La marea de cambio que suponía dar jaque mate al bipartidismo se quedó a medio camino y, como mucho, puede llegar a Génova 13, donde Mariano Rajoy recibió el anticipo de lo que puede ser su desalojo de la Moncloa en las generales. Y es que en Andalucía, en su núcleo rural principalmente, el PSOE son palabras mayores aunque en su camarote guarde el muerto del caso de los ERE o el de los cursos de formación. No se equivocaban quienes vaticinaban que no era el feudo más propicio para que Podemos escribiera la primera página -tras el prólogo de las europeas- de su escalada al cielo por asalto, como predijo Pablo Iglesias, aunque sus 15 diputados en la Junta le conviertan, al menos, en el abanderado de la transformación predicada, puesto que el empuje de Ciudadanos quedó diezmado evitando que la sangría popular fuera mayor.

Sea o no por una cuestión sociológica de la comunidad con mayor índice de paro e imputados por presunta corrupción, quedó ratificado el estancamiento del crecimiento de la formación morada, cumpliéndose todas las predicciones que le concedían una horquilla que giraba alrededor de la cifra obtenida. Presentaba además a una candidata, Teresa Rodríguez, sin el peso específico de su secretario general y, para colmo, posicionada en el sector crítico a los postulados de la dirección general. Los intentos de los grandes grupos de comunicación españoles de tratar de echar barro encima de la fuerza emergente, como si el caso Monedero, la beca de Iñigo Errejón o las conexiones chavistas sirvieran para ponerle a la altura de la trama Gürtel del PP o de la red clientelar de los ERE socialista, quizás hayan neutralizado las ansias renovadoras fruto del hastío y el desencanto, pero ni el alto índice de indecisos que marcaban los barómetros ni los tradicionalmente abstencionistas trastocaron planes como el de Susana Díaz, a quien la estrategia del adelanto electoral le salió a las mil maravillas.

Ahora bien, ese tercer escalón del podio puede resultar suficiente para Iglesias. Primero, porque su líder no se ve en la necesidad de ejercer de muleta de la presidenta, que podrá gobernar en minoría, y es que al no estar obligado a mostrar sus credenciales como socio de gobierno, su actuación, en un sentido u otro, no le penalizará en este periodo de tiempo donde aún resta por dirimirse la cita electoral del 24 de mayo. Segundo, porque los intentos mediáticos, respaldados desde sectores económicos, de empujar a la marca de Albert Rivera como la gran alternativa, pinchó en hueso, bien porque la ciudadanía le asemeje con un proceder próximo a lo ya establecido, bien porque sus números se engordaron con un propósito, por ahora, no muy bien calculado. Su consuelo, haber fagocitado a UPyD.

la situación de garzón La izquierda más extrema, ajena a la que ha gobernado durante 33 años amén de la próxima legislatura, rumia con todo que la mitad del respaldo a Podemos llega procedente del nicho de IU, que atisba lo complicado que se torna el horizonte para Alberto Garzón, aunque este resultado pueda servir para percatarse de que la convergencia sea más necesaria que nunca para que la calle sienta que el nuevo tiempo es más posible. En verdad, que esta convocatoria a las urnas solo haya servido para una redistribución de escaños donde el PP queda grogui deja la interrogante de si, reeditando Díaz los 47 asientos que ya tenía -que le sirven para legitimarse-, su gobierno vaya a disfrutar de una estabilidad de la que, según ella, carecía con la sociedad formada con Antonio Maíllo. Constatado el escenario sin sorpresas, Podemos deberá arremangarse ahora para encandilar con propuestas de fondo que generen un terremoto mayor allá donde pueda nadar a favor de corriente.