donostia - Ha sido asesor, entre otros responsables políticos, de expresidents como Jordi Pujol, Pasqual Maragall y José Montilla, además de director de Comunicación del exalcalde de Barcelona Joan Clos. Antoni Gutiérrez-Rubí acaba de publicar el libro Tecnopolítica, disponible de manera gratuita en su web, una recopilación de artículos que en enero fue descargada en 35.000 ocasiones. La primera presentación pública del libro fue a última hora del jueves en la librería Garoa de Donostia.

En su conversación destacó que son otros agentes como los comerciales los que primero han entendido que si pierden presencia en la sociedad, luego perderán la cuota de mercado. ¿Por qué?

-La flexibilidad de las empresas (en especial las grandes) para comprender los cambios en los hábitos de los consumidores es muy relevante. Están comprendiendo que el consumidor es inseparable de su condición de usuario y ciudadano. Y esta triple condición hace que la relación con él sea más profunda y compleja que la meramente comercial. Las empresas están comprendiendo los cambios de comportamiento que la tecnología provoca en el consumidor. Y lo hacen mejor que los grandes partidos.

¿Son las nuevas tecnologías la revolución de la política?

-La tecnología social, la que utilizamos los ciudadanos para relacionarnos, transforma radicalmente la manera que tenemos de vernos a los demás, el hecho político, nuestra condición de nosotros. Es esta nueva mirada, producida gracias a una tecnología que socializa mucho a la gente, la que pone en jaque una manera de entender la política menos social, más jerarquizada, más ideológica y de menos de ideas.

¿Es Podemos el mejor ejemplo de la ‘tecnopolítica’ actual?

-Sí, Podemos está utilizando esta tecnología social y muchas de sus técnicas de creación de marcas e ideas políticas tienen mucha estrategia. Es esperanzador, independientemente de lo que los lectores piensen sobre Podemos o su voto, que cuando parecía que nada pasaba, parecía que estaba todo hecho, no había nuevos liderazgos ni nuevas formas de hacer política, aparezca. La contribución de Podemos a la revitalización de lo político y de lo público es una gran contribución, independientemente de quién les vote.

¿Cómo explica a un colega suyo extranjero el fenómeno Podemos?

-Durante 30 años, en España todas las alternativas han sido proalternancia: no hacía falta que yo lo hiciera mejor, solo tenía que esperar que tú lo hicieras peor. Con esperar mi ciclo era suficiente. Las alternaciones eran por alternancia, no por construir. Era el péndulo del ya me llegará. Estimula la pereza, la falta de tensión de la creatividad, la construcción real de alternativas y que las dos fuerzas que durante 30 años se han movido en la franja del 70%-80% de los votos, no siendo lo mismo, porque representan valores y tradiciones diferentes, se perciban más parecidas.

¿Han perdido sensibilidad respecto a la sociedad?

-Sí, cuando la política se reduce a la simple ocupación de las instituciones, la distancia respecto a la sociedad puede ser mayor. Esa desvinculación, pérdida de capacidad empática de ponerse en lugar de los ciudadanos y ocupar las instituciones, trabajando para los ciudadanos pero sin ellos, esa pérdida de contacto real ha provocado una dosis de insensiblidad que ha tenido una lectura muy negativa en la sociedad.

¿La clave de Podemos ha estado en todas las redes que ha ido tejiendo en Internet o, al revés, en su presencia en los medios tradicionales?

-Han comprendido una cosa muy importante: hay que estar en todas las pantallas de la gente. En las de esa televisión que vemos casi cuatro horas al día, pero también en otras donde vemos otros productos audiovisuales y de otro tipo. Móviles, ordenadores personales, tabletas... Han comprendido que la batalla es multipantalla y multiformato, y han desarrollado estrategias para todas las pantallas y simultáneamente, a diferencia de las fuerzas tradicionales, para quienes las redes sociales van por un lado, la telegenia por otro... Han comprendido la importancia de la simultaneidad de las pantallas y han diseñado contenidos para ello.

¿Los partidos tradicionales han empezado a perder esta batalla cuando han aparecido nuevas pantallas?

-Es una pregunta que en parte tiene la respuesta, ¿no? Cuando no comprendes el fenómeno multipantalla, pierdes la conectividad, porque en los contenidos audiviosuales de televisión, tu posición es pasiva, pero en los contenidos audiovisuales digitales es activa. Veo la TV, pero estoy siendo actor en las redes sociales. Esta dinámica espectador-actor/pasivo-activo, lo que consumo y creo, esa tensión dinámica hace que los ciudadanos tengamos una mayor capacidad de influencia en lo que podríamos llamar la “creación de agenda”. Creo que es lo que no han entendido bien las grandes fuerzas, el cambio de rol del protagonismo, la creciente importancia que tiene el empoderamiento del individuo en la creación de contenidos, en el consumo o en la difusión.

Cuando perdemos esa “conectividad” nos movemos y recuperamos la señal de wi-fi o cambiamos de cable y listo pero, ¿pueden hacer esto los partidos o van tarde?

-Sí, sí pueden, pero hay que reaprender y comprender mejor. Han de entender la sociedad a la que quieren representar. Es muy difícil servir a una sociedad que no entiendes y representarla si no la comprendes. Hay un proceso de reaprendizaje y de humildad que es imprescindible. Es un tema actitudinal, no solo de conocimiento y técnico, aunque también. Sobre todo deben aprender su rol.

