El primer ministro griego, Alexis Tsipras, pidió ayer a los suyos que den la cara ante el cisma que está viviendo su partido, el izquierdista Syriza, y se pronuncien claramente sobre si tiene vía libre para seguir adelante con la negociación para un tercer programa de rescate. En su intervención en el Comité Central, Tsipras instó a los miembros a aclarar cuál debe ser ahora la estrategia del partido a la luz de las condiciones actuales, ante la pérdida de la mayoría parlamentaria, y la permanencia en el grupo de diputados rebeldes, que no apoyan al Gobierno pero se niegan a marcharse.

Tsipras calificó de “absurda” la existencia de dos facciones en el mismo grupo parlamentario y declaró que no hay izquierdas a medias. “No hay menos y más izquierdas, menos y más revolucionarios”, sentenció el primer ministro.

En un tono desafiante, Tsipras abogó por la convocatoria de un congreso extraordinario en septiembre basado en la nueva composición de las bases y no con los delegados permanentes, elegidos en el congreso fundacional en 2013, para decidir los nuevos pasos a medio y largo plazo. Al mismo tiempo, consciente de la gran resistencia interna por parte del ala más izquierdista del partido a firmar un tercer rescate financiero, Tsipras propuso la convocatoria de un referéndum entre los militantes para este mismo domingo pues, añadió, es una decisión que no puede esperar.

Así, en el encuentro, convocado después de que una treintena de diputados dieran la espalda al Gobierno en la aprobación de dos paquetes de medidas impuestos por los socios de la eurozona como condición para negociar el tercer programa de rescate, Tsipras volvió a defender la línea de que no había alternativa posible a una negociación de la que dijo sentirse orgulloso. “El pueblo y las fuerzas políticas no eligen las condiciones en las que tienen que actuar, pero pueden intentar mejorarlas”, dijo Tsipras, que añadió que cualquier otra alternativa habría implicado una catástrofe financiera. “El primer Gobierno de izquierdas en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, o bien recibe el respaldo de los diputados de la izquierda o cae por los diputados de la izquierda porque creen que (el Gobierno) dejó de ser de izquierdas”, manifestó el primer ministro lanzando el guante a los díscolos.

También el viceprimer ministro, Yannis Dragasakis, alertó de los riesgos que conllevaría dejar caer al Gobierno izquierdista. “Si volvemos a la oposición, nunca más tendremos la oportunidad de probar nuestros puntos fuertes y nuestros puntos débiles”, concluyó Dragasakis.

Entre las voces discordantes figuró la del miembro del Comité Central Rudi Rinaldi, quien afirmó que “el país se encamina hacia un desastre nacional y social”, del que hizo responsables al equipo de Gobierno y al primer ministro, para, acto seguido, anunciar su dimisión de ese órgano. En una línea similar, el hasta hace dos semanas ministro adjunto de Defensa, Kostas Isychos destacó que el “plan a no ha funcionado”, en alusión al intento de lograr un acuerdo que hubiera respetado la política antiausteridad propugnada por Syriza. El portavoz parlamentario de Syriza, Nikos Filis respondió calificando de “golpe de Estado” el denominado “plan b secreto” del exministro de Finanzas Yanis Varufakis, que preparaba un sistema de pagos paralelo para el caso de que fracasaran las negociaciones.

Ante el evidente cisma, Tsipras retó a los críticos a pronunciarse abiertamente si creen que con otro primer ministro el Ejecutivo de Syriza se encontraría ahora en una situación mejor. “Si alguien cree que se puede conseguir algo mejor con otro primer ministro y otro Gobierno que lo diga”, requirió Tsipras.

Con su petición de un congreso extraordinario, Tsipras apuesta por consolidar su liderazgo y obtener el apoyo de las nuevas bases, que se han triplicado desde que Syriza se convirtió en partido de Gobierno. En cambio, la plataforma de izquierdas ha reclamado un congreso permanente, que engloba solo a los delegados originales, los cuales representan a la Syriza de la etapas de la oposición.