sevilla - Pocos dudan, al amparo de las encuestas y de la debilidad de su principal rival, que esta noche la fotografía en el palacio de San Telmo ilustrará a una Susana Díaz dichosa, que no eufórica, porque su triunfo le permitirá seguir rigiendo los destinos de la Junta de Andalucía despojándose del barro de la corrupción que ensució la biografía de sus dos predecesores en el cargo. Quién sabe, eso sí, si la líder socialista completará la legislatura a expensas de cómo marche la movida madrileña; no la referente al escenario electoral capitalino, sino la que atañe a Ferraz y el grado de poder e influencia que pueda desplegar su secretario general, Pedro Sánchez, ya que, por mucho que de ello haya renegado en campaña, Díaz tiene puesto el ojo en las primarias del partido, por lo que un éxito holgado en las urnas refrendaría su capacidad para presentar sus credenciales en la batalla por desalojar a Rajoy de la Moncloa.

El otro foco se ubicará en cuantificar el desplome del PP después de que en 2012 no le sirviera de nada que su eterno Javier Arenas cosechara mayor número de papeletas, ya que Juanma Moreno Bonilla, desconocido todavía para la ciudadanía, apunta a sufrir un revés sin paliativos donde por el camino podría dejarse la mitad del apoyo que recibió el exministro del Gabinete Aznar, derrota que en buena parte se achacaría a Mariano Rajoy y serviría de indicio respecto a lo que acontezca en las municipales y autonómicas de mayo, o en las generales en los estertores del año, y probablemente del mandato popular. Hay quienes se atreven a afirmar que, unida la bofetada andaluza a la del 24-M, Génova, con el expresidente en la sombra, piensa ya en embarcarse en la preparación de un congreso extraordinario del que saldría el encargado de poner punto y final a la era mariana.

A todo ello contribuirá el afán por el cambio de Podemos, aunque todos los sondeos señalan que no es precisamente Andalucía su tierra prometida, relegándole al tercer escalafón del podio, de manera que pisarle los talones al PP y erigirse en marca decisiva, supondría todo un aldabonazo para la formación de Pablo Iglesias, aunque para la Junta su rostro visible sea curiosamente la adalid del sector crítico de la fuerza emergente. Que la horquilla entre 15 y 18 escaños que se le otorga se convierta en el asidero de Díaz para la gobernanza, con todos sus condicionantes, sería la gran baza cuando mañana vuelva a salir el sol y haya que arremangarse y encarar las cifras sobre desempleo, falta de transparencia y disyuntivas sociales, económicas y políticas que azotan al conjunto de la población andaluza. Y es que Podemos, además, deberá pasar su primer examen ante ésta porque se verá en la tesitura de posicionarse, actuar y razonar sus movimientos, y ello, de cara a su asalto hacia la Carrera de San Jerónimo, podría bien penalizarle, bien propulsarle.

Quien hace apenas un mes no soñaba siquiera en gozar de tanta cuota de influencia como se le presupone es Ciudadanos, la alternativa tranquila de la metamorfosis en el tablero y que, al compás de Albert Rivera, con Juan Marín como delfín, se postula como la herida por la que sangrará el PP, compañero de viaje del PSOE y el respiro de las élites empresariales y bancarias conscientes de que esta sigla no alterará el orden constitucional. Lo que si hará C’s es sacar del cuadrilátero a UPyD y mandar a Rosa Díaz a la lona. Allí puede perecer también IU, cuya solera y tradicional incidencia se esfumarían entre el empuje morado y el empeño de Díaz de someter a su exsocio. Está todo en las manos de 6.496.685 andaluces.