París - No era la normalidad de todos los días, era una rutina amarga y tensa la que vivió ayer París, primer día laborable tras los atentados que el pasado viernes costaron la vida a al menos 129 personas. Menos gente por la calle, en el metro, en los establecimientos. Jean, al frente de un quiosco situado junto a la plaza de la Ópera lo comenta: “Pasa mucha menos gente. Faltan los turistas, pero creo que también hay muchos parisinos que se han quedado en su casa”. Su compañero Elie, que descarga paquetes de revistas, interviene: “Pero hemos vendido más”.
Frente al palacio Garnier, sede de la Ópera, Alberto fotografía a María del Carmen. Son dos turistas argentinos que decidieron mantener su viaje a París. Le sorprendió la facilidad con la que pasaron los controles del aeropuerto. “Hace un mes estuve en México y casi me desnudan y aquí fue todo muy sencillo”, comenta el argentino. Lamentan que muchos de los monumentos y museos de la ciudad permanezcan cerrados. “Pero incluso para pasear, París es maravillosa”.
Los colegios reabrieron y la mayor parte de los parisienses se reincorporaron al trabajo. “Todo normal en la entrada al colegio”, asegura un padre que prefiere no dar su nombre. En los barrios alejados de la zona turística la normalidad era patente. “La gente ha salido a hacer la compra. Es posible que incluso haya más gente, porque no ha habido mercado”, señala Maud, que regenta una carnicería. Las autoridades, que decretaron el estado de emergencia, mantienen la prohibición de los mercados callejeros, que generalmente invaden muchas avenidas de París. Julie despacha pan en su establecimiento del distrito IX y asegura que “es como un lunes cualquiera, pero no lo fue el fin de semana. En cuanto que se hizo de noche ya no había nadie en la calle”.
La rutina estaba más perturbada en la llamada milla de oro, la calle de la Paix, donde se ha instalado ya la decoración navideña. Y las marcas del lujo reabrieron. En la plaza Vendôme, epicentro de las marcas de lujo, se multiplica el número de vigilantes privados. A dos pasos del comercial barrio en el que se ubican las Galerías La Fayette, la ausencia de gente llevó a Meline a cerrar su marroquinería: “Hoy también hay menos gente. Tanto turistas como locales. Espero que pase pronto este pánico”. Una tensión que se palpaba en el ambiente. La sirena de una ambulancia helaba el ánimo en la plaza de la Ópera. Una chica acaba de desmayarse. “Estaba acumulando mucho estrés y angustia estos últimos días”, afirma, entre lágrimas, una amiga. - L.M.Pascual