Ante la llamada a las urnas de hoy, todos los focos están puestos en la futura composición del Congreso de los Diputados. Sin embargo, son pocos los que recuerdan que en estos comicios también se elige a los componentes del Senado, esa Cámara desconocida y olvidada por la mayoría de los ciudadanos, de la que solo se oye hablar para denunciar su supuesta inutilidad. Casi todas las formaciones ponen en duda el funcionamiento actual de la Cámara Alta y partidos como Podemos o Ciudadanos se refieran a ella como “cementerio de elefantes” u “órgano sin funciones”. Además, que su actividad no sea difundida en los medios contribuye a que la opinión pública tenga un concepto de los senadores como “vagos” o políticos casi en retirada. Con todo esto, la cuestión es simple: ¿De dónde viene el Senado y cuál es su cometido?
El Senado es un órgano cuyo origen está en 1834 y que funcionó como parlamento de la nobleza hasta que fue eliminado a principios del siglo XX durante la dictadura de Primo de Rivera. No se volvió a restablecer hasta 1978, cuando la actual Constitución apostó por el bicameralismo y otorgó a la Cámara Alta la función de representación territorial, un cometido necesario para el proyecto de descentralización del Estado y la creación de las nuevas comunidades autónomas prevista tras la llegada de la democracia.
Actualmente, 266 miembros componen este órgano, frente a los 350 del Congreso. 208 de los senadores son elegidos por provincias mediante sufragio universal en las generales y, a diferencia de los diputados, se votan individualmente, seleccionando tres nombres en la papeleta, que pueden ser de un mismo o de diferentes partidos. Se trata de la única Cámara en España que utiliza este sistema de listas abiertas. A cada territorio peninsular le corresponden cuatro escaños, mientras que las islas más importantes escogen a tres, y las más pequeñas a uno. Los 58 componentes restantes son de designación autonómica y se reparten entre los partidos y coaliciones más votadas en las comunidades.
A pesar del carácter territorial y de armonización del sistema de autonomías que le otorga la Carta Magna, en la práctica las funciones de este órgano se limitan a ser las de una cámara de segunda lectura. El Senado puede rechazar o enmendar los proyectos de ley del Gobierno y los presupuestos generales, pero la última palabra siempre la tiene el Congreso. Por tanto, la función de control que podría tener desaparece por completo.
El Senado únicamente ejerce sus funciones con exclusividad a la hora de proponer al rey el nombramiento de cuatro magistrados del Tribunal Constitucional y de seis vocales del Consejo General del Poder Judicial, y si el Gobierno pide autorización para intervenir una comunidad autónoma, en caso de desobediencia o actuación contraria a la Constitución. En este supuesto, de reciente actualidad por el proceso soberanista catalán, los senadores impondrían las medidas necesarias para el cumplimiento de las obligaciones de esa autonomía.
José María Cazalis, senador del PNV en la última legislatura y candidato a revalidar su escaño, explica que no ha funcionado como Cámara territorial, “porque ningún Gobierno tiene asumida la plurinacionalidad” del Estado. “Por ejemplo, lo miembros del PP y PSOE de Murcia nunca trabajan juntos”. Sin embargo, Cazalis cree que el Senado puede tener su utilidad para completar asuntos que se empiezan en el Congreso o para proyectos de ley alejados del foco de la prensa. “No hay ningún tipo de presión mediática y es todo más tranquilo, es una cámara invisible”, señala.
Para el senador jeltzale, el gran problema de la Cámara Alta es la actitud del Congreso y, especialmente, de los sucesivos Gobiernos. “Para ellos es mucho más cómodo trabajar solo con un órgano que con dos”, critica, y lamenta que no dispongan del competencias para vetar leyes. “La Constitución recoge que el sistema parlamentario es bicameral, pero lo que han hecho es quitarle el poder de veto al Senado para evitar tener que negociar dos veces, ya que puede haber mayorías diferentes en las dos cámaras, como le pasó a Zapatero”.
A pesar de ello, destaca algunos logros en la cámara la última legislatura en materias como los secuestros parentales, los casos de niños robados, el uso de gas natural como combustible marino o el mal uso de medicamentos. “Esos temas que no son puramente políticos y nos afectan a todos se suelen hacer en el Senado, y nosotros hemos trabajado en unos cuantos que han salido bien”. El PNV es reacio a realizar una renovación integral de la Cámara Alta. “Podemos discutir si sirve o no pero, siendo vascos, nos da igual cómo organicen los españoles su sistema parlamentario”. De cualquier manera, cree que es necesario estar en de Madrid. “Mientras se decidan cosas que tengan que ver con Euskadi, nos toca estar allí, en sintonía y trabajando en equipo para sacar lo máximo posible”.
La candidata del PSE al Senado por Bizkaia, Isabel Celaá apuesta en cambio por convertirlo en una verdadera cámara de representación territorial, dentro del proyecto de país federal que defiende su partido. “En sus funciones actuales es un órgano claramente prescindible”. Defiende que hay que impulsar su transformación desde dentro para que se convierta en una institución relevante, “como lo es en otros países con federalismos más desarrollados que el del Estado autonómico”, y lamenta que los estudios realizados “jamás han pasado el aprobado de sus señorías y, por lo tanto, están en un cajón”.
Celaá engloba el cambio del Senado en una futura reforma constitucional. “Han pasado 37 años desde 1978 y han ocurrido muchas más cosas que en 200 años. Hay un cambio profundo y nuestras necesidades tienen que ser respondidas de manera distinta. Queremos un nuevo pacto ciudadano”. Para ello, los socialistas quieren “revitalizar” la Constitución utilizando herramientas y mecanismos federales. “Es ahí donde vemos que podemos construir un acuerdo para que el Senado tenga una eficiencia y para que los territorios no solamente estén, sino que decidan. Es el mejor sistema para integrar la diversidad en una unidad constitucional”, concluye.
Los partidos han realizado numerosas propuestas en campaña respecto a la función que debería ejercer la Cámara Alta. Ciudadanos plantea eliminarla, mientras que Podemos y PSOE están de acuerdo en que se convierta en una verdadera cámara territorial. Los socialistas plantean además su traslado a Barcelona. Sin embargo, cualquier reforma de peso requeriría un cambio en la Constitución, lo cual exige un gran consenso entre formaciones. Será necesario esperar para ver si hay visos de cambio o todo sigue igual.
Segunda lectura. A pesar de que la Constitución le otorga una función territorial, las funciones reales del Senado son las de una cámara de segunda lectura, que puede enmendar o no aprobar los proyectos de ley, pero no tiene derecho a veto. El Congreso siempre tiene la última palabra.
Listas abiertas. 208 senadores son elegidos por provincias y, a diferencia del Congreso, mediante un sistema de listas abiertas. Los electores votan individualmente a los candidatos, seleccionando tres nombres en la papeleta, que no tienen por qué ser del mismo partido.
Reparto de asientos. A cada provincia le corresponden cuatro escaños, tres a las islas más importantes y dos a las islas menores. Los 58 miembros restantes son elegidos por las comunidades autónomas.
Olvido mediático. Los medios de comunicación solo acuden al Senado cuando los ministros o el presidente lo visitan. Esto provoca que gran parte de la ciudadanía desconozca la labor y las funciones de la Cámara Alta.