Para el Sudán Meridional la independencia tiene sabor de sangre: sus tres años de Estado soberano han significado tres años de guerrilla, matanzas étnicas, guerra civil y corrupción infinita.

Los motivos de la separación del Sudán sureño del Sudán musulmán y filoárabe fueron muchos y legítimos, pero la miseria, el tribalismo, la carencia de una conciencia nacional y cívica han hecho del país una gigantesca caja de Pandora en la que los enormes recursos petrolíferos son un aliciente más para la corrupción y la violencia. Una violencia que en tres años ha causado cerca de 100.000 muertos y dos millones de fugitivos (la población total de la República ronda los doce millones), sin contar con las hambrunas que se ciernen sobre el país porque desde hace más de un año apenas se cultivan unas cuantas hectáreas. La ONU calcula que en 2015 la mitad de la población estará subalimentada en el Sudán del Sur.

Si las causas de las penurias sudsudanesas son evidentes, las soluciones brillan por su ausencia. Y es que la mayor riqueza del país -los hidrocarburos que son comprados mayormente por China-, en tanto que los oleoductos que lo llevan a los puertos del Sudán Septentrional le pertenecen a este último que no solo no quiere renunciar a las ganancias del uso de estos conductos, sino que mantiene una hostilidad latente contra el Sur desde hace siglos; una hostilidad que llegó al conflicto armado antes de desembocar en la independencia del Sur no musulmán.

Además, en Pekín no se ven capaces de mediar eficientemente en el conflicto sudanés ni están convencidos de que una paz inter-sudanesa redundaría en mejores negocios con esos dos Estados. Tanto más, cuanto que China es el mayor proveedor de armas a los dos Sudán.

En el Sudán del Sur la política gira entorno a las dos etnias más importantes -los dinka, etnia mayoritaria- y los nuer. Estos apoyan al que fue vicepresidente del país hasta el año pasado, Riek Majar, y aquellos, al presidente, Salva Kiir, dinka él mismo.

Aquí hay que recordar que en el tribalismo africano, tener en el poder a un miembro de la propia etnia significa para esta un alud de cargos y prebendas que se pierden con cualquier cambio de Gobierno. Las lealtades a Kiir y Majar son para las respectivas tribus en primer lugar opciones a un mejor nivel de vida

Este reparto de poderes gubernamentales pendió de un hilo desde antes de proclamarse la independencia y se rompió el año pasado, al anunciar Majar que iba a aspirar a la presidencia en los próximos comicios generales. Ese anunció determinó una hostilidad tan grande entre los políticos, apoyados por sus respectiva etnias, que Majar optó por transformar la pugna política en guerra civil y se rebeló contra Kiir.