España no la están rompiendo ni Catalunya ni Euskadi, sino la generación Ryanair que hace quince años descubrió que, pagando 10 euros por un billete de avión, Londres, Berlín y Copenhague ofrecían fines de semana frenéticos. Aquéllos que hoy -ya con un crío, una hipoteca y un trabajo tan indefinido como inseguro- descubren que, a diferencia de sus mayores a esa edad, no pasan a viajar en aerolíneas más caras y confortables. El low cost se ha convertido en su modo de vida. Su voto dibuja otro escenario.

El sufragio según la edad lleva aparejado una realidad socioeconómica. No es lo mismo protagonizar un acto de campaña en un centro de mayores -como la visita que cursó ayer la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal; la partida de dominó del líder de Ciudadanos, Albert Rivera; o la misma partida que Pedro Sánchez echó la víspera con varios jubilados- que celebrar asambleas populares de apariencia informal -en campaña, casi nada lo es- para atraer el voto joven.

La generación Ryanair ha entrado en la siguiente fase política. El 20-D confirmó el final de una etapa que arrancó con los comicios de 1977, también en plena crisis económica. Y más que como una repetición del 20-D, la cita del 26 de junio se acerca como la primera de una era que anuncia, sin la urgencia de 1977, una reforma constitucional como su clave de bóveda.

El PSOE ha gobernado durante 21 de estos 39 años. Cuando lo esperable en las primeras generales era que el Partido Comunista rentabilizara su arraigo y su papel en la clandestinidad y las últimas revueltas antifranquistas, el PCE se quedó en el 6,3% y el joven PSOE de Suresnes logró el 24,4% de los apoyos, sin sumar al PSC ni al PSP.

En los comicios de la primera mayoría absoluta de Felipe González (40,82%), el PCE se quedó en su mitad (3,2%). En los cinco años hasta 1982 los comunistas se ganaron la simpatía del 3% de los jóvenes; los socialistas, la del 66% de los votantes entre 18 y 21 años, y el 58% de entre 22 y 25.

El 20 de diciembre de 2015, apenas el 17,5% de los menores de 25 optó por Pedro Sánchez. Podemos (más En Comú Podem, Compromís y las mareas gallegas), un 32%.

La generación Ryanair ronda el 18% del electorado frente al doble de los mayores de 60 años -el silencioso problema demográfico que se acentúa en la CAV, que en este análisis maneja sus claves-, pero los apoyos que entre los jóvenes cosechan en este orden el PSOE, Ciudadanos y el PP no suman el 50%. Frente a esta realidad, el bipartidismo clásico roza el 60% del apoyo de los mayores de 65 años.

El PP y el PSOE miran mucho a ellos. Una campaña electoral se reduce a momentos. Uno de los pocos que ha dejado esta semana lo ha protagonizado Susana Díaz que, en oposición a la “izquierda trilera”, la que arrasa entre la generación Ryanair, se lamentó en su mitin de Motril de que llamen al PSOE “vieja socialdemocracia. Además le ponen apellidos: el PSOE de Felipe, el de Alfonso... Y digo yo, olé, el PSOE de siempre, el de toda la vida... Somos el viejo PSOE, el de siempre, ¡y me encanta serlo igual que me encantan los viejos pintores, los viejos poetas y los viejos agricultores!”.

Como el sonsonete de Pedro Sánchez que, con una fase política a punto de nacer, sigue atado a lo que no pasó (“hoy podíamos estar hablando de la reforma constitucional, pero el señor Iglesias lo impidió”, repite), Díaz reivindica un pasado aún más pretérito. Como el guiño de Pablo Iglesias ayer a José Luis Rodríguez Zapatero, el “mejor presidente” de la democracia española. Hilando fino, el guiño fue para esa generación del “no nos falles” que dos años después del primer vuelo de Ryanair en el Estado le dio La Moncloa al socialista.

El PSOE recibió el 20-D el apoyo del 17,5% de los menores de 25 años, frente al 32% de Podemos. Frente al 60% de Felipe González en 1982. Con el sorpasso en el aire, la posible sucesora de Pedro Sánchez reivindica el “viejo PSOE”. El de las chaquetas de pana. Un mensaje que refuerza el suelo electoral del único granero socialista: el suroeste. Una declaración que apuntala sobre todo el gran granero donde pugna con el PP: el demográfico.

La expresión del granero de votos que tanta fortuna hizo no es tanto una cuestión geográfica, sino de generaciones como la de Ryanair. No son mapas ni aeropuertos, sino edades, y quien las entienda volará.