No creo que la decisión del juez Ruz de imputar al Partido Popular en el procedimiento que se sigue en la Audiencia Nacional en relación con el caso de la trama Gürtel tenga precedentes entre nosotros. Nunca se había acusado formalmente al partido político que gobierna en España y en la mayoría de sus comunidades autónomas de un delito como el que se investiga en este caso. Aunque sólo fuera por esa razón, la decisión del juez es de gran trascendencia y es posible que afecte a las dos convocatorias electorales que se avecinan.

No obstante, no es fácil anticipar qué consecuencias tendrá. Por un lado, es posible que los efectos de la corrupción ya se hayan producido en el ánimo del electorado y que las últimas encuestas ya hayan reflejado las consecuencias de dichos efectos,junto con los de la crisis. Pero por el otro, hay dos elementos que no hay que perder de vista. Uno es que, al parecer, la corrupción había empezado a causar menos preocupación que hace unos meses, por lo que la reactivación mediática de casos como éste puede tener el efecto de recordar a los votantes que se han cometido verdaderos desmanes . Y el segundo elemento es que en unas elecciones pequeños movimientos de votos pueden tener efectos muy amplios. Allí donde varias fuerzas políticas se encuentren muy igualadas -Vitoria es un buen ejemplo en nuestra comunidad autónoma- esos pequeños movimientos que puedan derivarse de hechos como éste son susceptibles de generar un efecto muy importante.

Ante ese panorama, el Partido Popular intentará, por un lado, destacar los aspectos positivos de su gestión o, al menos, presentar bajo una luz favorecedora algunos resultados de su acción de gobierno. Se diga lo que se diga en relación con el tipo de empleo que se está creando, lo cierto es que los datos del paro, en términos generales, están mejorando sensiblemente y esa tendencia no se truncará hasta el otoño. Ahí tiene el PP su mejor baza.

Pero además de destacar sus logros, tirará de manual e intentará hacer otras dos cosas. Una es que tratará por todos los medios de hacer ver a la opinión pública que ellos no son diferentes de todos los demás y que la corrupción ha sido un mal endémico que ha contaminado a todos los partidos políticos. Esto es lo que vulgarmente se conoce como “enchufar el ventilador”. Lo que pretende conseguir así es eliminar o minimizar la desventaja en que la corrupción le coloca en comparación con el resto. Y la otra es que utilizará señuelos para distraer al electorado con la pretensión, además, de recabar el mérito de resolver problemas “gravísimos” o, al menos, de encararlos debidamente. Se me ocurren varios de esos señuelos.

No sería de extrañar que se acentúe la beligerancia con los partidos catalanes de vocación independentista y con la Generalitat. El “espantajo” catalán convenientemente zarandeado será, probablemente, uno de los señuelos. Tampoco cabe descartar que aparezcan otros “enemigos exteriores”, incluso en la esfera internacional. Un oportuno conflicto con Gibraltar o un nuevo islote Perejil, con desembarco y ganado caprino incluidos, no debería sorprender a nadie. Y luego está el terrorismo, la amenaza islamista por un lado, e incluso la de ETA. El hecho de que la organización terrorista no haya declarado su disolución puede que sirva al Partido Popular para destacar la existencia de una amenaza latente, amenaza que ha de combatir mediante las oportunas redadas, detenciones, etc. No soy muy proclive a hacer predicciones pero creo que este caso, más que de adivinación, este es un ejercicio de prospectiva.