donostia - ¿En qué punto se encuentra el ‘procès’ catalán?

-Avanza de acuerdo con lo previsto. Estamos en un periodo en el que lo relevante es que las instituciones construyan las estructuras de Estado, que preparen el conjunto de ámbitos institucionales que deberían obtener la responsabilidad en el momento de la asunción plena de la soberanía. Y por otro lado, en el momento que el Parlament construya el marco legislativo que sustituirá al español, porque un objetivo determinante del proceso es garantizar que entre una legalidad española y una catalana no haya espacios de inseguridad.

¿Mantiene el respaldo social?

-De acuerdo con todas las encuestas, la opinión ampliamente mayoritaria es favorable a que Catalunya sea un sujeto político que decida sobre su futuro. El derecho a decidir está por encima del 80%. Favorables a que Catalunya sea un Estado, ligeramente por encima del 50%. Tenemos los instrumentos institucionales y sociales para dar el último paso.

¿Teme que las tensiones entre JxSí y la CUP entorpezcan el ‘procès’?

-No creo; sí que generan dudas y desorientación en la opinión pública, que desearía mucho menos ruido. Estamos construyendo algo complejo, porque no solo impulsamos un nuevo estado, sino que la apuesta es construir esa nueva república garantizando la gobernabilidad de Catalunya en este tiempo. Gobernar y qué políticas hacer en ese tramo tienen un trasfondo político, lo que se cruza con la unidad indiscutible de las mayorías que tenemos. El debate no está en si avanzar hacia la independencia, sino en la gobernabilidad y los presupuestos. Hay personas que no lo acaban de entender y a veces tenemos un ruido excesivo, pero hasta el momento estas situaciones no han sido determinantes.

¿Ve factible el escenario de una consulta acordada entre el Govern y el próximo inquilino de La Moncloa?

-Lo veo muy poco probable por la incapacidad democrática de las instituciones del Estado para aceptar la solución democrática al conflicto planteado en Catalunya. Que sea poco factible porque en el otro lado no hay horizonte de diálogo no quiere decir que no lo debamos plantear de manera persistente, porque no hay mejor salida que una consulta pactada con el Estado. Beneficia a todas las partes. Si se abriera el diálogo, en Catalunya existirá la máxima disponibilidad a acogerlo y completar la consulta con una serie de condiciones muy razonables.

¿Este escenario sería más factible con Pablo Iglesias?

-No. En este momento tan poco probable es que las instituciones del Estado acepten la consulta que Pablo Iglesias llegue a La Moncloa. En segundo lugar, que haya una formación que puede tener peso importante, a mi juicio fuera del Gobierno, y que sea favorable a la consulta tampoco podemos creer que determinará de manera inequívoca la ejecución. Lo importante es que exista y que haya una formación que lo plantee sin equívocos. En todo caso, confiamos en que si llegan, lo cumplan.

¿Cómo ve a la sociedad catalana en esta situación?

-Con ganas de acabar el proceso. Llevamos más de cuatro años con un intento de movilización donde la politización de la vida social ha sido muy, muy, muy intensa, y creo que la gente tiene la sensación de que ha hecho todo lo que debía hacer: se ha movilizado cuando se le ha pedido, ha votado cuando se le ha requerido, ha ido de manera masiva a consultas no permitidas por el Estado? Ahora espera que las instituciones actúen decididamente con los compromisos del 27 de septiembre. Aunque exista esa incertidumbre en el sentido que la gente desearía una concreción más rápida, no hay ningún indicio de que haya una pérdida de apoyo al proceso.

¿Cuánto tiempo se puede mantener a una sociedad movilizada en pos de un objetivo como el de la independencia?

-Si seguimos con lo vivido, parece que no hay límite, porque llevamos más de un año diciendo que la gente no aguanta y no solo responde, sino que sorprende con su capacidad de generar entusiasmo. Hay que ser muy conscientes de que sobre el papel este proceso no puede alargarse mucho más sin riesgo de que la musculatura social se relaje. Debemos asumir que se ha hecho todo lo que era necesario y que hay que ir asumiendo que hemos entrado en el trayecto final. Hay que ir cerrando carpetas y tomando decisiones que permitan llegar al momento definitivo de la decisión democrática de si queremos o no construir un estado.

¿Cómo llega la Diada de 2016?

-Volverá a ser de movilizaciones importantes en las calles de Barcelona y otras ciudades. La novedad es que se plantean distintos puntos para dar cabida a todas aquellas personas que en otras movilizaciones no han podido participar.

¿Las aportaciones y los objetivos de la ANC han variado con los años?

-No, porque el único afán que nos mueve y nos da razón de existir es la creación de un estado propio. Sí que todo se ha hecho un poco más complejo, porque la ANC nació para acabar el trabajo en pocos años. Llevamos cuatro, que no son muchos, pero la sensación de la intensidad de los momentos vividos es que es una eternidad. Buscamos la manera de finalizar cuanto antes, pero no hay duda de que tenemos un territorio con ganas de seguir activado en la movilización con la ANC y que el único objetivo que nos mueve es la creación de la independencia. La transversalidad es nuestra razón de ser.

Acaba de ser reelegido y más que la noticia de la reelección, hemos sabido de las polémicas internas. ¿Las da por superadas?

-Sí, porque lo que ha ocurrido es lo que suele pasar cuando se quiere desgastar a un movimiento tan amplio como la ANC. Sin transversalidad no hay Assemblea, y los debates son muy intensos. Lo han sido siempre. Cada año cuando ha habido elecciones ha habido este debate, pero hay una enorme confianza entre todos los miembros de la ANC, porque a pesar de que los mecanismos internos requieren de mayorías muy reforzadas para elegir la dirección, cuando esas mayorías no se producen y se apela al consenso, con una mayoría absoluta es siendo suficiente. Ya les gustaría a muchas organizaciones decir que la mayoría para elegir a sus miembros es absoluta. Nuestra tarea es simple y clara: todos a una, en eso estamos como en los años anteriores.

¿Cómo ve las consultas que ha puesto en marcha Gure Esku Dago?

-Con mucho interés, porque como ocurre en Catalunya puede servir para aunar voluntades, forjar mayorías sociales y evidenciar que este proceso está ligado a razones estrictamente democráticas. La experiencia de Catalunya puede ser útil a lo que se va a vivir, y el proceso de Euskadi nos va a permitir a nosotros ser más fuertes en el futuro.

Desde su experiencia y desde un mayor recorrido, ¿qué aconsejaría a Gure Esku Dago?

-Tiene que tener un apoyo muy evidente de mayorías sociales, no limitar ni reducirse a espacios cerrados, no cerrar el debate democrático. Nuestro fuerte es la fuerza de las mayorías expresadas en las urnas. Nunca se debe dar por cerrado el debate de las urnas. El debate del derecho a decidir nos acompañará hasta el día en el que ganemos la independencia. No hay que pasar página.

¿Cómo observó la polémica de la prohibición de la estelada en la final de Copa y la posterior retransmisión televisiva?

-La prohibición es el típico acto de prepotencia de las instituciones del Estado que buscan silenciar con instrumentos represivos lo que les molesta e incluso cruzan las líneas rojas del respeto básico al Estado de Derecho. Y la retransmisión no es más que la burda manipulación vivida otros años de utilizar los canales de difusión para silenciar una realidad que a pesar de que la señal de la televisión no la recogió como era. No afectó ni a la mayoría social que la creó y ni su organización en el futuro.