No se trataba sólo de intentar formar gobierno, sino de hacerlo de forma coherente y que fuera “el otro” el culpable de la vuelta a las urnas seis meses después. En ello anduvo con empeño el PSOE, en los de formar gobierno, pero no así en lo de ser coherente en sus planteamientos. Porque anunciar que se busca un gobierno a la portuguesa (socialistas , comunistas y ecologistas) y sellar un pacto con Ciudadanos que lejos de sumar actuaba como cortafuegos para otras fuerzas políticas no es comprensible.
Quizás esa actitud sea la que explica por qué las encuestas dicen dos cosas aparentemente contradictorias: la ciudadanía vasca (encuesta de EiTB Focus) reconoce que el PSOE fue el partido que más intentó formar un gobierno, pero al mismo tiempo es el que señalan como con mayor responsabilidad por la ausencia de acuerdo. Esa errante oscilación de izquierda a derecha para terminar en ningún sitio parece estar detrás de esa valoración.
Si a esa impresión ciudadana añadimos el bocadillo en el que se encuentra el PSOE, la cosa no pinta demasiado bien para Pedro Sánchez. Cada vez aparece como más evidente la estrategia del PP de no otorgar a los socialistas la condición de referente de la izquierda y fomentar el duelo directamente con Unidos Podemos. Está claro: a la derecha española le gusta la brocha gorda; o yo o los comunistas que se comen crudos a los niños y además nos someterán a la hambruna venezolana.
La suma de los votos de Podemos arrebata cinco escaños al PSOE en circunscripciones donde obtuvo el último escaño. El caso más cercano para nosotros es el de Araba, donde Javier Lasarte lo tiene muy complicado. Un nuevo suelo en votos y escaños podría ser la puntilla para Pedro Sánchez, que ha ido alargando su hegemonía a golpe de aceptar y retar -sí, las dos cosas a la vez- a la baronía socialista con Susana Díaz a la cabeza.
Por si fuera poco, el PSOE va delimitando antes de la cita electoral su capacidad de llegar a acuerdos con otros. Lo formalizó Pedro Sánchez a los pies del monumento a la Constitución española en Madrid. Entre los seis puntos, cinco eran propositivos y otro constituía un veto hacia otras fuerzas, el relativo al rechazo a cualquier tipo de referéndum que cuestione la unidad de España.
Muy legítimo y muy en consonancia con los límites que le marcó el Comité Federal para abordar la anterior negociación, pero si no gana (y no parece ni parece ni parece ni parece ni de lejos que eso vaya a ocurrir) Sánchez se cierra la posibilidad de llegar a La Moncloa con lo que deja de ser un voto útil para evitar que siga Rajoy. Pintan bastos para el PSOE.