Si para algo sirvió el pleno de investidura de Pedro Sánchez fue para que el “reloj de la democracia” se pusiera en marcha: si el próximo 2 de mayo no hay acuerdo, se disolverá el Congreso y habrá elecciones el 26 de junio. Los plazos apremian y, en la recién reactivada negociación, el pacto de izquierdas parece ahora más plausible. No obstante, la situación sigue siendo muy incierta y los partidos afrontan desde circunstancias muy distintas esta fase decisiva.

El difícil equilibrio de Sánchez Pese a la beligerancia de la sesión de investidura, en la que Pablo Iglesias acusó a Felipe González de tener “el pasado manchado de cal viva”, se ha reactivado la vía de izquierdas con la reunión que los equipos negociadores del PSOE e IU mantuvieron el pasado jueves en el Congreso, y con el encuentro que Pedro Sánchez e Iglesias celebrarán antes de Semana Santa. Ello coloca al líder socialista en un difícil equilibrio por su pacto con Ciudadanos: tras aceptar celebrar estas reuniones sin la presencia de la formación naranja -lo que incumple la decisión de ir siempre de la mano en las negociaciones para formar gobierno-, tuvo que reunirse de urgencia con Albert Rivera el pasado miércoles en el Congreso para reafirmar la solidez de su acuerdo.

Sánchez sigue mirando, por tanto, a Podemos de cara a lograr su apoyo para desbloquear la actual situación, a lo que ha ayudado que esta formación haya rebajado su exigencia de un referéndum en Catalunya, una línea roja para Ciudadanos y el propio Comité Federal del PSOE. La propuesta para suprimir las diputaciones también sigue siendo una patata caliente, ya que pese a aparecer en su pacto con Ciudadanos, es rechazada de plano por los dirigentes territoriales socialistas. De forma paralela, Sánchez ha reactivado su perfil institucional con el encuentro que mantuvo el martes con el president catalán, Carles Puigdemont, en contraposición a un PP que ha provocado un conflicto institucional al eludir someterse al control de su labor en el Gobierno por parte del Congreso, alegando que está operando en funciones.

El miedo al vacío de iglesias El partido que más desgaste está sufriendo en este proceso de negociación, además del PP, es Podemos. Las informaciones sobre las supuestas diferencias entre el líder de la formación, Pablo Iglesias, y su mano derecha, Iñigo Errejón, respecto a su postura con el PSOE -más beligerante uno, más posibilista el otro- son una constante. En la práctica, Iglesias llevó a cabo un golpe de efecto esta misma semana con la destitución del secretario de Organización del partido, Sergio Pascual, al que se situaba como hombre de confianza de Errejón, aunque desde Podemos se ha enmarcado esta decisión en los múltiples conflictos que viene sufriendo en sus delegaciones en Catalunya, Galicia o Madrid. Este último caso ha sido especialmente significativo, con la reciente dimisión de diez cargos, descontentos con el liderazgo de Luis Alegre.

La situación interna no es el único flanco débil que atenaza a la formación morada. Así, la repetición de las elecciones se antoja como una opción poco deseable por el hecho de tener que negociar de nuevo sus alianzas territoriales. Si la confluencia para las pasadas generales con las marcas de Catalunya, Valencia y Galicia se tradujo en un resultado más que satisfactorio, la imposibilidad de que En Comú Podem, És el Moment y En Marea tuvieran grupo propio en el Congreso ha provocado que los socios catalanes y gallegos apuesten ahora por concurrir en solitario. Cabe recordar que, de los 69 diputados de Podemos, 20 son de las confluencias.

Más aún, la beligerancia de Pablo Iglesias durante el debate de investidura, unida a que su rechazo a Sánchez perpetúa de rebote a Mariano Rajoy en el cargo, puede pasar factura a Podemos en una nueva cita electoral con un voto de castigo. En este complicado contexto, a Iglesias le puede interesar el regreso a la vía de la negociación, sin esperar a que pase la Semana Santa, con su inminente reunión con Pedro Sánchez. Ahí podrá insistir en el pacto de izquierdas que ha defendido desde el principio, que incluiría a IU, y con Podemos formando parte del Gobierno para controlar el cumplimiento de lo acordado.

