Como si fuera de oficio, ETA aportó su comunicado al Aberri Eguna. Hay que destacar que en esta ocasión el texto hecho público desde los medios habituales tiene un carácter más de reflexión que de arenga, lo que no le salva de un contenido farragoso que pretende repasar la actualidad nacional e internacional desde su acostumbrada intención pedagógica. Por supuesto, el discurso se articula desde la autoridad, y pontifica haciendo equilibrios difíciles entre el respeto y la condescendencia. Hay en el comunicado un amago de autocrítica que se diluye en tinta de calamar: “En este momento en que hay que construir el futuro, hay quien nos pide mirar atrás. ETA no eludirá esa tarea y la afrontará con sinceridad, por la vía de la autocrítica y la convivencia”. Pero, ojo, quienes le reclaman esa autocrítica tienen “un objetivo de limpiar su responsabilidad en la estrategia represiva del Estado y de perjudicar el razonamiento político e histórico de la izquierda abertzale”.

En esta ocasión, y así hay que reconocerlo, quien o quienes han redactado el comunicado lo han dotado de un contenido en parte novedoso, contemporizador, flexible, lejos del estilo belicoso y prepotente de otros tiempos. Se adivina el reconocimiento de un nuevo escenario en el que han irrumpido nuevas corrientes políticas, cuando ETA apuesta por un proyecto independentista compartido y que beneficie a toda la ciudadanía logrando “la activación y adhesión de muchos sectores populares y ciudadanos”. Un proyecto independentista que debe construirse “entre muchos, entre diferentes”. Expresa el deseo de que el próximo Aberri Eguna sea celebrado incluso “por los que aún no han hecho suyo este día”, puesto que en la intención de la organización armada “el reto que tenemos es construir un proyecto popular, entre todos y para todos”. Interesante y novedoso propósito.

Pero este comunicado conmemorativo del Aberri Eguna, a pesar de que en esta ocasión ETA se ha esmerado en el fondo y en la forma, ha pasado absolutamente desapercibido para la opinión pública. ETA ya no vende, si de lo que trata es de impartir doctrina, o pretender justificación, o reclamar reciprocidad a su decisión de abandonar las armas.

ETA ya no impresiona, ni llama la atención, aunque reconozca con sordina que “pudieron cometerse injusticias” en su actividad violenta de medio siglo. Reconocimiento, por otra parte, digno de ser valorado, porque en un amago de autocrítica admite que algo se hizo mal.

No ha habido ninguna reacción al comunicado digna de tenerse en cuenta y ha pasado desapercibido. Ello indica que a ETA -o lo que queda de ella- hoy no le escucha nadie y ha comunicado en vano, porque no interesa lo que pueda opinar, aunque se trate de algo tan real y tan presente como la coyuntura actual del país o el drama de los refugiados al que también alude. Y como de esta indiferencia ETA no es consciente, sigue opinando para la sociedad vasca como si a esta le interesasen sus discursos.

Lo que en realidad interesa a la sociedad vasca -y ello sin demasiada inquietud- es cuándo y cómo va a desarmarse total y de manera comprobable, cómo y cuándo va a facilitar el camino para sus presos con el ejemplo de una reflexión crítica sobre su pasado, y cuándo y cómo va a anunciar su disolución definitiva.

Solo cuando se decida a asumir estas decisiones, ETA será atendida y su comunicado será leído y aplaudido por la ciudadanía vasca. Mientras tanto, sus comunicados seguirán siendo considerados anacrónicos y fuera del tiempo para la mayoría de esta sociedad.

Diga lo que diga, mientras no dé el paso definitivo, comunicados como el del Aberri Eguna solamente tendrán la pretendida virtualidad de mantener presente a ETA, otorgarle una vigencia como agente político que en realidad no tiene derecho a ostentar.

Esta aspiración a mantener la vigencia de la organización armada como protagonista constituiría un serio problema en el caso de que, por nostalgia, o por insensatez, o por pura convicción, sectores de la sociedad vasca aún se sintieran identificados con lo que ETA ha significado en este país durante cincuenta años, siguieran esperando sus comunicados como el santo advenimiento y aceptasen con reverencia que la Vanguardia siempre tuvo y tiene razón. Este colectivo social es el que realmente queda en evidencia, permanece anclado al pasado y ralentiza su avance, que queda obstaculizado cada vez que ETA comunica en vano.