Patxi López volvió ayer a acaparar el foco en el Congreso. Seguramente muy a su pesar. Y van ya unas cuantas a pesar de que solo ha transcurrido un mes escaso desde su designación como presidente de la Cámara baja. La penúltima fue hace dos días, durante la primera tentativa de Pedro Sánchez, en la que al exlehendakari se la colaron de rondón los parlamentarios veteranos y le birlaron unos minutos extra de intervención por las dichosas “alusiones. Le pidieron la mano y le cogieron el hombro. Hasta que el portugalujo vio que se le iba de las manos y tuvo que cortar como pudo.

La breve sesión plenaria de ayer discurría plácida y cómoda para Patxi López, que apenas tuvo trabajo durante los turnos de intervención de los portavoces parlamentarios. Pero cuando creía que esta vez sí iba a salir indemne y sin mácula en su hoja de servicios, se le fue al traste cuando menos lo pensaba. Justo después de que terminarán las intervenciones de todos los portavoces y se iba a proceder a la votación de investidura de Pedro Sánchez. Fueron diez minutos surrealistas en los que tuvo que emplearse a fondo pero volvió a pagar la novatada y fue incapaz de gobernar el gallinero que cacareaba por los cuatro costados envuelto en un revuelo considerable e infantil.

Todo se fue al garete cuando Juan Carlos Girauta, de Ciudadanos, hizo una petición de palabra por alusiones a Patxi López al entender que Gabriel Rufián (ERC) había faltado al “decoro” al afirmar durante su intervención que la formación naranja no había condenado la dictadura franquista. “Ciudadanos condenó el franquismo por última vez el 27 de septiembre de 2013 en el Parlamento catalán”, aseguró Girauta. El presidente del Congreso, mientras tanto, le recordó que el tiempo por alusiones cuando existen falsedades es de 30 segundos.

Una vez desatado el barullo, algunos diputados se vinieron arriba y desplegaron sus mejores artes, las mismas que condenan a la política y al parlamentarismo a cotas de popularidad muy bajas. A Girauta se le sumó entonces el portavoz parlamentario del Partido Popular, Rafael Hernando, un profesional del terreno embarrado. Sin venir a cuento y en todo caso a destiempo, intentó hacerse con la palabra para denunciar la falsedad del portavoz socialista cuando habló del PP, de corrupción y del rey. López le retiró el permiso y le apagó el micrófono. Se sucedieron entonces algunas escenas de los hermanos Marx con Hernando chuleando al presidente del Congreso y este incapaz de atajar la procacidad del parlamentario popular. En repetidas veces le pidió respeto para la presidencia y logró acabar con la discusión, aunque para entonces la situación le había sobrepasado. Pagó cara su indulgencia y su deseo contumaz de no mostrarse autoritario.

Pero Patxi López sí elevó su tono cuando Joan Tardá, de ERC, intentaba pronunciarse sin turno de palabra. Le repitió que no podía hacerlo e intentó que comenzara la votación. Tardá, crispado, mantuvo su actitud, y el antiguo lehendakari le llamó al orden. Así logró calmar el gallinero y dar paso a la votación. Para entonces ya era trending topic en las redes sociales.