DRESDE - Un fantasma recorre Europa. La austeridad ha incubado el huevo de la serpiente y los partidos y las manifestaciones xenófobas han crecido de forma terrible para una Europa que creía que había dejado atrás el drama del fascismo y despierta los peores fantasmas del pasado. La participación de miles de personas en una marcha de tintes islamófobos en Dresde (este de Alemania) es el último movimiento de ese ejército que, poco a poco, sin descanso van conquistando el viejo continente. Francia, Grecia, Holanda, Austria, Hungría, Reino Unido... y ahora también Alemania. La lista empieza a ser interminable.
La acogida que ha tenido el movimiento islamófobo Pegida en Alemania, amparado en los temores viscerales ante una posible islamización de Europa, no hace sino confirmar el auge de la ultraderecha en Europa. El nombre completo del movimiento es Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente y surgió en Dresde, en el este de Alemania -donde ha protagonizado sus manifestaciones más concurridas- para luego tener ramificaciones en otras ciudades como Düsseldorf, en el oeste, donde se autodenomina Dügida, y en algunas partes de Baviera. Además, el movimiento tiene contactos con un grupo llamado Hooligans contra Salafistas (HoGeSa), claramente cercano a la escena neonazi.
Sin embargo, Pegida no responde a los estereotipos habituales del neonazismo. En sus manifestaciones -han llegado a reunir a 15.000 personas- las cabezas rapadas y las botas de paracaidistas están en clara minoría y en sus pocas declaraciones el movimiento se esfuerza por distanciarse de posición típicas de la ultraderecha. Así, por ejemplo, en una reciente declaración programática difundida a través de internet, Pegida empieza declarando como obligación humanitaria el acoger a los refugiados de guerra y los perseguidos por razones políticas y religiosas.
legitimidad A su vez, en ese documento el movimiento retoma el problema, tratado ampliamente por los partidos establecidos, del aumento del flujo de refugiados y se pronuncia a favor de un reparto de los mismos por cuotas entre los países europeos, lo que no está lejos de la posición que defiende el gobierno de Angela Merkel. De hecho, el ministro de Interior, Thomas de Maizière, considera legítimo que los ciudadanos se planteen dudas ante el creciente número de refugiados que recibe Alemania -se superarán las 200.000 solicitudes este año- y ha prometido dar una respuesta a esas preocupaciones. Toda esa aparente moderación, que le da al movimiento un matiz conservador y burgués, pese al tinte claramente islamófobo y xenófobo de otras de sus exigencias, hace, en opinión de algunos analistas, que Pegida sea aún más peligroso. “El odio empieza a convertirse en algo bien visto y esta surgiendo una normalización del odio al prójimo”, advierte desde movimientos como la Fundación Amadeo Antonio, que apoya iniciativas contra la ultraderecha.
Un estudio reciente de la Fundación Friedrich Ebert muestra que aunque las posiciones abiertamente de ultraderecha pierden reputación, crece el resentimiento contra grupos concretos como las personas sin hogar, los peticionarios de asilo o los parados crónicos. Además, el temor al islamismo radical -fomentado por las noticias generadas por el grupo terrorista Estado Islámico- es explotado por movimientos que cultivan formas sutiles de radicalismo. El mismo estudio señala que ese tipo de posiciones cercanas a una especie de ultraderecha maquillada son comunes en el partido Alternativa para Alemania (AfD), que surgió como un movimiento euroescéptico en contra de las ayudas al sur de Europa y que ahora ha descubierto en la islamofobia un nuevo tema para atraer votantes. AfD, con un discurso de rechazo al euro y a favor poner freno a la acogida de extranjeros, ha logrado escaños en la Eurocámara y en tres parlamentos regionales. Ha logrado además repercusión mediática, porque no ha sido objeto del boicot sistemático al que en el pasado han sometido los partidos tradicionales a las formaciones de ultraderecha, con cuyos jefes, por ejemplo, se han negado siempre a discutir en tertulias televisivas. El líder de AfD, Bernd Lücke, ha defendido los motivos por los que parte de los manifestantes se han sumado a Pegida y ha criticado a los medios y a los partidos tradicionales que se nieguen a tener en cuenta las preocupaciones de esa parte de la población.
La idea de que los medios y los partidos están mintiendo dificulta conectar con los manifestantes y explicarles que en una ciudad como Dresde, donde el porcentaje de musulmanes es menor al 1 1%, su temor a una islamización es absurda. Algunos, como la diputada Petra Pau, del partido La Izquierda, temen que se esté recreando el contexto de la primera mitad de los años noventa, cuando la crítica al aumento de los refugiados alimentó un ambiente que derivó en actos violentos de xenofobia. De hecho, la Oficina Federal de lo Criminal (BKA) registró en los primeros nueve meses de 2014 más delitos con trasfondo ultraderechista que en los dos años anteriores juntos.
Francia, Reino Unido, Grecia... Estos partidos de extrema derecha cargan contra la inmigración desatada, proponen blindar fronteras, llegan al corazón de los votantes exaltando lo patrio. Tal es el caso del partido de Le Pen en Francia ahora liderado por Mariane, hija del mítico Jean Marie, el hombre que llegó a decir que bienvenido sea el ébola porque servirá para frenar la inmigración, ha puesto en jaque al conservadurismo y el socialismo ahora en el gobierno, y se ha convertido en la fuerza política más votada en las últimas elecciones celebradas en Francia y a nadie se le escapa que es una alternativa real para llegar al Palacio del Elíseo.
En Suiza, adepta a los referéndums consultivos por cualquier asunto, ha aceptado la propuesta de un partido de extrema derecha que ha sometido a votación limitar la llegada de inmigrantes incluso de la Unión Europea que está tomando medidas de castigo. Pero en Gran Bretaña uno de los tirones más importantes del UKIP el partido ultranacionalista de Farage, es blindar Gran Bretaña para los ingleses, los puestos de trabajo primero para ellos y solo regular la entrada de extranjeros para cubrir empleos que no quieran los británicos. En Grecia, la extrema derecha de Amanecer Dorado se ha convertido en un dolor de cabeza para las autoridades con sus palizas, agresiones a todo aquél que no sea griego, especialmente los inmigrantes.
En el seno de la Unión Europea no esconden su preocupación ante el auge de la extrema derecha. Porque en el fondo del éxito de ellos está el rencor hacia el extranjero, hacia el inmigrante justamente lo contrario del ideal de la Unión Europea... y que hoy parece tan alejado.