En España se ha visto de todo. ¿Es problema de caras, de discurso, de herramientas tecnológicas...?

-Los problemas de fondo no se resuelven solo con cambios superficiales. Un relevo no es necesariamente una reforma, ni un recambio es necesariamente un cambio. Se necesitan transformaciones más profundas y una reinvención del formato partido político para sociedades mucho más complejas, autónomas y maduras como las nuestras. Esta idea de decir a un ciudadano que va a ser decisivo cada 1.460 días, que es lo que dura una legislatura, es antigua e insuficiente para tener una relación mucho más exigente y vinculante entre administrados y representantes. Ha sido un drama reducir la política solo a procesos electorales.

Soy ciudadano y tengo un ‘smartphone’. ¿Influyo en política?

-Muchísimo, porque la mayoría de las cosas importantes para los ciudadanos se están produciendo en estos dispositivos: relaciones afectivas, profesionales, personales... Tocamos el móvil más de 200 veces al día. La conectividad digital es inseparable de nuestra vida cotidiana y eso nos va a dar un potencial de incidencia política extraordinario. Además, hay mucha innovación cívica y social disponible, muchas aplicaciones disponibles, causas políticas que tienen expresiones digitales muy atractivas, redes para la acción política muy estimulantes... Vamos a relacionarnos con las personas y haremos política móvil, hecha con dispositivos móviles. Es la incidencia más relevante de este principio de siglo.

¿Existe el riesgo de que nos quedemos en lo emocional?

-Existe el riesgo de quedarnos en lo inmediato y en lo superficial, porque es tan rápido... La facilidad para actuar puede inhibir el pensamiento. Por eso es muy importante el tipo de dieta digital e informativa que llevamos. Como ahora es tan rápido compartir un contenido, la posibilidad de que lo pienses menos es más alta, porque la rapidez te puede inhibir a veces de la reflexión, la calma y la serenidad que necesita la creación de contenidos. En mi caso, por ejemplo, cada vez pienso más lo que escribo y evito la tentación fácil de actuar rápidamente...

Que cuenta hasta 10 antes de tuitear.

-Sí, y no solo eso, sino que a veces decido cambiar de formato para poder serenarme.

Y, por ejemplo, se pasa al blog.

-O escribo en el ordenador primero el tuit y luego lo paso. Es decir, busco formatos y métodos que impidan que la inmediatez jerarquice todas mis decisiones.

Con este escenario, de repente estamos pendientes de Grecia. ¿Ve en España una campaña electoral similar, polarizada entre quienes agitan el fantasma del miedo a Syriza y quienes no tienen miedo a nada tras perderlo todo?

-Sí, sí, sí, claro que es posible. A pesar de que la crisis económica y de las instituciones económico-políticas es muy diferente a la griega, o de que hoy (el jueves) la Comisión Europea volvía a firmar las previsiones de crecimiento en 2,3%, sí que estamos en un escenario muy volátil de las fronteras políticas, muy dinámico de los procesos y muy impresivisible, en cuanto a resultados.

¿Este escenario del sur de Europa puede afectar en el escenario catalán?

-Sí, claro. Todos los procesos se retroalimentan, también en Euskadi. Es difícil que haya espacios impermeables a los procesos. No solo porque compartimos un mismo destino y reto institucional e histórico como es el de Europa, sino porque a pesar de las características nacionales y sociales de cada comunidad, los efectos de contagio e impacto son muy grandes, vivimos muy conectados. Se equivocarían aquellos que piensan que sus receptores son impermeables y que quedan al margen de corrientes de fondo que se mueven a nivel europeo.

¿La posible corrupción pesa cada vez más en los electores catalanes?

-- La corrupción no es generalizada, pero sí ha alcanzado a los grandes partidos y se abre la duda sobre la presunta financiación irregular y continuada de alguna formación política. Sí. Es el fin del oasis catalán. Ese mundo de apariencias se revela como un artificio y ahora descubrimos, con estupefacción, parte de la impostura.

¿Le sorprendió la revelación de la familia Pujol?

-Sí, mucho. Especialmente, porque Jordi Pujol había adornado su liderazgo político de fuertes connotaciones morales y patrióticas. Descubrir, por revelación, que ese liderazgo era exigente con todo el mundo menos con su propia familia y menos coherente en sus acciones personales que en sus discursos ha sido un golpe duro.

ERC basa su estrategia en compatibilizar el independentismo con el discurso social. ¿Fenómenos como Podemos o Guanyem pueden romper esa estrategia?

-Estos fenómenos expresan que una parte del independentismo acogía corrientes de fondo de irritación y ruptura que ahora pueden verse, quizá, mejor canalizadas por las expresiones de Podem y Guanyem. Se abren nuevos espacios a la pluralidad y a la complejidad. Y la variable exclusivamente nacional puede no ser decisiva para explicar todas las contracciones sociales y sus retos políticos.

De estar todo el rato presente en los grandes medios españoles, Euskadi parece que ha desaparecido. ¿Cómo valora esta situación?

-Euskadi parece que está a la expectativa para ver como acaba la vía catalana del derecho a decidir. Además el liderazgo del lehendakari, y su impacto en el conjunto de la política vasca, se ha centrado en lo social y lo económico. Son sus prioridades, mientras se suavizan las tensiones sociales y se produce un período -necesario- de distensión, normalización y pacificación en la sociedad vasca.