Hace décadas, un conocido antropólogo y arqueólogo vasco estaba excavando en una cueva e investigando los restos óseos de animales que había encontrado. La gran mayoría pertenecía a especies extintas, por los cambios producidos en su hábitat, al ser objeto de caza por los primitivos pobladores, por otras especies, etc. Los participantes en la excavación tenían por costumbre almorzar en un lugar cercano al yacimiento.

Un día se les ocurrió pedir el conejo que les ofrecieron en el menú. Comieron con avidez. La mujer que regentaba el local, dicharachera y complacida, se les acercó y preguntó si el conejo era de su gusto. ¡El gato estaba bueno y bien condimentado! La respuesta dejó estupefacta a la condescendiente mujer. Ésta mostró su sorpresa... pero sus mejillas tomaron un color rojizo, fruto de la desazón que la albergaba. Los comensales se mostraron amables: “No se apure. Ya le hemos dicho que el gato que nos ha servido estaba bueno. Por nuestra profesión le podemos afirmar que este hueso no pertenece a ningún conejo y sí a un gato”. No hubo discusión ni contestación posible.

Dar gato por liebre, es decir, engañar a alguien al darle de mala fe un artículo o servicio de inferior calidad a la que se había convenido o por la que se había pagado es aplicable a las elecciones generales que acaban este domingo... Dicen: se reduce el paro, fruto del buen hacer y de las reformas puestas en marcha por el gobierno del PP. Es la ilusión, la liebre que se nos vende... y se obvia la cruz de las miles de personas -fundamentalmente jóvenes- bien formadas que han tenido que abandonar el estado para poder tener algún futuro. Se olvidan de la eventualidad promovida en el ámbito laboral, de los contratos y sueldos basura que arrastran a amplios sectores de la población a vivir en la precariedad. Más pobreza y desigualdad, es lo que nos han dejado.

Una gestión supuestamente brillante. Que deja una deuda galopante, impagable, que amenaza nuestro futuro y bienestar; una amnistía encubierta para los corruptos y defraudadores; una sociedad más empobrecida y endeudada; una ley de educación, en principios y valores, atrasada, que nos aleja de los modelos que mejor funcionan en Europa; pérdida de derechos en el sistema sanitario; una banca insaciable e insensible, criminal, que ha endosado, gracias a su connivencia con el poder, las consecuencias de su nefasta gestión a la gran mayoría de la ciudadanía; desahucios que afectan, fundamentalmente, a los que menos tienen, a sus ilusiones y proyectos de vida... Y para acallar la inevitable protesta: menos democracia. La ley mordaza.

Lo puedo decir más alto, pero no más claro. Yo no tengo ninguna esperanza en aquellas opciones que ahondan en la desigualdad, que no aceptan la pluralidad que existe en este estado. No tenemos ningún futuro como sociedad, ni como pueblo votando a aquellas opciones que tienen como único objetivo gobernar en España. Porque todas ellas, sin excepción, constantemente, históricamente, nos han dado, siempre, gato por liebre.