Rivera, a recoger los frutos El solemne pacto suscrito entre el PSOE y Ciudadanos, con el que ambas formaciones se presentaron en el pleno de investidura de la primera semana de marzo, les ha reportado más beneficios que pérdidas, pese a conseguir atraer al mismo tan solo a la única diputada de Coalición Canaria y a perder por amplia mayoría las dos votaciones a las que se sometió Pedro Sánchez. Situados en el centro del tablero político, toda la actividad gira a su alrededor desde que el rey Felipe VI encomendó a Sánchez la tarea de formar gobierno, en un ya lejano 2 de febrero, tras el rechazo de Mariano Rajoy a asumir esa responsabilidad.

Este balance positivo aparece reflejado en encuestas como la realizada por Metroscopia para El País, en la que Ciudadanos mejoraba en más de cinco puntos los exiguos resultados cosechados el 20-D -sus 40 diputados quedaron lejos de las expectativas generadas, sobre todo tras su espectacular resultado en las autonómicas en Catalunya- y arrebataba incluso el tercer puesto a Podemos. El buen papel de Albert Rivera en el debate de investidura obtendría así su recompensa.

Mientras el PSOE mira a Podemos para lograr al menos su abstención de cara a desbloquear la formación del gobierno, Ciudadanos hace lo propio con el PP. Eso sí, sin contar para nada con Mariano Rajoy, al que Rivera considera un escollo de cara a acometer una regeneración política en el Estado por su posición laxa con la corrupción. Así lo demostró el líder naranja con sus duros ataques al presidente popular durante los dos debates de investidura: “Al que le da pereza intentar formar gobierno, por qué va a ser valiente para reformar España de arriba abajo”, se preguntó.

Por el momento, los emplazamientos de Ciudadanos al PP han caído en saco roto: el portavoz popular en el Congreso, Rafael Hernando, rechazó el “ménage à trois” que suponían, a su juicio, las reuniones a tres bandas con el PSOE y el partido de Rivera, y adelantó que Rajoy les llamaría en un breve plazo para encontrarse bilateralmente.

De forma paralela, las circunstancias han acabado sacando a la luz las grietas de su acuerdo con el PSOE. Buena prueba de ello son las severas advertencias que Ciudadanos lanzó a Pedro Sánchez en la víspera de su reunión, el pasado martes, con el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, según las cuales el pacto se haría añicos si abordaban el referéndum. Al final, la sangre no llegó al río.

Rajoy, en sus trece El PP es la formación política que menos ha variado sus posiciones desde que resultó vencedora en las elecciones del 20 de diciembre: solo aceptará un gobierno liderado por Mariano Rajoy -la gran coalición con PSOE y Ciudadanos en la que sigue insistiendo- y votará en contra de cualquier otra posibilidad. Los populares continúan en sus trece, y su primer paso en el escenario tras la fallida sesión de investidura de Pedro Sánchez ha sido rechazar la reunión de los equipos negociadores de PP, PSOE y Ciudadanos propuesta por el partido naranja. Defiende en cambio que los líderes de los tres partidos se encuentren antes por separado.

Todo ello pese a que el cuestionamiento de Rajoy sigue creciendo a la misma velocidad que aparecen nuevas revelaciones sobre los casos de corrupción que afectan a su partido. La actitud contemplativa del presidente español en funciones frente a esta lacra -el PP abrió un expediente informativo a medio centenar de cargos valencianos, incluida Rita Barberá, para evitar un cisma después de que Rajoy apoyara públicamente a la exalcaldesa y actual senadora- tampoco ayuda a reafirmar su posición.

La comodidad con la que esta formación parece moverse en un escenario de precampaña electoral choca con las encuestas que sitúan a Ciudadanos al alza. En cualquier caso, y con la amenaza de una cita con las urnas en el horizonte cercano, ya han surgido la primeras voces, como el expresidente de Murcia Alberto Garre y el expresidente del PP en Nafarroa Jaime Ignacio del Burgo, que han abogado por que Mariano Rajoy dé un paso atrás para desbloquear las negociaciones y posibilitar un Ejecutivo del PP en Moncloa antes de que expire el plazo establecido para ello.