bilbao - Quedan solo seis días para la disolución de Lokarri, ¿qué balance hace de nueve años de trabajo?
-Hemos hecho una aportación honesta y constructiva para poner las condiciones que hagan posible una convivencia pacífica y democrática en nuestra sociedad. Algo que creo que no es poco. Para una organización como la nuestra es mucho. Hemos cometido errores y otras veces habremos acertado más, pero honestamente creo que del trabajo que hemos realizado, tanto a nivel general como local, la conclusión es que hemos ayudado a integrar.
¿Cómo han sido los meses desde que anunciaron su disolución?
-Lo que ocurre es que el debate sobre la disolución ya estaba hecho con anterioridad. Ha sido un debate de dos años. Siempre se corre el riesgo de que ante una decisión de este tipo hubiese problemas o dificultades, pero al final no las ha habido. Llegamos al final compartiendo todos un mismo análisis y un mismo diagnóstico.
Dígame cuáles considera que son los mejores momentos en toda esta andadura de Lokarri.
-Un buen momento sin duda fue la celebración de la Conferencia de Aiete, y otro muy bueno fue cuando organizamos la presentación de los estatutos de Sortu. Nosotros nos habíamos fijado dos grandes objetivos: el final de la violencia de ETA y la legalización de Sortu. Estar presentes en dos elementos que fueron clave para estos objetivos fueron momentos muy buenos.
¿Y el peor momento de estos nueve años?
-Los peores momentos llegaron en los años 2007, 2008 y 2009. Internamente le hemos llamado nuestra travesía del desierto. Eran momentos en los que había violencia, no había diálogo, ilegalizaciones, confrontación política... No había esperanzas. Y otro mal momento fue cuando organizamos la consulta de Gernika. Nos pusimos un objetivo de participación del 40% y logramos el 17%. Entonces se me pasó por la cabeza dimitir directamente e irme a mi casa.
Seguro que se lo han preguntado muchas veces. ¿De qué ha vivido Lokarri estos años?
-Hemos gestionado a lo largo de estos años unos cuatro millones de euros. La aportación fundamental, de alrededor del 70%, ha venido de los socios de Lokarri. Hemos mantenido entre 1.770 y 1.800 socios, que ponían como mínimo 140 euros anuales. Aproximadamente un 10% ha procedido de aportaciones individuales, de donaciones. Otro 10% llegaba de subvenciones públicas y un 5% de prestaciones de servicios. Por ejemplo, si organizábamos un plan de convivencia para un ayuntamiento, nos pagaban.
¿Han sido financiados por algún partido?
-No. Para nada. Por ejemplo nosotros gestionamos la actividad del Grupo Internacional de Contacto (GIC) y ese dinero proviene de una fundación europea. Y en la Conferencia de Aiete, todo lo que pagamos para su organización vino de la fundación de derechos humanos inglesa con la que colaboramos. Lokarri es una entidad de utilidad pública y tenemos que presentar nuestra contabillidad al Gobierno Vasco para que lo fiscalice.
Y a partir del 7 de marzo, ¿qué?
-Vamos a mantener una pequeña organización para preservar el trabajo realizado a lo largo de todos estos años.
¿Cuál será el trabajo?
-Es algo que se está decidiendo ahora. Tampoco todas las personas que están actualmente en Lokarri van a seguir. El trabajo principalmente será mantener un canal para informar de otras actividades que se organicen en favor del proceso de paz. Vamos a informar con una periodicidad, que puede ser cada tres meses, de cómo marcha el proceso, pero será algo más analítico, para una vez al año poder hacer jornadas de reflexión.
Y usted, ¿qué va a hacer? ¿Dónde está su futuro?
-En esta nueva organización estaré como un voluntario más, un colaborador más. Lo que sí he transmitido, en la medida que ellos quieran, es mi idea de seguir dando soporte técnico al Grupo Internacional de Contacto, y la Comisión de Verificación sabe que puede seguir contando conmigo. Aunque profesionalmente no me dedique a este tema, el proceso de paz es parte de mí y quiero seguir aportado en lo que pueda.