gasteiz - Más allá de los análisis cuantitativos, el informe describe con crudeza la situación padecida por las 3.300 personas amenazadas por ETA que en algún momento o durante años vivieron con la sombra de los guardaespaldas durante el periodo comprendido entre 1990 y 2011.
Los autores del estudio han realizado 15 entrevistas a personas que han vivido amenazadas y con guardaespaldas en las que se narran, con extractos literales de los testimonios recabados, la pérdida de la libertad y la intimidad, los problemas laborales que la situación acarreó en algunos casos, el impacto en sus familias y allegados y las consecuencias en la salud, con frecuencia materializadas en cuadros de estrés postraumático. También aborda uno de los aspectos de mayor dimensión social sufrida por los amenazados: su estigmatización, un “déficit de solidaridad entre allegados, vecinos o compañeros de profesión” muchas veces motivado por “el miedo y el deseo de no verse involucrados en la misma estresante realidad de las personas amenazadas”. “En cierta medida eres un poco apestado”, relata uno de los entrevistados, miembro del poder judicial, un testimonio que se une al de otras personas que narran cómo tuvieron que dejar de hacer determinadas actividades debido al rechazo que despertaban sus escoltas.
Sostiene el trabajo que “es preciso ofrecer a estas personas una rehabilitación social y moral, restituir el valor y la dignidad arrebatada o puesta en cuestión”, además de impulsar la “empatía” con el sufrimiento de estas víctimas. No obstante, el informe establece que corresponde a ETA y su entorno, como victimarios, “manifestar con rotundidad su compromiso de reconciliación”. “El reconocimiento explícito de la injusticia cometida y el daño causado, de manera sincera, así como el compromiso de no repetir los errores del pasado resulta ser un paso ineludible de voluntad de integrar un proceso de reconciliación”, añade.
El informe ha sido registrado hoy en el Parlamento Vasco y constituirá “una pieza más de la construcción de la memoria”, según indicó Fernández, quien definió el trabajo como un “ejercicio de empatía colectiva para entender qué tipo de opresión física, psicológica, familiar y humana pudo suponer para una persona vivir un día tras otro, de manera sostenida, hora a hora, con la amenaza de perder la vida violenta e injustamente”. - Efe