madrid ha sido el último escenario donde Podemos ha librado una batalla a nivel territorial, pero no es la única comunidad del Estado en la que la cohabitación de diferentes corrientes o la no subordinación a las directrices del aparato estatal han desembocado en desavenencias internas y, por consiguiente, la necesaria actuación de la dirección para apagar los fuegos encendidos. Otras cinco comunidades se han visto afectadas por las siempre tensas relaciones entre la cúpula, dirigida por el secretario general, Pablo Iglesias, y el número dos, Iñigo Errejón, y los órganos de dirección a nivel autonómico. Ya fueran por dimisiones en los Consejos Ciudadanos o por el abandono de sus responsables territoriales ante las injerencias de los altos mandos, la formación morada ha vivido en constante sobresalto por estas cuestiones en sus apenas dos años de vida.
Solventado por ahora el conflicto en Euskadi con la puesta en marcha de una nueva dirección, la CAV fue una de las primeras zonas rebeldes. Pero Catalunya, Cantabria, Galicia o La Rioja también han conocido complejos choques que han desembocado en primarias para buscar relevos a corto plazo. Aunque a la vista del complejo andamiaje estructural y a la por ahora desdibujada estrategia territorial, parece que esas pugnas no tendrán fin en un futuro cercano.
“Quizás nuestra forma de actuar durante las primarias pueda ser un espejo en el que se puedan mirar en otras zonas del Estado”, advertía recientemente un alto cargo de Podemos Euskadi. Pero la paz interna se ha cosechado con la irrupción de un sector oficialista y las críticas de Kaliangora, la facción perdedora más poderosa. “Que en Podemos convivan diferentes sensibilidades es una fortaleza, pero hay que gestionarlo”, reconocía esta misma semana Nagua Alba, que ha tomado el testigo de Roberto Uriarte tras un lapso de cinco meses en que la organización ha estado descabezada. Las injerencias de los altos mandos a la hora de elaborar las candidaturas para las generales en Euskadi fueron la última gota que colmó el vaso de Uriarte, quien abandonó el proyecto arremetiendo, precisamente, contra los altos mandos de la dirección. Se fue diciendo que “de Madrid no se puede esperar nada bueno”. Y precisamente en esa comunidad -una de las plazas fuertes de la marca morada- se ha extinguido, por ahora, el último fuego en el seno de Podemos.
Acusando al PSOE de estar detrás de amplificar el mensaje mediático para trasladar al electorado una supuesta disputa entre Errejón e Iglesias, lo cierto es que un tercio de los miembros del Consejo Ciudadano Autonómico, cercanos todos ellos al número dos estatal, han dicho adiós al partido. Hastiados con la inacción de Luis Alegre, su máximo responsable -y hombre fuerte del secretario general-, la sangría de hasta diez dimisiones -un total de nueve responsables institucionales junto al secretario de organización, Emilio Delgado- en tan solo una semana ha expuesto nuevamente a Podemos ante su cruda realidad. Con unas disensiones que siempre terminan reflejadas en los medios, el caso madrileño ha saltado a caso estatal a pesar de que la formación de los círculos ha maniobrado con rapidez para que las aguas volvieran a su cauce. “No hay previsto ningún proceso interno”, apuntó el secretario de organización Sergio Pascual, verdadero hombre fuerte en la tarea de lidiar con las pugnas territoriales.
Con un mayor control en las comunidades autónomas en las que sus principales figuras no son del aparato -caso de Teresa Rodríguez en Andalucía, perteneciente a la corriente anticapitalista-, sin embargo los territorios históricos han sido los principales focos de conflicto para Iglesias y compañía. Enclavadas esas pulsiones en la juventud del partido y la necesidad de que el tiempo sirva para asentar sus estructuras, de hecho las asambleas ciudadanas de Euskadi, Catalunya y Galicia han levantado en ocasiones la voz para censurar las maniobras de la cúpula y, de paso, reclamar un espacio propio de decisión mediante una estructura con la que se puedan tomar decisiones de forma descentralizada. El suelo catalán es, quizás, el más complejo de los asuntos pendientes a abordar. La renovación de los órganos de dirección de Podem es una urgencia, a la vista de que la dimisión el pasado octubre de Gemma Ubasart, que discrepó de la campaña del 27-S en la que concurrieron bajo la marca Catalunya Sí Que Es Pot con ICV y obtuvieron unos pobres resultados. La fulgurante irrupción de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona y principal impulsora de En Comú Podem, tampoco ayuda a ello. Prevé constituir un partido fuera del abrigo de una marca morada que, sin embargo, aún no ha movido ficha. Para colmo de males, un sector crítico está reclamando la celebración de un congreso, a la vista de las primarias celebradas en Euskadi o La Rioja. La respuesta de la dirección deberá ser rápida.
galicia, interrogante Con muchas similitudes en sus raíces pero un proceso interno recientemente abierto, la cuestión gallega también tendrá que saldarse en breve. El próximo 15 de marzo se abre el periodo para la concesión de avales de candidaturas y tres son por ahora las alternativas abiertas -una de ellas representaría a la dirección estatal- para dar carpetazo a un conflicto surgido tras las pasadas elecciones generales de diciembre. Autoproclamado como víctima de “maniobras orquestadas” por el equipo de Iglesias para mutilar la “capacidad de decisión” de Podemos Galicia, el secretario general Breogán Riobóo prendió la mecha de la crisis interna al arremeter contra la campaña de En Marea, la coalición en la que toma parte con la nacionalista Anova y Esquerda Unida y de la que aún se desconoce si repetirán fórmula en los comicios autonómicos de noviembre. Riobóo vio un sesgo nacionalista en la campaña pese a los buenos resultados. Por su parte, el histórico Xosé Manuel Beirás (Anova) ha abogado por tomar una mayor distancia con Podemos y “reformular” el proyecto. Con una gestora interina, el escenario no se clarificará hasta el 1 de abril, cuando se dilucidarán las planchas en liza. Los resultados de las primarias no se conocerán hasta el 12 de abril y será entonces cuando se esclarecerá si remite el foco gallego.
Los conflictos en Cantabria y La Rioja han pasado más desapercibidos, pero han supuesto un desgaste para la formación. En el territorio cántabro se abrió la pugna por cuestiones de fondo y en el riojano fue por las formas. Disuelto el Consejo Ciudadano, una gestora temporal se encarga desde febrero del partido en la primera de las comunidades tras un conflicto interno entre los críticos y el máximo mandatario local, José Ramón Blanco. En la segunda, por su parte, Francisco Javier Garrido se ha hecho con el bastón de mando toda vez que los órganos de dirección, incluso su líder, el crítico Raúl Ausejo, fueran apartados cautelarmente al ser presuntos autores de fraude electoral.