BILBAO - Las versiones son eso: versiones. Cada parte tiene la suya. Sin cerrar una verdadera investigación en firme, sin embargo, no se puede demostrar ninguna y por defecto prevalece la oficial. Los documentos dicen que Mikel Zabalza se ahogó en el río tras escaparse. Sus familiares y amigos, en cambio, siempre han defendido que fue torturado hasta la muerte en el cuartel de Intxaurrondo. Treinta años después, se abre por primera vez la puerta a la versión alternativa, pero no en un juzgado.

Recientemente se ha cumplido el 30º aniversario de la muerte de Mikel sin haberse juzgado a ningún responsable. ¿Cómo les deja?

-Idoia: Nos deja en la misma situación que hace treinta años. Oficialmente a Mikel le detuvieron, se escapó y se ahogó. Los hechos que hoy por hoy predominan son esos. El asunto es que oficialmente la versión de lo que ocurrió es diferente a la que nosotros sabemos. Aún tenemos la impotencia de no haber podido probar la verdad, lo que sabemos que pasó.

Durante todo este tiempo, ¿alguien les ha pedido perdón?

-I: No, nadie, pero tampoco queremos que nos pidan perdón. Nos conformaríamos con que nos dijeran qué es lo que ocurrió. Lo que queremos es saber la verdad. Si esa verdad estuviera acompañada de justicia, mucho mejor.

El Parlamento Vasco ha aprobado una ley que reconoce a las víctimas de abusos policiales entre 1978 y 1999. ¿Esa norma puede suplir en cierta parte la indefensión judicial que denuncian?

-I: No, suplir no suple. Son dos cosas distintas. El ámbito judicial es uno y el de esta ley es otro. Lo que sí pone en evidencia en nuestro caso es que la versión oficial no es la verdadera. Será muy oficial, pero no es verdad. Es un reconocimiento público de que, en el caso de Mikel, lo que nos han dado a entender que ocurrió no fue lo que pasó y que hubo una vulneración de derechos.

¿Es esta ley un paso adelante aunque sea para el reconocimiento?

-Bego: Sí, es un paso adelante porque hasta hace bien poco solo había unas víctimas. En realidad, hay muchas más. Es algo que se tiene que normalizar.

¿En qué medida funciona la ley? ¿Cambia algo?

-B: Que una institución al menos reconozca públicamente que la versión oficial no es la verdadera es una satisfacción.

-I: A todo el mundo le consuela el apoyo. Lo que has perdido nunca te lo van a poder devolver, pero las palabras y el reconocimiento siempre te consuelan y te acompañan en el dolor.

¿Ha habido víctimas de primera y de segunda?

-I: Sí, las víctimas del terrorismo tienen otro estatus en la ley que les ampara. En esta nueva ley, parece que tenemos cabida algunos, pero seguramente otros no la tendrán. Nosotros como víctimas entendemos el dolor en cualquier circunstancia. Nos gustaría que todas tengan su momento de reconocimiento, de verdad, de justicia. Las leyes tienen que buscar eso.

¿Alguna vez les han considerado o les han hecho sentirse menos víctimas?

-I: Es algo que todavía a día de hoy ocurre. A mí personalmente me resulta indiferente. Sabemos dónde vivimos y sabemos por qué algunos no nos consideran víctimas. Lo extraño sería que ocurriera al revés.

Hace unos meses la Delegación del Gobierno español en Nafarroa mandó retirar un mural con la foto de su hermano acompañada de la palabra “tortura”. ¿Gestos así ahondan en el dolor?

-I: A treinta años vista, el dolor ya es bastante más suave. Sí que es una especie de afrenta porque lo están tachando de algo que no fue. Es como un insulto. ¿Después de treinta años han pintado y lo tienen que quitar por enaltecimiento al terrorismo cuando el que lo ha matado es el Estado? Da rabia.

En esa orden, la Delegación volvía a vincular indirectamente -aunque luego rectificó- a su hermano con ETA pese a que desde su familia han reiterado que no era militante. ¿Creen que se tiende a creer más en la versión oficial que en la suya propia?

-B: A cualquiera que le pida cuentas al Estado le van a decir que Mikel fue detenido por ser un presunto miembro de ETA y que se escapó. Esa es la versión oficial, la que oficialmente vale. Socialmente está asumido que eso no fue así, que lo torturaron y mataron en Intxaurrondo. Claro, la delegada del Gobierno a lo que atiende es a la versión oficial.

-I: Fue pintarlo un día y al siguiente estaba la orden en el Ayuntamiento de Agoitz. Sin embargo, ¿por qué no se ha tenido esa prisa para investigar exactamente lo que ocurrió hace treinta años? Se mira para otro lado queriendo. No es por dejadez, es algo deliberado y voluntario.

Proximamente se estrenará el documental ‘Objetos perdidos’ sobre el caso de su hermano. ¿Qué va a aportar?

-B: Extenderá nuestra versión y que las prácticas de tortura en el Estado español han sido una dinámica extendida y deliberada. Tiene una misión de denuncia.

-I: Ha sido un proceso complicado porque había que echar la vista atrás, recordar muchas cosas, hablar de lo que muchas veces no hemos tenido la oportunidad de hablar, pero ha merecido la pena.