no caeré en la simpleza de González Pons de comparar lo que pienso en función de lo que diga éste o aquél. Lo del portavoz europeo del PP explicando que no le gusta la victoria de Syriza en Grecia porque Arnaldo Otegi se ha alegrado es de “caca, culo, pis”. Visto el nivel de los razonamientos de altos cargos del PP, uno entiende mejor el tamaño desgobierno español.

La semana empezaba con esa noticia y en éstas que llega ETA a decir qué opina de la vida. Y repite, miméticamente, lo que muchos de la izquierda abertzale y otros que no lo somos ya dijimos: que las detenciones de los abogados en aquella llamada operación Mate era un disparate y que el Gobierno Vasco se limitó, aunque posteriormente haya sido más contundente, a quejarse porque nadie se lo comunicó. Lo dice en su lenguaje cuartelero, claro.

El problema no es que ETA se manifieste en un sentido o en otro sobre lo que está pasando en la sociedad vasca. El problema es ETA. Su insistencia en perdurar pese al expreso rechazo que la ciudadanía, la que un día fue afín a su causa y la que nunca lo fue, manifiesta varias cosas. La primera, el alejamiento de la realidad. La segunda: el nulo respeto por las decisiones democráticas. La tercera: que no renuncia a dirigir la nave que durante años pilotó a golpe de asesinato. Eso es lo grave, no que le parezca éste o aquel episodio de lo que ocurre a nuestro alrededor.

Si tuviera que leer entre líneas, apostaría a que lo que realmente le está molestando a ETA es que el Gobierno de Urkullu y el partido que lo sustenta está haciendo una apuesta decidida por la desaparición efectiva de ETA mediante el desarrollo de fórmulas que, precisamente por la violencia que ejerció durante décadas, habían sido hasta la fecha imposibles no solo para llevarlas a cabo, sino ni siquiera para plantearlas. Programas de reinserción, desarme, reconciliación... todo esto tiene que ser muy duro para quien no tiene cometido alguno toda vez que ha renunciado a lo que le daba protagonismo: el crimen.

Es cierto que el Gobierno español está más preocupado de hacer como que ETA existe que de facilitar su final, pero en esa situación parece que el redactor del comunicado se siente cómodo porque justifica precisamente los argumentos con los que los más resistentes de su entorno van a su vez poniendo palos en las ruedas de la normalización. Dios los cría y ellos se juntan.

Objetivamente, todos salimos perdiendo cada vez que ETA se hace presente. Su mera existencia altera la vida política. No es para menos: a sus espaldas carga con más de 800 muertos y una cruel historia de la que no parece que vaya a abjurar. Tanto mirar a Irlanda y resulta que el IRA, sus otrora hermanos del alma, hizo sus deberes con muchas menos excusas. Vale, delante tenía a Londres y no a Madrid. Pero eso ya lo sabían después de reventar varias treguas. Tanto que anunciaron un proceso unilateral. Y no termina de serlo.

Pero si enfocamos más, tengo pocas dudas de que es la izquierda abertzale la que pagará la factura más alta de esta fantasmagórica presencia. Si ETA dice, lo que sea, la mirada se vuelve hacia Sortu. Y ahí, muchos en Euskadi siguen pensando que este equilibrio dialéctico que a duras penas mantienen los dirigentes de la izquierda abertzale cuando ETA habla y ellos están obligados a decir algo es cada vez más complicado. Me ha parecido cuando menos prudente, y también significativo, el silencio que han mantenido en esta ocasión.

Valga un reciente ejemplo para entender a qué me refiero. Llama Hasier Arraiz en vísperas de la manifestación de Sare a “las bases del PNV” para que se sumen a la manifestacion en defensa de los derechos de los presos. Llega ETA unos días después y dispara en modo ráfaga dialéctica precisamente contra el PNV. Vamos, ganando posibles y futuros aliados. Más aún: todo después de esa propuesta solemne de un camino abierto y compartido hacia la independencia, la propuesta del PNV sobre un “pacto nacional” que pone como premisa, entre otras, la desparición de los reaparecidos en forma de comunicado. A mí me parece que a ETA no le gusta nada lo que está pasando o pueda pasar. Lo haga el Gobierno español, el vasco, el PNV... o la izquierda abertzale. De lo que no parece percatarse ETA es de su levedad una vez calladas las armas. Solo queda su existencia y comunicados tan absurdos como éste para recordarnos que, aunque fosilizada, sigue ahí.