Barcelona - Expiraba la asamblea de debate donde las bases de la CUP se oponían a la investidura de Artur Mas cuando Anna Gabriel, una de sus diez diputadas, exclamaba lo siguiente: “¿Independencia? ¿Revolución? ¿Qué va primero? ¡Tanto da! Lo que está claro es que sin las mujeres, ni independencia ni revolución!”. Tres días antes, Antonio Baños, el cabeza de lista el pasado 27-S, se saltaba la disciplina de la formación que pedía guardar silencio hasta el pasado domingo para retuitear con un “totalmente de acuerdo” un tuit que rezaba lo siguiente: “Sin independencia no hay revolución”. Visiones dispares que describen los mundos diversos que anidan en el seno de la fuerza anticapitalista y que responden a una lucha por hacerse con el poder en el partido ahora que goza de una representación decisoria para la gestación del Govern, una pugna que de paso podría acabar cercenando el proceso rupturista si no cristaliza el pacto con Junts pel Sí. Las palabras de Raül Romeva asegurando que, a excepción del nombre del candidato a presidir la Generalitat, “en todo lo demás hay una voluntad clara y recíproca de acuerdo”, extremo que la propia Gabriel y otros rechazan aludiendo a aspectos del plan de choque social como las privatizaciones, certifica que mientras desde la coalición hay sintonía con miembros de la CUP que llevan el peso de la negociación, otros dirigentes antisistema niegan la mayor. Entre tanto, la marca radical ha fijado su asamblea nacional para el 27 de diciembre, por lo que cualquier resolución final quedará para después de las generales.

El fastidio cundió en el ánimo de muchos asistentes al último cónclave de la CUP porque, para empezar, ignoraban que se iban a plantear en la reunión cuatro escenarios para ser votados, y es que desde semanas antes la sigla emergente se había encargado de publicitar que nada iba a ser objeto de escrutinio en esa jornada, que simplemente se trataba de poner en común lo debatido en las territoriales. El disgusto era mayor por el intercambio de comunicados suscitado los días previos entre las distintas corrientes de la CUP. De un lado, los documentos de Endavant, la organización juvenil Arran y el manifiesto Per un gir a l’esquerra -firmado por el diputado Josep Manel Busqueta-, que descartaban reelegir a Mas, y a quienes se sumaron Corrent Roig y Lluita Internacionalista; del otro, y en soledad, el sector más pragmático que encarna Poble Lliure. La primera y la última de todas estas organizaciones son las más influyentes dentro de la CUP hasta el punto de que el secretariado nacional, que lo forman quince personas, se divide entre partidarios de Endavant y Poble Lliure, con un miembro que hace de mediador. Si se les pone rostro, Anna Gabriel, que pertenece a la primera, lidera la línea más dura, escoltada por Benet Salellas y Busqueta; mientras que entre quienes defienden ceder a Mas el bastón de mando y someterle en diez meses a una cuestión de confianza se hallan Baños, Albert Botran -que milita en Poble Lliure-, Julià de Jodar y Ramon Usall, entre otros.

endavant marca el paso “Endavant está dispuesta a reventarlo todo, incluso el proceso”, afirmaba uno de los presentes en la asamblea, según recogía ayer el diario La Vanguardia, evocando que en las conclusiones de la asamblea que esta organización realizó a finales de octubre no hubo ni una sola mención a la hoja de ruta secesionista. Vamos, que la pretensión de esta corriente es erigirse en el aparato político de referencia de la izquierda alternativa pasando por encima de la propia CUP, a diferencia de Poble Lliure, que ve en esta marca el espacio idóneo para el ansia secesionista. Y es que hay militantes que perciben que la fractura interna beneficiaría a la intención de Endavant de comerse las siglas de la CUP. Los mismos simpatizantes que tampoco entienden que dirigentes de la fuerza anticapitalista proclamen que no ha existido desde el 27-S ningún consenso con Junts pel Sí, sabedores de que la declaración independentista que se refrendó en el Parlament fue fruto de un acuerdo de gran calibre. “Que se dejen de tonterías sobre la fórmula de la presidencia y que hablen con nosotros de política. Ahora solo tenemos una hoja en blanco”, llegó a decir ayer el diputado Sergi Saladié.

Las contradicciones entre dirigentes se suceden a diario. A la misma hora puede escucharse a Gabriel en una radio destacar que “si Junts pel Sí busca candidato de consenso mañana mismo la CUP votaría su investidura”, y en otro medio a Baños precisar que la opción de Mas no está descartada porque “si la asamblea nacional le da el sí, lo obedeceremos”. A uno y otro les une las forzadas sonrisas y la presión del entorno soberanista, incluso de sus votantes, muchos de los cuales escogieron la papeleta cupera para que hiciera marcaje a Mas, dejándole sin mayoría absoluta, y obligarle así a que no se bajara del tren independentista, pero cediéndole la reelección para que demostrara que va en serio y a modo de premio por subir a Convergència a este viaje.

Romeva lamentó que la oferta de un president y tres comisiones de gobierno, junto a la cuestión de confianza, esté aún encima de la mesa y sin respuesta por parte de la CUP. En todo caso, la figura de Mas “sigue siendo algo invariable ya que ningún otro nombre tiene mayor consenso en Junts pel Sí”, zanjó el actor principal de las negociaciones. Y es que según la coalición Mas blinda el aspecto institucional en plena ofensiva desde el Estado. “Representa sensibilidades necesarias de las que no podemos prescindir”, advirtió. Ocurre que en el mundo cupero priman intereses más personales. Tanto, que si para Baños unas nuevas elecciones serían “un drama”, otros compañeros quizás las vean como una oportunidad. Y no precisamente para la independencia.

Asamblea nacional. El 27 de diciembre la CUP celebrará una asamblea nacional donde a priori fijará su posición definitiva sobre investir o no a Artur Mas después de que gran parte de sus bases rechazara al líder de CDC.

Repartidas por toda Catalunya, la CUP basa sus políticas en sus cerca de 1.500 militantes.

Recogen las opiniones de las bases formuladas en las asambleas locales, y se abre también en ellas un espacio de debate.

Se reúne una vez al mes. Se citan 60 representantes de las territoriales. Último espacio deliberativo.

Órgano sin atribuciones políticas formado por 15 personas. Ejecuta lo que le traslada el Consejo Político. En el Parlament hay un grupo de acción que controla y planifica el trabajo de sus diputados.