Madrid - Quién iba a pensar que la legislatura que empezó con vallas protegiendo el Congreso iba a terminar con una insólita campaña electoral centrada en acercar a los políticos a los ciudadanos. Se los ha visto pisando la calle más que nunca, interactuando con la gente y hasta en programas de entretenimiento.
Olvidar el plasma
El PP está muy satisfecho con su campaña, con la que ha buscado en todo momento desterrar la imagen de un Mariano Rajoy alejado de la sociedad o encerrado detrás de un plasma. Los paseos, los besos, apretones de manos y selfis han sido la tónica de un periplo que el partido ha querido centrar en pueblos o ciudades de menor tamaño, en territorios a los que otros partidos, subrayan, no han hecho caso. Admiten en el PP que se han buscado golpes de efecto como la entrevista de Bertín Osborne -el bertinazo, lo llaman- para que la gente empatizara con él. Una imagen de cercanía que han acompañado de su mensaje central: el PP es el único que garantiza la creación de empleo y Rajoy el único candidato con experiencia frente a unos rivales que no han sido ni concejales.
Los populares admiten por otra parte que aunque ha habido estrategias de comunicación dirigidas a los jóvenes -como el vídeo del hipster- el partido se ha centrado más en acercarse a su mayor granero de votos, los pensionistas,ante la dificultad de pelear por el voto joven. El PP sigue confiando en que mañana será la primera fuerza política, y consideraría cinco puntos suficiente diferencia sobre el segundo para legitimarles como el partido que debe gobernar. En cualquier caso, en las últimas jornadas Rajoy se ha afanado por advertir de que el mayor riesgo para el país sería un pacto PSOE-Podemos (o Podemos-PSOE, porque no descartan que el partido de Pablo Iglesias sea segundo) y en señalar que sólo con el PP seguirá en la senda de la recuperación.
“O Rajoy o yo”
En las filas socialistas, Pedro Sánchez llega a la meta con la autoestima alta y convencido de que está más vivo de lo que apuntan las encuestas y sus rivales. “O Rajoy o yo”, ha resumido Sánchez lo que está en juego el 20D para atraer el voto útil de la izquierda en torno al PSOE, “la única opción de cambio”, como de forma machacona ha subrayado en campaña. Para Sánchez, si PP y Ciudadanos suman, gobernará Rajoy, mientras a Podemos le afea que esté más predispuesto a facilitar las cosas a la derecha, lo que le ha llevado a denunciar un “frente antiPSOE” al estilo de la pinza de los 90 con Felipe González.
El candidato socialista ha elevado al máximo su nivel de autoexigencia al contemplar solo el escenario de la victoria y admitir que, si no la consigue, será un “fracaso” para él. Sin embargo, en voz baja, si Rajoy gana, pero no logra la confianza del Congreso, no cierra la puerta a tejer alianzas para ser él el presidente de un gobierno “monocolor” sustentado en acuerdos con otros partidos.
Aunque algún miembro de la dirección del PSOE vaticina unos 100 diputados, Ferraz no quiere hacer quinielas porque percibe que un buen número de escaños dependerá de un puñado de votos. El entorno de Sánchez basa su optimismo en que la campaña ha ido “claramente a más”, en especial, tras el debate del pasado lunes y la sacudida que generó la acusación a Rajoy de que “no es decente” por los casos de corrupción del PP. Internamente, Sánchez ha contado con el respaldo del partido, en particular, de la andaluza Susana Díaz, aunque es consciente de que un eventual desplome en las urnas por el mordisco que le pueda dar Podemos abocaría a una nueva etapa de convulsión en el partido.
La “remontada”
Dicen en Podemos que las campañas les sientan bien y creen que ésta les ha ido “de cine” y ha confirmado su “remontada”. Y si el termómetro para medirlo es el poder de convocatoria que han demostrado en sus actos, puede que no vayan desencaminados. Han sido capaces de llenar polideportivos, auditorios, plazas y facultades en prácticamente cada lugar de España que han visitado. Mucho se ha notado también el tirón de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el gran acierto que ha supuesto su intensa implicación en la campaña de Pablo Iglesias, en la que ha conseguido ser igual de aclamada, o incluso más, que el propio candidato.
Podemos ha fiado mucho de su remontada a sus alianzas territoriales no sólo en Catalunya, sino también en Valencia y Galicia, territorios donde han exhibido su defensa de la plurinacionalidad de España y del derecho a decidir y donde esperan un muy buen resultado.
Pero si ha habido algo definitivo para su avance, según piensan, han sido los debates electorales. Primero, el debate a cuatro entre Iglesias, Sánchez, Rivera y Sáenz de Santamaría, en el que creen que el líder de Podemos se situó muy por encima del resto. Y, después, el cara a cara entre Rajoy y Sánchez, que -consideran- fue el epílogo de una época y el fin del bipartidismo. Convencidos de que muchos socialistas desencantados darán su voto a Podemos el 20-D, se han esforzado también por captar a algunos segmentos de población que a priori no están entre su electorado, por ejemplo los “abuelos”, a quienes en la recta final han dirigido sus mensajes.
De más a menos
Ciudadanos está satisfecho de la campaña electoral que ha llevado a cabo, a pesar de que no ha tenido un recorrido lineal, ya que frente a la primera semana en el que el partido crecía imparablemente y la actividad era frenética, la segunda ha mostrado cierta falta de energía y desasosiego. Precisamente ha sido después de la “conjura de Vistalegre”, el gran acto celebrado en Madrid, donde logró reunir a 10.000 personas, y que fue calificado como un auténtico éxito.
El propio candidato, Albert Rivera, ha reconocido estos días que la campaña tuvo un antes y un después a raíz de la muerte de los dos policías españoles en Kabul, ya que al impacto de la noticia se sumó la reunión del pacto antiyihadista y los funerales del Estado. Rivera, con un estilo propio, como lo demuestra que no haya frecuentado en su campaña bares, mercados o comercios, ha mostrado su cercanía a la prensa al subirse en dos ocasiones al autobús en el que han viajado los medios de comunicación.
De menos a más
Izquierda Unida ha ido de menos a más en esta campaña en la que se juega mantener su grupo parlamentario y, aunque no lleguen ni de lejos a los once diputados que tenían, esperan conseguir el mínimo suficiente para tener cierta capacidad de maniobra e incluso ser “determinantes” en un Congreso que se avecina fragmentado. El candidato, Alberto Garzón, ha ido ganando empuje y energía a medida que han transcurrido los días, con una actividad frenética allí donde tienen posibilidades de ganar escaños (especialmente Madrid, Andalucía, Valencia y Asturias). Y lo ha hecho con un mensaje que ha puesto el foco en reivindicarse como la izquierda de verdad frente a Podemos, su gran enemigo electoral, al que no ha dejado de atacar estos días por “salir corriendo” hacia el centro. Después de dos semanas en la carretera, el candidato y su entorno se dejan llevar por el entusiasmo y se ven con un mínimo de cinco escaños y grupo propio. - Efe