el fin de semana pasado se publicaba el comunicado de la Comisión Internacional de Verificación (CIV), casi al mismo tiempo en que el Gobierno Vasco hacía pública su propuesta de desarme y se reabría el debate. De no haberse dado esta circunstancia -coincidencia, más bien- la notificación de la CIV hubiera dejado al desnudo el patético balance de lo que podían ofrecer los agentes internacionales, después de casi un año. Todo lo que tienen que contar es que ETA les ha enviado un informe sobre el sellado de parte de sus armas. No tienen inventario, no tienen calendario y ni siquiera sabemos qué significa en concreto un sellado de armas sin testigos ni verificadores.
Ante tal escaso balance, la respuesta de todo el arco parlamentario y el eco mediático hubiera calificado la situación poco menos que de “patética”. La CIV hubiera vuelto a hacer el ridículo por segunda vez en menos de diez meses. Y que conste que no sería por su culpa, sino por la decisión de ETA de dosificar de esta manera el proceso de desarme.
Los miembros de la CIV eran conscientes de este riesgo. Se sentían obligados a decir algo, porque debían dar cuenta de su gestión. Sabían también que lo que podían ofrecer solo iba a autocomplacer a la izquierda aber-tzale, que parece estar de acuerdo con la obstinación de ETA en sentar a los gobiernos español y francés en la mesa del desarme negociado. Una situación que incomoda incluso a Lokarri y al Foro Social.
La propuesta de desarme del Gobierno Vasco ha salvado la cara de la CIV, porque ha creado un foco de atención distinto. Contra quienes desde la izquierda abertzale mantienen que ningunea y entorpece el trabajo de los verificadores internacionales, saben de sobra que la CIV conocía el contenido de esa propuesta de desarme desde hace meses y no solo sintonizaba con ella, sino que está dispuesta a trasladarla a ETA. La propuesta del Gobierno realza y resitúa el papel de la CIV en un terreno con más perspectiva, respaldo y horizonte.
Más allá de denunciar el inmovilismo del Gobierno español y de exigirle en vano que dé los pasos necesarios para intervenir directamente en la recepción de las armas; más allá de interpelar al Ejecutivo vasco, reprocharle que no presiona al español y recriminarle su supuesta falta de sintonía con los verificadores, hay una reflexión necesaria que algunos se resisten a hacer: quien está colocando en mal lugar a los mediadores internacionales, a los de la CIV y a los del grupo de Jonathan Powell, es ETA con su estrategia de dilación y de parálisis del proceso. Y esas personalidades comprometidas con el proceso de paz no ocultan su preocupación porque el alejamiento de la realidad de ETA y, en consecuencia, de la izquierda abertzale, está poniendo en serio riesgo su prestigio.
Ni ETA ni la izquierda abertzale parecen darse cuenta de que están quemando sus últimos cartuchos, si siguen empeñadas en no reconocer que el papel de esos mediadores internacionales no sería posible sin el respaldo del Gobierno Vasco, al que quisieran ver totalmente marginado del proceso. La propuesta de desarme ha incomodado a la izquierda abertzale, porque le ha puesto frente a su ficción de desarme, frente a la realidad del no desarme, interpelando directamente a ETA, porque en sus manos está la decisión. No basta con pasarse la vida reprochando a los demás y preguntándoles qué es lo que están dispuestos a hacer. Y cuando el Gobierno Vasco da el paso y demuestra compromiso y capacidad de moverse, hay que preguntarse a qué viene la respuesta tan brusca y descalificadora que se le ha dado desde ese sector.
Los medios no han destacado suficientemente los cuatro escenarios posibles de que habla la propuesta de desarme:
1-. El planteado por el Gobierno Vasco, con cobertura social, internacional e institucional.
2.- El acordado con el Gobierno español, que resulta a todas luces inviable.
3.- El modelo de desarme propuesto por ETA, mediante sellado no verificado, sin calendario y sin efectos prácticos ni políticos.
4.- El desarme por incautación policial.
Ante las actitudes de soberbia, conviene mencionarlo ahora para recordarlo en su momento si fuera necesario, ese cuarto escenario existe y quienes desde la soberbia están justificando el no desarme están también asumiendo el riesgo de una intervención policial. Y luego que no vengan a pedir cuentas de su fracaso a los demás. El Gobierno Vasco ha tendido una mano para evitar ese desenlace fatal y lograr un desarme serio, ordenado y rápido y no merecía que le mordieran esa mano tendida.
Y como última reflexión, el no desarme perjudica principalmente a los presos y sus familias, porque es el pretexto al que se aferra el Gobierno español para mantener su política penitenciaria. El no desarme beneficia al lobby de la derecha extrema española y le da poder para seguir alimentando el inmovilismo. Y al final, ¿alguien cree que se puede avanzar en una vía vasca hacia algún sitio, con una ETA sin desarmarse y un amplio sector social acatando sumiso el no desarme?