La factura abonada por el Estado por el 20-D ascendió a 130 millones de euros, empleados exclusivamente para poner en funcionamiento la maquinaria electoral. A esa cifra hay que sumarles los casi 40 millones que gastaron los partidos en campaña. Con la repetición de las elecciones a la vuelta de la esquina, los partidos se inclinan por la austeridad en una campaña que se presupone similar a la anterior en los métodos para captar votantes, pero también en el coste. Coinciden en la necesidad de ahorrar pero chocan en las fórmulas para meter la tijera en el gasto. PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos coinciden en un “compromiso compartido” para reducir costes, si bien difieren sobre como aplicar reducciones.
Incentivar los debates, multiplicarse en las entrevistas de los medios de comunicación o realizar un mailing conjunto de programas electorales de las fuerzas que concurrirán son algunas de las ideas planteadas, aunque lo cierto es que la campaña que nacerá en la medianoche del 10 de junio seguirá apoyándose en métodos tradicionales: publicidad, cartelería y actos para un contacto directo con el votante a pie de calle. Ciudadanos abrió ayer la espita al abogar por rebajar 25 millones en el gasto concentrando las papeletas de todas las formaciones en un solo envío. Podemos e IU recogieron el guante lanzado por la formación naranja, si bien la negativa del PP, que en cambio se abrió a explorar otras vías para el ahorro, puede desbaratar un envío postal conjunto que, en todo caso, suele estar subvencionado por el Estado. Exclusivamente suelen recibir partidas por ese concepto, eso sí, los partidos que disponen de un grupo propio en el Congreso, si bien la última ley sobre la financiación de partidos políticos ya estableció una reducción “significativa” de esa asignación, resumió la vicesecretaria popular de Estudios y Programas, Andrea Levy.
Podemos emplazó al resto de partidos a mirarse en su espejo para que la factura del 26-J sea lo menos abultada posible. Su inversión fue de 2,2 millones de euros, frente a los 4 millones de euros gastados por otra de las formación emergente como Ciudadanos. Expertos en sufragar campañas “austeras”, como certificó su número dos, Íñigo Errejón, la formación asamblearia suele recabar donaciones o microcréditos de sus simpatizantes para sobrellevar los gastos. Este es un método que, según apelan, le permite no incurrir en gastos superfluos.
Sumados a esa vía, los socialistas también confían en “no reproducir y volver a imputar el mismo gasto a una campaña electoral”, según su vicesecretaria de Estudios y Programas, Meritxel Batet. Por ello emplazaron al resto del arco político a ser “capaces de acordar gastar menos”, al menos como compensación a la incapacidad mostrada en la fracasada fase de formación de gobierno. Con una campaña excepcional en ciernes, los mayores perjudicados del reparto de la tarta del gasto son las formaciones pequeñas. Es el caso de UPyD, que ha puesto el grito en el cielo para que los partidos no vuelvan a cobrar unas subvenciones millonarias que, a todas luces, se seguirán cobrando.