Los experimentos de laboratorio, la demoscopia y el contraste argumental sobre los castillos en el aire en torno a la transformación del panorama político estatal en ciernes ya cuentan con una prueba de campo real: Andalucía. No se puede decir que sea extrapolable por las características específicas del territorio. No hay fuera de la comunidad andaluza terreno donde el PSOE cuente con un núcleo electoral socialmente comparable con el que resistir los embates de Podemos. Algo así como el PP en la Comunidad de Madrid ante el acoso inesperado de Ciudadanos. Pero, con sus peculiaridades, sí da para incorporar nuevas hipótesis a la lectura del momento.

Para empezar, Podemos ha descubierto que no cabe asalto directo a Moncloa en un año cargado de citas electorales previas y deberá ascender peldaño a peldaño a partir de Andalucía. Lo que para cualquier partido incipiente sería un resultado excepcional, para Podemos es un mal presagio. Su confesado intento de sustituir al PSOE y desbancar al PP choca con un test en el que no es la alternativa al primero ni se acerca al segundo, pese al descalabro evidente de los populares. Ni siquiera la irrupción de Ciudadanos -mucho más sólida que la de UPyD pese a contar con los mismos mimbres mediáticos que proyectaron desde Madrid al partido rosa, de Díez no se sabe por cuánto tiempo- ha debilitado suficientemente a los de Mariano Rajoy. Ciudadanos tiene aspecto de haber llegado para quedarse un buen rato, lo que va a incomodar a quien ha ejercido de derecha panorámica y hegemónica 25 años.

Desde Euskadi se pueden incorporar algunas reflexiones. Nafarroa, por ejemplo, vuelve a retarse con el cambio. En el pasado han habido demasiadas espantadas del PSN como para sumarle del lado de las fuerzas con voluntad de desalojar a UPN. Por mucho que la tengan en Iruñea, no la hay en Ferraz, que es donde dictan. Así que, si a UPN le dan los números con el PP, el PSN y hasta Ciudadanos, no pondría mi pensión en una apuesta en sentido contrario. Ahora, si esos números no dan, hay alternativa. La clave será quién puede liderarla.

Dicen las encuestas que todo pasará por el peso que obtenga Podemos. Es un mal mimbre para el cambio. Con la consigna que mantiene su dirección española, de no asumir riesgos, y la estructura vertical en su toma de decisiones, Podemos puede ser en Nafarroa una experiencia tan poco fiable como el PSN. Y, si fuera una opción, ésta pasaría por respaldar un cambio de la mano de un candidato neutro a los ojos de sus intereses que se definen en Madrid. Desde luego, no uno de EH Bildu por el desgaste que los de Iglesias han decidido no asumir. En el mejor de los casos Geroa Bai, con Uxue Barkos contrastada en la villa y corte y valorada como la mejor parlamentaria del Congreso, es el centro de la expectativa de cambio.

Lo mismo que ocurre en Gipuzkoa y Araba con el PNV. Si se trata de plantear las próximas elecciones en términos de alternativa o continuidad, las encuestas dicen que la única a EH Bildu en Gipuzkoa son los jeltzales, y eso les abre la puerta del voto útil. Hoy por hoy, son segunda fuerza a escasa distancia de la izquierda abertzale, cuyo desgaste por cuatro años de gobierno no augura un desplome pero sí le aleja de su propio “momento Podemos”, cuando Bildu surgió con gran ebullición y obtuvo el reconocimiento de un electorado que respaldó los pasos a favor de la paz que hoy son más trémulos en materia de convivencia.

Araba es más complicada. Separados por sólo punto y medio en expectativa de voto figuran, por este orden, el PNV como primera alternativa de cambio, el gobernante PP y EH Bildu. La dificultad añadida del territorio está en la habilidad de Javier Maroto de hacer girar el debate en torno a sí mismo. Se puede considerar populista su discurso sobre la RGI y los extranjeros, pero ha sabido apelar a lo más rácano del espíritu humano y obtendrá pingües beneficios electorales de la mano, preferentemente, de quienes prevén no depender de esa ayuda nunca y tampoco valoran su existencia. Pero ha sabido polarizar, y eso dibuja un lado que concentra adhesiones y otro que divide opciones alternativas. Suficiente para aspirar a ser la mayor opción minoritaria salvo que, de nuevo, el PNV sepa concentrar un deseo de cambio que en Araba se antoja más fraccionado.

En Bizkaia, las encuestas dicen que es complicado ver una alternativa a un sólido PNV pese a su renovación de rostros. Siempre se puede fiar a lo que dé Podemos -en Bizkaia y en Euskadi-. Pero le falta retratarse en el escenario político vasco, definido por los cuadrantes que conforman los ejes socioeconómico y nacional. Ante ellos, Podemos pretende no ser izquierda ni derecha; nominalmente defiende el derecho a decidir mientras aboga por poner en valor los “500 años de historia común” de España. No se puede flotar siempre entre aguas y no mojarse en ellas. Es una cuestión de credibilidad.