero del PP Luis Bárcenas, El Bigotes y algún miembro más de esa “banda de gaviotas que tenía que estar en Soto del Real”, como gritó uno en alusión a la cárcel madrileña y al símbolo del Partido Popular.

desahogo público No podemos saber si la expectación hubiera sido mayor si ambos juicios se hubieran celebrado en las sedes de la Audiencia en la capital, pero los pocos que al menos permanecieron toda la mañana en el polígono intentaron quedarse a gusto. Como también la docena de integrantes del grupo de ultraderecha Hogar Social Madrid, que con sus habituales caretas azules lanzaron dos pelotas de goma del mismo color en las inmediaciones del edificio judicial, sin que el incidente fuera más allá de la identificación policial y la orden de los agentes de que se descubrieran la cara. “No habrá paz para los malvados”, rezaba la pancarta que presidía esta pequeña protesta. Sin duda, fue Correa el objetivo de la mayoría de los improperios, que recibió incluso cuando salía a comer. “Vete arrastrando como las serpientes”, gritó uno antes de calificar a todos como “traidores a España”.

Y antes de que comenzara una larga letanía de una hora y cuarto de una funcionaria recitando las penas que se solicitan para cada acusado y por cada delito, los abogados han comprendido que se trataba de una día histórico y, ni cortos ni perezosos, lo han querido inmortalizar en una fotografía de grupo en el vestíbulo. - Efe