Bilbao - El bombardeo sobre Otxandio del 22 de julio de 1936 dejó, al menos, 61 asesinados. Según un estudio del investigador Zigor Olabarria, 45 de las víctimas eran civiles, cinco milicianos, cuatro soldados y no existen datos sobre los otros siete. Esto es, al menos un 73,77% de las víctimas era civil y 24 menores de edad, un 39% del total. 16 de los muertos no habían llegado a cumplir los diez años (26%).

Otxandio tuvo un antes y un después. El investigador Xabier Irujo trabaja aún a día de hoy en la catalogación de los bombardeos que se dieron en Euskadi. El codirector del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada confirma que ya tiene registradas “más de mil operaciones de bombardeo. Cada operación puede ser de entre uno y siete bombardeos”, comunica.

Los bombardeos realizados por los fascistas italianos sobre los abisinios sirvieron como banco de pruebas para próximas actuaciones como la del 31 de marzo de 1937 que aterró el frente de Otxandio y a las localidades de Elorrio y Durango, protagonizada por la Aviazione Legionaria.

Hace casi un lustro, la Diputación enumeró 37 localidades que sufrieron raids. Y los ataques aéreos continuaron por Europa, llegaron a Hiroshima y continúan a día de hoy por un mundo que ansía paz.

El general Jesús Salas Larrazabal escribió su versión de los hechos acontecidos el 22 de julio de 1936. El militar fascista, que evitó dar detalles del raid, cree que se trata de datos “tremendistas”. En general, omitió que los pilotos sobrevolaron varias veces Otxandio atrayendo con sus gestos al mayor número de civiles que esperaban la “lluvia de panfletos”.

Habiendo congregado en Andikona un buen número de personas, atacaron desde menos de 70 metros, conociendo que en su mayoría eran civiles, muchos de ellos menores de edad. A pesar de todo, atacaron durante cerca de 25 minutos, lanzando todas las bombas. El Breguet XIX podía cargar hasta 472 kilogramos de explosivo.

Y, por último, “tras la masacre, los pilotos dieron una vuelta más sobre Otxandio porque no existía fuego antiaéreo ni tenían nada que temer”, agrega Irujo.

Afirmando que a partir de “ese ataque aéreo” (Salas evita la palabra “bombardeo”) “no volvería a oírse hablar de la toma de Vitoria hasta el mes de noviembre” a Irujo le da la impresión de que en efecto existía un plan para conquistar la capital alavesa, pero no aporta documento alguno que lo avale. En suma, Jesús Salas disfraza la atrocidad de acción táctica de gran calado estratégico.