Estambul - Turquía amaneció ayer consternada y horrorizada tras el atentado suicida perpetrado por supuestos yihadistas del grupo Estado Islámico el miércoles por la noche en el aeropuerto internacional de Estambul, el tercero más importante de Europa, que causó al menos 47 muertos, entre ellos 13 extranjeros, y 239 heridos.

El ataque coincide con la proclamación por Estado Islámico de un califato en los territorios bajo su control en Siria y en Irak. Aunque se ve cada vez más acosado por sus enemigos en multitud de frentes y a pesar de estar a la defensiva en su propio terreno, los yihadistas disponen todavía de capacidad para cometer terribles atentados fuera del califato, ya sea en Francia, Bélgica o Turquía, donde las autoridades sitúan al EI como principal sospechoso del ataque suicida.

Según la narración de las autoridades, tres kamikazes perpetraron el ataque sobre las diez de la noche de ayer martes, en una entrada a la terminal de salidas del aeropuerto Atatürk de Estambul. Armados con fusiles de asalto, los terroristas abrieron fuego contra la gente y el personal de seguridad en el control de la entrada a la terminal de llegada de vuelos internacionales, antes de activar los explosivos que llevaban atados a sus cuerpos. Una de las explosiones se produjo en el interior del aeropuerto, otra antes justo en la entrada y la tercera en un aparcamiento.

Imágenes de las cámaras de seguridad emitidas por televisiones turcas e internacionales mostraron cómo los viajeros salieron a la carrera de la zona del control de seguridad y después se produce una detonación. En otro vídeo se ve cómo uno de los asaltantes que logró entrar en la terminal cayó malherido por disparos de los vigilantes antes de activar los explosivos que llevaba consigo.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de España informó ayer de que no había víctimas españolas y recomendó viajar con extrema precaución a Turquía, evitar en la medida de lo posible el aeropuerto Atatürk y tener una “actitud atenta y vigilante” en las zonas más céntricas y turísticas de Estambul y Ankara.

EEUU y Alemania ya habían advertido a sus ciudadanos de la amenaza terrorista en Turquía, pues esta masacre se suma a otros dos atentados suicidas en Estambul atribuidos a EI en lugares turísticos y que causaron una quincena de muertos. Además, dos atentados con coche bomba en Ankara, reivindicados por el grupo armado Halcones por la Libertad de Kurdistán (TAK), cercano al ilegal Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), causaron más de 60 muertos en febrero y marzo.

El atentado de Estambul sucede justo después de conocerse que Turquía normalizará sus relaciones con Israel y Rusia y si bien hasta anoche nadie se había atribuido la autoría de la masacre, el primer ministro turco, Binali Yildirim, señaló que “los primeros indicios apuntan al Estado Islámico”. Al condenar el atentado, el presidente turco, el islamista Recep Tayyip Erdogan, destacó que este tipo de ataques podría haber pasado en cualquier otra ciudad del mundo. “Espero que el ataque contra el aeropuerto Atatürk sea un punto de inflexión para la lucha común contra todas las organizaciones terroristas del mundo”, dijo el jefe de Estado.

El aeropuerto Atatürk, el mayor de Turquía y uno de los más transitados del mundo, fue cerrado durante cinco horas pero se reabrió de madrugada y ayer volvía lentamente a la normalidad, aunque numerosos vuelos seguían hoy cancelados o retrasados.

La comunidad internacional, desde el Papa hasta la oposición siria, condenó enérgicamente este atentado, que significa un duro golpe para el importante y ya debilitado sector turístico del país. La Organización Mundial de Turismo (OMT) pidió a la comunidad internacional que no aísle al país euroasiático como destino turístico. “Es el momento de apoyar a Turquía”, dijo el secretario general de la OMT, Taleb Rifai.

Cuestionada la seguridad del aeropuerto. El primer ministro de Turquía, Binali Yildirim, que atribuyó el atentado de Estambul a Estado Islámico, rechazó especulaciones sobre una falta de seguridad en el aeropuerto, y subrayó que los terroristas se inmolaron precisamente en el control de rayos X de la entrada a la sala de facturación porque no pudieron traspasar ese control con sus armas.