Pedro Sánchez está negociando con un partido -Ciudadanos- cuyos votos, llegado el caso, no serían suficientes para otorgarle la investidura como presidente del Gobierno. Y a pesar de ello, lo que está haciendo el ya candidato socialista, lejos de ser absurdo, tiene sentido, aunque hay que interpretarlo asumiendo que nos encontramos ante una representación (casi) teatral. Las líneas que siguen son una sinopsis de la obra que, de acuerdo con mi interpretación, está representando el candidato Sánchez.

Dado que la aristocracia socialista le ha indicado por activa y por pasiva que no debe llegar a acuerdos con Podemos, su primer movimiento ha consistido en hablar con Ciudadanos. Este partido, por su parte, afirma que tratará de conseguir que el PP no vote en contra en la segunda votación para la investidura. A los de Rivera esta situación les viene bien, pues es una forma de mostrar a su electorado que no son la muleta de los populares. El argumento que utilizará Ciudadanos es el patriotismo y la responsabilidad, o sea, el mismo que ha utilizado Mariano Rajoy hasta ahora para pedir el apoyo del PSOE. Aunque es cierto que el PP ha sido el partido ganador, también lo es que no ha conseguido atraer a ningún otro partido a su campo y, por si eso fuera poco, los últimos escándalos de corrupción han dado una razón poderosísima a los demás para que sigan sin aproximarse a ellos. Dado que Rajoy tiene puestas sus esperanzas en una segunda oportunidad -tras el presumible fracaso de Sánchez- o en unas nuevas elecciones, es prácticamente imposible que esa táctica funcione. Pero eso no es motivo para que Sánchez, por un lado, y Rivera, por el otro, dejen de representar el papel que les corresponde.

Una vez se haya comprobado que la vía anterior no lleva a ninguna parte, Sánchez estará legitimado ante la opinión pública para negociar con Podemos, sea cual sea la postura de la nobleza de su propio partido. Y toda la presión se desplazará hacia Pablo Iglesias. Es harto improbable que lleguen a un acuerdo, porque el objetivo de Podemos no es gobernar, sino constituirse en la referencia máxima de la izquierda: quieren ser la Syriza española. Pero que sea improbable no quiere decir que sea imposible. No cabe descartar un posible acuerdo porque en caso de no producirse, Sánchez habría mostrado bien a las claras que no habrá sido por él y podría ocurrir que a Podemos le venciese el vértigo de aparecer ante la opinión pública como el responsable de no haber hecho realidad un gobierno de izquierda. Una parte significativa del electorado de Podemos no entendería que este partido no hiciese posible un gobierno alternativo al del Partido Popular. Por lo tanto, podría ocurrir que PSOE y Podemos lleguen a un acuerdo incluso aunque ese acuerdo no sea del agrado de muchos (y muy importantes) personajes dentro de ambos partidos.

Y si finalmente no hay acuerdo, es posible que Pedro Sánchez salga reforzado ante las bases de su propio partido y ante la opinión pública, por lo que en caso de repetirse las elecciones, no es descartable que vuelva a ser candidato a la Presidencia del gobierno. Lo que parece evidente es que si no (aparenta que) lo intenta o intenta, su carrera política habría concluido ya, pues tras oír las intervenciones de barones, marquesas y demás nobleza socialista en el cónclave del pasado día 30, a nadie se le oculta que sus días al frente de su partido habrían terminado. Y es que presentándose, Pedro Sánchez tiene mucho que ganar y nada que perder.