Guiados por ese afán transformador de la realidad que sus dirigentes acuñan en cada discurso, Podemos llega al Aberri Eguna para vapulear, incluso, su razón de ser. En tan sorprendente irrupción, este partido aísla decididamente la legendaria reivindicación de la patria vasca surgida en aquella conversación de los hermanos Arana en el Domingo de Resurrección de 1882 para inyectar un nuevo sentimiento al acto mediante la interrelación entre el derecho a decidir y los derechos sociales.

En una fecha reservada para irradiar la aspiración soberanista como pueblo y también la más esperada en Madrid para tomar la temperatura al mensaje del PNV, viene Podemos a alterar el tablero y, de paso, a configurar por la vía de los hechos la nueva mayoría política en Euskadi a favor del derecho a decidir. Lo hace, además, con permiso de sus superiores. Su dirección centralista -mucho más preocupada por el cisma interno y la posición final sobre la investidura de Pedro Sánchez- no ha desairado esta vez un paso al frente tan efectista como significativo.

Así las cosas, la gran preocupación de Idoia Mendía y PP -y a cambio la esencia de sus discursos venideros hasta las próximas elecciones autonómicas- de que el derecho a decidir toma cuerpo en la realidad política vasca quedará oficializada el próximo domingo.

Podría pensarse que el Aberri Eguna de este año marcadamente electoral recupera el espíritu de aquella fiesta de 1975 en Gernika y que el anhelo del derecho a decidir como cordón umbilical de todas las convocatorias sustituye a la histórica reclamación conjunta protagonizada en 1978 por nacionalistas y partidos de izquierda en favor de la conquista de un Estatuto de Autonomía.

De momento, la intromisión de Podemos en una fiesta que se antojaba ajena no le habrá hecho ninguna gracia a EH Bildu porque le recorta todavía más su capacidad de maniobra para conformar ese ansiado guión capaz de recuperar el masivo voto volatilizado de su granero de juventud. En una coyuntura donde el afán independentista alcanza entre la ciudadanía vasca sus mínimos históricos azotado por el culebrón irresoluble de Catalunya, la coalición soberanista parece condenada a reinventarse más allá de exigir el reconocimiento de los derechos del colectivo de presos de ETA. La incomodidad del nuevo invitado a la misma mesa.