las elecciones del 26-J nos dejaron un panorama bastante desalentador. De nuevo, los cuatro partidos españoles que se arrogan el derecho a gobernar en España se pasan irresponsablemente la pelota uno a otro. Aitor Esteban, portavoz del PNV en el Congreso, decía el otro día que falta política con mayúsculas en esas fuerzas que “como bueyes pueden llevarnos a unas nuevas elecciones”. Podría llegar a suceder pero, supongo, que esos cuatro estarán valorando a quién le conviene.

En mi opinión unas nuevas elecciones allá beneficiarían únicamente al PP. No hay más que ver cómo Mariano Rajoy se deja querer aprovechando la preocupación de la ciudadanía, mientras se merienda a Ciudadanos y presiona al PSOE generándole conflictos internos para que le apoye. Sabe que cuanto más tiempo pase más fácilmente logrará ser investido o también que unas nuevas elecciones podrían llegar a darle la mayoría absoluta.

Al PSOE no le interesan nada unas nuevas votaciones. Previsiblemente, le llevarían a unos resultados peores, con la sangría de la frustración de los y las votantes socialistas y también con una gran pérdida de liderazgo de Pedro Sánchez. Por otro lado, les resulta imposible acordar nada con Podemos: los números no dan y el cambiante discurso político de Iglesias y cuadrilla no favorece nada el acuerdo de un programa de gobierno. Por ello, el PSOE se verá abocado a una abstención y a permitir el gobierno del PP en minoría que, bien utilizada, podría reportarle beneficios directos en comunidades bajo su control o ejerciendo una oposición fuerte con todo el resto del Congreso.

Ciudadanos tampoco sacaría nada de una nueva contienda electoral: engordaría al otro partido de la derecha y desaparecería. Sus posibilidades de lograr protagonismo en el batiburrillo político se limitan día a día: aquel líder soberbio de sus inicios ha decaído hasta llegar prácticamente a desaparecer del escenario. Podemos tampoco tiene ningún interés en seguir aumentando su pérdida de votos, no achacable a su coalición con IU, sino a su pretensión de hacer política faltando a todo el mundo. El mensaje de los del sorpasso -que no lograron- engancha en los primeros momentos pero va disminuyendo en credibilidad por su falta de consistencia, además de por las actuaciones de sus cabezas visibles. No hace falta más que un micrófono para que Pablo Iglesias se vaya haciendo pedacitos. Su último comentario contra una periodista (guste o no ella) revela una manera de entender las gracietas con los amigos en clave frívola y machista.

Está claro que ese desgobiernonos influye aquí. El lehendakari Urkullu ya apuntó ayer las consecuencias negativas de esa incertidumbre al convocar nuestras elecciones para el próximo 25 de septiembre. Hay quienes intentando esconder que no han hecho sus tareas en Madrid, se lanzan ya a la campaña electoral argumentando debilidad del Ejecutivo vasco cuando lo cierto es que tocaban, un mes arriba o abajo. Hay quienes, con gran desparpajo y habiendo retrocedido más de un millón doscientos mil votos, se han pasado estos meses amenazando con la debacle de la representación abertzale. Ya veremos, no lo creo.