Se trata de los presos en las cárceles o se trata de mucho más, de todo en realidad? Lo que llama a la puerta constantemente es el pasado, tan pretérito y tan alejado como parece y solo hace casi cinco años que vivimos esta otra historia distinta, inusual, rara. Una situación real que nadie se atrevía a asimilar, por si volvíamos a equivocarnos. Esto tantas veces ansiado, esto que por fin ha llegado? y con cuyo relato debemos tener tanto cuidado, ya que los caminos de la humillación son inescrutables.

Nos pisa los talones el discurso de lo inapropiado que resulta reabrir las viejas heridas, durante décadas sigue sosteniéndose como excusa eso de que revisitar las sombras no conduce a “nada”. Que se callen las partes, que guarden silencio los heridos, que localicen las fosas las familias, que costeen de sus arcas las exhumaciones, que sufran en silencio los que han pagado con sangre durante la contienda. La fórmula ha dado siempre un excelso resultado, no hay más que mirar alrededor.

Hemos de reorganizarnos en torno al silencio, que lo más importante sea todas las palabras que nos queden por decir. No hace falta que se note un cambio de estrategia, no movamos una coma de todo lo escrito hasta ahora, pero que los hechos hablen en nombre de todos, especialmente de los que están más callados. Sirven las mismas respuestas de siempre. ¿Por qué va a condenar ningún preso “algo” que no condenó en su día y por lo que está pagando?

Resulta difícil de entender esa manera de presionar a quienes tienen al alcance de la mano los beneficios penitenciarios, pudiera parecer que lo menos conveniente de todo sea que cerca de 200 presos salgan de la cárcel en un horizonte tan a corto plazo como de 3-4 años. Todos los caminos son buenos, aunque sentimos la necesidad de mencionar a aquellos sectores que no ven ésa como senda adecuada.

Es cierto, seguramente nunca nada va a ser suficiente. Quien esté pensando en adelantar su salida de la cárcel (¿habrá quien pueda dejar de darle vueltas a eso?) ha leído ya la carta abierta que le clarifica e informa de que no puede haber condiciones. Tres días antes vio la imagen de una nutrida manifestación que justo le recomienda decantarse por aceptar y utilizar los cauces legales. La carta le indica que no es cierto que nada vaya a mejorar admitiendo la legalidad penitenciaria y judicial, renunciando a su lucha y a su militancia, arrepintiéndose, reconociendo el daño y/o el sufrimiento generado.

El foco mediático volvió a alumbrar a Arnaldo Otegi el sábado, tampoco se le apreciaba en trance de remordimiento. Nos gustó mucho más hace cuatro años, cuando en el tiempo de las luces le leímos que si en su condición de portavoz de Batasuna había añadido un ápice de dolor, sufrimiento o humillación a las familias de las víctimas de las acciones armadas de ETA, “quiero pedirles mis más sinceras disculpas, acompañadas de un lo siento de corazón”.