Por el proceder de uno y otro, da la impresión de que Pedro Sánchez ha leído al ancestral estratega chino Sun Tzu. Él o quien en su equipo dirija las tácticas socialistas para lograr la investidura. Quizá también Mariano Rajoy lo haya hecho, pero parece haber olvidado uno de sus principios: conócete a ti mismo y a tu enemigo. El presidente en funciones se ha quedado con la teoría de la paciencia oriental, pero no ha contado con que los descosidos de sus propias huestes dejan al aire sus debilidades.
En cambio, en el PSOE han manejado otro de los principios del pensador chino del siglo quinto o sexto antes de Cristo: conoce de antemano el lugar y la fecha de la batalla. Y practica una maniobra envolvente sobre Podemos en la que evita coincidir en tiempo y lugar con los de Iglesias. A cambio, anuncia y mantiene reuniones con otras fuerzas, sugiere que hay principios de acercamiento hacia sendos acuerdos con la nueva derecha de Ciudadanos y con la Unidad Popular de Alberto Garzón. Quizá Iglesias también haya leído El Arte de la Guerra del estratega ancestral pero está haciendo todo lo contrario. Lanza ataques frontales desde el primer minuto postelectoral. Muestra sus cartas y publicita sus exigencias, diseñando públicamente elementos de un eventual acuerdo que, aunque sólo fuera por cortesía al interlocutor, debería poner sobre la mesa de un diálogo constructivo y no sobre el púlpito de los medios de comunicación. No es un problema de transparencia sino un principio práctico: más que ofrecer un acuerdo parece estar exigiendo una adhesión que dificulta la escenificación de un diálogo. Las formas son importantes para generar confianza. Pero el PSOE sigue dando largas. Sigue teniendo en su mano la decisión de dónde y cuándo presentar batalla de ideas con Podemos mientras estos ya han puesto sobre el campo la disposición de sus fuerzas, a la vista de todos. Sun Tzu se tiraría de los pelos porque si algo tenía claro el general era que hacer esas exhibiciones es síntoma de debilidad o un simple señuelo. Esta última posibilidad significaría que, en realidad, el objetivo de todo el desfile de ministerios y programas de legislatura que hace Iglesias no sea otro que no llegar a ningún acuerdo. Que Sánchez tenga que afrontar su investidura con los 130 escaños que suma con Ciudadanos y fiarse a la Providencia de otro centenar de abstenciones. Si Sánchez pierde, ¿seguro que gana Iglesias? Y si Sánchez gana en esas condiciones,... ¿gana?